15 de diciembre de 2018

Barcelona: el oligopolio de la muerte

Renitor
En Barcelona, proveer el ataúd, los coches, etc., para un entierro muy mediano, sin acompañamiento suntuoso, cuesta unos 7 000 euros (8 400 dólares). Las funerarias no obtuvieron del Ayuntamiento la concesión de un monopolio para los entierros, pero el aprovechamiento de los mismos por un reducido número de empresas representa un oligopolio de oferta. Y se crean oligopolios para hacer presa en la sociedad y estrangularla.

El oligopolio funerario barcelonés coloca al ciudadano en una situación desfavorable. En otras ciudades españolas, las funerarias son varias y actúan independientemente, es decir, el mercado está sometido a régimen de lucha, situación que origina, debido a la competencia, una baja de precios. En Barcelona, sin embargo, la modalidad llamada oligopolio de oferta permite a las funerarias controlar más el mercado, para evitar totalmente los daños que producen en sus beneficios la competencia.

Acusadas de elevar precios, las dos grandes funerarias de Barcelona (Áltima y Mémora), queriendo hacer creer que lo que pudiera parecer un abuso no es en realidad sino el resultado de una percepción incompleta, han publicado supuestas auditorías que sitúan el precio medio de sus servicios en unos... 3 000 euros.

Prácticas monopolísticas. Ha contribuido a los juicios más críticos la circunstancia de que en 2015 aparecen señales de que funerarias, hospitales o ayuntamientos pueden formar «convenios» con el objeto de controlar los precios y distribuirse el mercado. En Hospitalet, municipio barcelonés, la funeraria Áltima, dos hospitales públicos y el mismo ayuntamiento fueron sancionados con 1’7 millones euros por «prácticas monopolísticas» en el lapso 2009-13. Otro ayuntamiento barcelonés, el de Sabadell, contribuyó astuta o inconscientemente al desarrollo de un monopolio de la funeraria Torra, embrollada en el caso Mercurio de corrupción económica y política. Y los ayuntamientos barceloneses, en general, parecen evitar la incorporación de nuevas empresas a la industria funeraria con la complicación de trámites previos para la constitución de estas sociedades.

Renitor
En España el servicio funerario representa alrededor de 1 500 millones de euros anuales y sólo 5 de las 1 400 funerarias registradas se reparten más del 30% del total.
Ayuntamientos bajo sospecha. Con el fin de evitar la malsana repercusión social que este mercado acaba originando, una medida de política económica es intentar evitar la formación de oligopolios, bien por medidas directas (leyes) o indirectas (empresas municipales y otras entidades del mismo género). El ayuntamiento de Barcelona anunció en 2016 una medida indirecta (funeraria municipal) para acabar con los precios que exceden del nivel competitivo, pero en 2018 se desdijo de ello y adoptó —¿cómo falso telón de fondo?— una medida directa: servicio funerario gratuito para las clases más desfavorecidas, tanto que diríase indigentes (renta mensual máxima de entre unos 400 y 1 200 euros según se trate de persona única o tres adultos con un niño a cargo). Estas medidas fallidas o sin resultados substanciales pueden considerarse como el disfraz del vicio dominante de la política: la hipocresía.

Periodismo bajo sospecha. Es curioso anotar que no se publican trabajos periodísticos a fondo sobre este tema al mismo tiempo que se aprecia un aumento en la publicidad de funerarias a través de periódicos. Esta indiferencia mediática hace que los ciudadanos no se beneficien de una información satisfactoria y suficiente para crear una conciencia crítica frente a la técnica funeraria que existe en Barcelona.

La parte afectiva del hombre no se puede dejar a un lado. Que los oligopolios tienen caracteres de especial repugnancia, es evidente y ese hecho adquiere otro significado con el problema de la muerte, la crisis de angustia, la actitud de entrega y sufrimiento de los familiares del difunto, que permite a los oferentes adoptar tácticas poco escrupulosas (en las llamadas «redes sociales» hay innúmero de testimonios). También queda en pie el alcance de las políticas sociales: si nuestro nacimiento es comenzar a morir y el primero está previsto en la protección médica y sanitaria, ¿cuál es la razón de poner la muerte fuera del alcance de las prestaciones sociales?

Conclusión. La descripción de un oligopolio de la muerte en Barcelona no constituye un problema de semántica ni una falsa interpretación, sino una realidad tangible toda vez que las funerarias, sin fuerzas de la competencia, pueden fijar el precio a su capricho y privar a los ciudadanos de un instrumento de dirección social que impide los beneficios excesivos.

Esta pregunta sobre el origen y continuación del oligopolio funerario barcelonés se contesta diciendo que la política vive divorciada de la ética, el motor de la sociedad capitalista es la persecución implacable del beneficio y el periodismo está al servicio de intereses económicos y políticos.