En enero de 2024 se
anunció la construcción, por los Países bálticos, de un sistema de fortificaciones
que se extenderá desde la frontera bielorrusa hasta el Golfo de Finlandia. Esto
es, unos 1 400 km. Muchos especialistas quedaron sorprendidos, ya que al poco
de la II Guerra Mundial se dijo que había pasado la época de las
fortificaciones, al menos permanentes, anticuadas para la protección contra los
ataques aéreos.
Los defensores de este plan argumentan que las dificultades que
tuvieron las tropas ucranianas para avanzar hacia las posiciones defensivas del
invasor ruso revalorizaron las fortificaciones. Además, concluyen estos
opinantes con bastante lógica, la Línea Báltica no pretende impedir su
ocupación por el enemigo, sino retrasar su avance hasta la llegada de refuerzos
(véase más abajo el capítulo Línea Báltica).
La aprobación de este proyecto
se debe en principio al retraso de otros —por ejemplo, el del aumento en tres
veces de la fuerza expedicionaria OTAN—, la amenaza de un paria en la
presidencia de Estados Unidos (Donald Trump) y un sistema de seguridad basado
en una defensa adelantada para dar tiempo a un puente aeronaval de pesadilla
(algunas de las reservas más importantes de la Nato Response Force o NRF
están en países tan alejados como España).
Desconfianza. Algunas jefaturas
militares y políticas, sobre todo estonias, dudan del compromiso OTAN en la
defensa de los Países bálticos, opinión a todas luces injusta. La OTAN, víctima
frecuente de la desconfianza de sus aliados, le presta incalculables servicios
a Lituania, Letonia y Estonia: sin sus destacamentos expedicionarios, ha tiempo
que Rusia habría marchado sobre estos países, por lo menos Estonia.
¿Qué dice la
experiencia? Todos los sistemas de fortificación que se emplearon en la II Guerra Mundial terminaron siendo ocupados: los alemanes rindieron en Bélgica el fuerte Eben Emael (ingenieros y tropas paracaidistas), en Francia la Línea Maginot (ataque de retaguardia) y en Túnez la Línea Mareth francesa (movimiento envolvente), los soviéticos vencieron la resistencia de la Línea Mannerheim finlandesa (fuego raso de artillería) y
los aliados la Línea Sigfrido alemana (superioridad aérea y artillera). Sin embargo, los rusos fueron detenidos bastante tiempo ante la Línea Mannerheim (1939-40), la Línea Sigfrido retrasó el avance aliado (1944-45) y, recientemente, en 2023-24, la Línea Surovikin rusa produjo el agotamiento de las energías ucranianas (véase Línea Surovikin).
Conclusión. Con sus estrecheces territoriales para
una defensa en profundidad, los Países bálticos precisan hasta la última ventaja y, por ello, la fortificación de sus fronteras parece necesaria. Esta necesidad se hace evidente al comparar el Kaliningrado ruso (antigua Könisberg alemana) y los Países bálticos, el primero punto menos que un campo fortificado, los segundos abiertos a grandes llanuras sin apenas defensas naturales.
LA «LÍNEA BÁLTICA»
Protección. A poco que sabemos, consiste fundamentalmente en la clásica serie de refugios subterráneos abiertos a trincheras, guarnecidos por una decena de hombres, y de centros de resistencia (reductos de hormigón), defendidos por una unidad tipo compañía. Estos refugios no sólo se construirán para proteger a los soldados de los efectos de los bombardeos aéreos o artilleros, sino que también buscan la protección contra el peligro de las radiaciones, pues una invasión rusa del Báltico abre las puertas a las FNT
(Fuerzas Nucleares del Teatro de Operaciones).
Obstáculos. No se planean (se dice) obstáculos antitanques tan visibles como los triángulos de cemento («dientes de dragón»), sino que las avanzadas de defensa pueden adoptar la forma de zanjas ocultas y otros sistemas de trampas, como es el explosivo con captador de movimiento solidario. Los campos sembrados de minas y erizados de alambradas de púas ya contribuyen a la defensa, pero se planea un empleo más extenso de los mismos con los primeros plazos de alarma.
Disposición. Unos reductos se colocarán en los bordes fronterizos y otros se situarán más retrasados para a) evitar los efectos de un ataque por sorpresa y b) poder batir las brechas abiertas por el enemigo, esta última de la mayor importancia, a riesgo de que el sistema defensivo sea ocupado por un ataque de retaguardia.
Extensión. La Línea Báltica protegerá las fronteras de la OTAN contra una posible amenaza proveniente de Rusia (740 km incluidos Kaliningrado y el lago Peipus) o Bielorrusia (640 km).
Plazos y coste. En febrero de 2024 la primera ministra Kaja Kallas de Estonia dio tres años de plazo para terminar esta red de fortificaciones (más de 600), las primeras en 2025. El presupuesto de las
mismas despierta desconfianza hacia su calidad (unos 60 millones de euros en total), sobre todo porque, según el ministerio de Defensa estonio, los refugios serán invulnerables ante el fuego de la artillería pesada (hasta 155 mm de
calibre).