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El oligopolio funerario barcelonés coloca al ciudadano en una situación desfavorable. En otras ciudades españolas, las funerarias son varias y actúan independientemente, es decir, el mercado está sometido a régimen de lucha, situación que origina, debido a la competencia, una baja de precios. En Barcelona, sin embargo, la modalidad llamada oligopolio de oferta permite a las funerarias controlar más el mercado, para evitar totalmente los daños que producen en sus beneficios la competencia.
Acusadas de elevar precios, las dos grandes funerarias de Barcelona (Áltima y Mémora), queriendo hacer creer que lo que pudiera parecer un abuso no es en realidad sino el resultado de una percepción incompleta, han publicado supuestas auditorías que sitúan el precio medio de sus servicios en unos... 3 000 euros.
Prácticas monopolísticas. Ha contribuido a los juicios más críticos la circunstancia de que en 2015 aparecen señales de que funerarias, hospitales o ayuntamientos pueden formar «convenios» con el objeto de controlar los precios y distribuirse el mercado. En Hospitalet, municipio barcelonés, la funeraria Áltima, dos hospitales públicos y el mismo ayuntamiento fueron sancionados con 1’7 millones euros por «prácticas monopolísticas» en el lapso 2009-13. Otro ayuntamiento barcelonés, el de Sabadell, contribuyó astuta o inconscientemente al desarrollo de un monopolio de la funeraria Torra, embrollada en el caso Mercurio de corrupción económica y política. Y los ayuntamientos barceloneses, en general, parecen evitar la incorporación de nuevas empresas a la industria funeraria con la complicación de trámites previos para la constitución de estas sociedades.
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En España el servicio funerario representa alrededor de 1 500 millones de euros anuales y sólo 5 de las 1 400 funerarias registradas se reparten más del 30% del total.
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Periodismo bajo sospecha. Es curioso anotar que no se publican trabajos periodísticos a fondo sobre este tema al mismo tiempo que se aprecia un aumento en la publicidad de funerarias a través de periódicos. Esta indiferencia mediática hace que los ciudadanos no se beneficien de una información satisfactoria y suficiente para crear una conciencia crítica frente a la técnica funeraria que existe en Barcelona.
La parte afectiva del hombre no se puede dejar a un lado. Que los oligopolios tienen caracteres de especial repugnancia, es evidente y ese hecho adquiere otro significado con el problema de la muerte, la crisis de angustia, la actitud de entrega y sufrimiento de los familiares del difunto, que permite a los oferentes adoptar tácticas poco escrupulosas (en las llamadas «redes sociales» hay innúmero de testimonios). También queda en pie el alcance de las políticas sociales: si nuestro nacimiento es comenzar a morir y el primero está previsto en la protección médica y sanitaria, ¿cuál es la razón de poner la muerte fuera del alcance de las prestaciones sociales?
Conclusión. La descripción de un oligopolio de la muerte en Barcelona no constituye un problema de semántica ni una falsa interpretación, sino una realidad tangible toda vez que las funerarias, sin fuerzas de la competencia, pueden fijar el precio a su capricho y privar a los ciudadanos de un instrumento de dirección social que impide los beneficios excesivos.
Esta pregunta sobre el origen y continuación del oligopolio funerario barcelonés se contesta diciendo que la política vive divorciada de la ética, el motor de la sociedad capitalista es la persecución implacable del beneficio y el periodismo está al servicio de intereses económicos y políticos.