Una vez que la estrategia nuclear ha llegado a su última fase (empleo de la fuerza), la misma se clasifica en Fuerzas nucleares del teatro de operaciones (FNT), Estrategia anti-fuerza y Estrategia anti-valor. La primera queda acotada a las fuerzas combatientes y con la última se llega a la doctrina MAD (Mutual Assured Destruction), la situación de guerra total nuclear, que no permite el desarrollo de operaciones, sino sólo una destrucción masiva sistemática.
El fundamento de estas estrategias se encuentra en los objetivos, por este orden: fuerzas combatientes, retaguardia y aglomeraciones urbanas del adversario. La base de sus medios son los NDV (Nuclear Delivery Vehicles) o vehículos portadores de armas nucleares (aviones de bombardeo y misiles lanzados desde un avión, submarino o bases terrestres). El alcance de estos NDV determina el carácter estratégico o táctico de los explosivos nucleares que transportan, indistintamente de su potencia.
Las fuerzas nucleares del teatro de operaciones o FNT (Theatre Nuclear Forces) se clasifican en FNT de gran alcance (más allá de los 1 000 km), alcance medio (si llega entre los 350 y 1 000 km) y corto alcance (si sólo llegan a los 350 km). Están constituidas por un conjunto de sistemas de armas muy amplio, desde la artillería (granadas nucleares) hasta la cohetería clase MRBM (Medium Range Ballistic Missile) y SLM (Submarine Launched Missile) dotada de varias cabezas nucleares (MIRV) de gran precisión, así como con bombarderos de radio de acción medio y aviones de ataque. En una acción de FNT las armas nucleares se emplearían únicamente contra fuerzas armadas enemigas, en los campos de batalla (teatro de operaciones), pero la FNT de gran alcance llama a las puertas de la estrategia anti-fuerza.
La estrategia anti-fuerza trata de imposibilitar toda ofensiva del adversario, mediante la destrucción de sus medios nucleares, comunicaciones con las bases de la retaguardia y reservas logísticas, así como por la destrucción de cuarteles generales y bases aéreas, de cohetes y bombarderos estratégicos. En esta fase o escalón, las armas nucleares se utilizarían contra el territorio enemigo, pero únicamente contra sus fuerzas armadas y las que con ellas se relacionan, sobre todo los apoyos logísticos. El ataque se manifiesta en primer lugar en una explosión nuclear aérea de gran potencia por la que se trata de inducir un pulso electromagnético para la desarticulación de las redes de comunicaciones.
Golpes de «amonestación». Entre la anterior y la estrategia anti-valor, se concibe la idea de las represalias contra su población, de lo que algunos llaman «golpes de amonestación nuclear», sin empeñarse en la lucha total nuclear, sólo a título demostrativo, contra aglomeraciones urbanas de poca significancia, con la cual se pretende disuadir al enemigo de recurrir a la escalada. Estos «golpes de amonestación» correrían a cargo de bases móviles de misiles nucleares en submarinos, menos selectivos, con errores de varios centenares de metros, error insignificante en aglomeraciones urbanas. Si falla esta acción, entonces se utilizarían armas nucleares contra las grandes ciudades enemigas, esto es, la estrategia anti-valor.
Renitor Ensayo de un combate nuclear MAD (destrucción recíproca) en un ordenador electrónico de la década de 1980. Nótese Europa y Japón. |
La estrategia anti-valor constituye el último escalón nuclear, la destrucción masiva de grandes aglomeraciones
urbanas e industriales, sistemática y recíproca si se llega a la doctrina MAD (destrucción mutua asegurada). Esta
destrucción tendría continuidad incluso tras la aniquilación del agresor o ambos adversarios, completada por la acción de armas-robot previamente programadas, bien desde las profundidades marinas (torpedo nuclear Poseidón), bien desde el espacio circunterrestre (bombardeo orbital
fraccionado o FOBS), en lo que el autor llama «derecho de pataleo», que sólo sirve para aumentar aún más la mortandad en los
territorios del vencedor e irradiar los vientos y corrientes marinas durante generaciones.
Conclusión. Todos los campos por los que discurren la vida y actividad humanas son administrados por un corto número de grandes familias de financieros y capitanes de industria (véase ¿Quién gobierna el mundo?). Con ello se aleja la posibilidad de una guerra nuclear total por razones obvias, aunque parece imposible de evitar en su totalidad el peligro de una FNT (véase Misiles de crucero españoles y Zombis de la «guerra fría»).