US Department of Defense/Renitor
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Los nuevos
experimentos que buscan conseguir un mapa de la mente humana pueden ser un
avance de gran trascendencia en todos los campos científicos, pero también en
el «control social». Estrechamente relacionada con las investigaciones sobre el
cerebro parece estar la máquina que coteja y concluye por si misma («inteligencia artificial»).
La manipulación del cerebro con hipnóticos (narcosíntesis) se perfeccionó durante la II Guerra Mundial y en la vida civil se buscaron resultados duraderos con el pretexto de aliviar un cierto número de trastornos mentales agudos. Algunos advirtieron de siniestras implicaciones, como el abuso de la «psicología fisiológica» para el «control social», pero nadie les prestó atención.
En 1974 se conoció la existencia de un programa secreto de la CIA, conocido con
el nombre de clave como MK.
Aunque estos estudios eran ante todo programas de narcosíntesis
aplicada, llevaban una perversa preocupación de base por el
problema del dominio del hombre por el hombre y en muchos casos sin
conocimiento del «paciente». La red de este programa había sido
establecida a finales de la década de 1940 por Allan Dulles y posteriormente se sabría que una red similar funcionaba en Canadá, con centenares de víctimas reconocidas. Las dudas que planteaba la existencia de este programa
clandestino desde el punto de vista de la legitimidad hicieron que el
Congreso y el Senado prepararan sendas comisiones investigadoras, pero las repercusiones del mismo erosionaron la credibilidad
del Gobierno, sobre todo cuando se especuló con la posibilidad de conspiraciones para frustrar ambiciones políticas indeseadas y otros excesos, incluidos el abuso sexual, la tortura y el asesinato. En efecto, se había suministrado clandestinamente LSD al
químico Frank Olson (1910-53), estrechamente relacionado con
programas encubiertos de las Fuerzas Armadas y que supuestamente se
suicidó. Pese a que la CIA había destruido en
1973 la información relativa a este programa, se probó la
participación en el mismo de medio centenar de colegios, universidades,
hospitales, prisiones y farmacéuticas, mayormente Sandoz (Novartis),
y el uso experimental de millares de soldados sin consentimiento de
los mismos.
Ministerio de Defensa de España
Un soldado español del programa «Comfut», en 2010. La manipulación del cerebro se puede traducir, entre otros, en un aumento exponencial de la aptitud mortífera.
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En la década de 1990, varios investigadores trataban de determinar la relación de algunos crímenes con el programa de manipulación del cerebro de la CIA, como Lawrence Teeter, abogado del palestino que disparó contra Robert Kennedy (1968), o la familia de Frank Olson, con indicios de asesinato, pero los investigadores denunciaron una campaña de intimidación supuestamente desatada contra ellos y los pocos casos abiertos se cerraron en 1996. Finalmente, en 1999, murió una de las cabezas
visibles de este programa de la CIA, Sidney Gottlieb, sin que nadie añadiera
una sola complicación a sus aparentes responsabilidades.
Algunos
creen haber hallado pruebas de la relación entre los ataques más
sangrientos y programas clandestinos de narcosíntesis, como la
matanza en una escuela de Texas (1966) o el ataque con explosivos en
Oklahoma (1995). Uno de los casos más discutidos es el del estudiante de neurocirugía James Holmes, que en 2012 asesinó a 12 personas en un cine de Aurora (Colorado), pero las investigaciones realizadas son muy débiles y no demuestran que estas acciones criminales pueden correlacionarse específicamente con algún programa encubierto de «asesinos condicionados». Sin embargo, aún está por
determinar la interrelación entre estos pistoleros solitarios y un misterioso
cómplice.
Dejando aparte las opiniones, está probado que por la manipulación del cerebro se llega a la producción de infrahombres y algunos científicos describen ciertos programas para el estudio del cerebro como disfraz artificioso de actividades obscuras, entre estas acercar la máquina y el hombre hasta confundirlos.
En cualquier
caso, el estudio del cerebro puede llegar más allá en el concepto de «control
social», independientemente de las consecuencias legales, y proseguir en la clandestinidad, sin publicación de resultados, y por tanto, sin posibilidad de control.