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Este proyecto de ley, presentado ante el Congreso por el gobierno de Pedro Sánchez, coalición socialista-marxista, fue aprobado por 198 votos contra 138 y 2 abstenciones. Será en abril o mayo de 2021 cuando el Senado apruebe esta ley, en virtud de la cual se podrá provocar la muerte de una persona que padece no sólo una enfermedad incurable, mortal o incapacitante, a fin de ahorrarle sufrimientos innecesarios, sino también dolencias crónicas («trastornos psicosomáticos»), con lo que abre las puertas a la eutanasia por motivos de orden económico y eugenésico (débiles mentales, disminuidos físicos, etc.).
La preocupación política no es de índole ética, sino económica: preocupa la pirámide demográfica, con muchos jubilados, supervivencia media altísima y sin capacidad contributiva. Y la obsesión por encontrar motivaciones estrictamente humanitarias en la eutanasia aparece viciada por actitudes irracionales y argumentos falseados, como veremos.
Opinión técnica. Uno de los resultados de la investigación técnica es haber puesto de manifiesto la irracionalidad de la eutanasia, desde el Comité de Bioética («existen sólidas razones sanitarias, éticas, legales, económicas y sociales para rechazar la eutanasia»), hasta la Organización Médica Colegial (OMC), que lamentó esta decisión por boca de su presidente Serafín Romero —«Es un día triste»—. En la misma línea se pronunció la Organización Mundial de la Salud (OMS), que la consideró carente de ética.
Legitimación del asesinato. Toda muerte causada a una persona por otra es un homicidio. En el caso de la eutanasia, la circunstancia de «premeditación conocida» eleva el homicidio a asesinato, uno de los más graves delitos del código penal. Pues bien, esta ley da a la eutanasia la «consideración legal de muerte natural a todos los efectos». Así, es punto a decidir qué ha de entenderse por asesinato.
Aspecto económico. Al aumentar la edad media de la población española, las prestaciones económicas en forma de subsidios de vejez, pensiones, retiros, etc., supone una carga cada vez mayor para la población activa, que debe financiar estos gastos a través de los impuestos, con la complicación de una base activa reducida y la juvenil débil en número y poder económico. Por ese motivo, todas las leyes que tengan como fin retrasar la jubilación y reducir la tasa de senilidad resultarán altamente rentables.
Terapéutica paliativa. Los detractores de la eutanasia proponen otra alternativa para una vida que se extingue entre sufrimientos físicos y morales intensísimos: la terapéutica paliativa, que confiere las armas necesarias para una muerte digna, sin dolor y sin angustia. La propuesta ha sufrido la interferencia de unos medios informativos que prestan indisimulado apoyo a los elementos establecidos a favor del asesinato.
Una ley contra viejos y pobres. La eutanasia apunta a la vejez, sin duda más vulnerable a enfermedades crónicas e incapacitantes, y las tasas más altas de este método se encontrarán en los grupos de status social más bajo (la eutanasia es gratuita y la terapéutica paliativa no, exclusión inexplicable en la sanidad española, la tercera del mundo en 2018 tras las de Hong Kong y Singapur).
Estábamos avisados. En 1978, el doctor José L. Usobiaga, profesor de Higiene Industrial, ha llegado a pronosticar, refiriéndose a la eutanasia, términos tan alarmantes como el siguiente: «Cualquier concesión en este camino conduce, como en una incontenible carrera cuesta abajo, a justificar ciertos asesinatos. En efecto, se pasa con facilidad de la eutanasia activa, a petición del paciente (que no siempre puede juzgar imparcialmente su propio caso), a la realizada a instancias de terceros (familiares, otros sanitarios, etc.), y se acaba desembocando en la eutanasia estatal, totalitaria, dirigida por gobiernos que van a eliminar ciudadanos improductivos, ancianos, etc.».
Conclusión. La sociedad moderna presenta la utilidad como principio supremo de moral, y la felicidad es el placer. De ahí a la eliminación de ciudadanos inútiles o infelices. Esta corriente de la eutanasia, íntimamente unida a la difusión del aborto y otros movimientos materialistas que reducen la importancia de la vida humana, demuestra bien a las claras que el materialismo del mundo en que vivimos ha logrado ahogar no solamente a la moral católica, sino también a la simple ética natural.