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Son, por lo general, familias de banqueros (Rothschild), industriales (Rockefeller, Du Pont) o ambos (Morgan), de influencia reconocida desde el siglo XIX y enriquecidas con el clima bélico, los ciclos del capitalismo (crisis) y la tecnología. Sus fortunas se estiman comprendidas entre cientos de miles de millones y billones de euros (¡), dependiendo de la familia, y sus compañías o consorcios son impermeables a las legislaciones antimonopolísticas, ganando así justa fama de intocables. A continuación hacemos síntesis del origen y consecuencias de estas descomunales concentraciones de riqueza.
Nacimiento de las élites. Cuando las sociedades primitivas consiguieron producir un excedente de alimentos, algunos miembros de la comunidad se liberaron de parte del trabajo ganadero o agrícola y aparecen las minorías privilegiadas, que invierten el excedente de recursos en lujos y en guerras, base de la división de la sociedad en dos clases: explotadores y explotados.
Nacimiento del monopolio. Con estas minorías privilegiadas surge el poder monopolístico (vender un producto, explotar un servicio, ocupar un cargo). En las civilizaciones primitivas y la Edad Media se arrogaron este poder quienes ostentaban la fuerza política o militar, en el siglo XVI recae sobre los reyes y nobles, en el XVIII se separa de las instituciones políticas, en el XIX su influencia fue configurándose como consecuencia de la expansión y desarrollo internacional del sistema capitalista y a mitad de este mismo siglo los «barones de la industria» y las grandes familias de banqueros crearon círculos de intereses tan influyentes como misteriosos.
El monopolio capitalista, combinación de poder y dinero, adoptó a lo largo del siglo XIX multitud de formas para regular la política de precios (pool), combinar empresas (trust), controlar la producción mundial y la eliminación de la competencia (cártel) o evitar la legislación antimonopolística (sociedades tenedoras o de holding). Con el desarrollo de la industrialización y el transporte rápido, los monopolios capitalistas, flanqueados de cerca por la banca, pasan a incluir intereses diversos, desde la sanidad y servicio médico hasta industrias de tan vital importancia como la acuñación de moneda.
Servidumbre sociopolítica. Estas descomunales concentraciones de riqueza y potencialidad se oponen a la democracia política (duplicidad de jefaturas) y a la libertad de información (secuela casi inevitable del control político y económico) y ejercitan su prepotencia social apoyándose en su superioridad financiera y técnica (la tecnología se paga con la supresión de la libertad humana).
¿Quiénes son? En el siglo XIX las élites se hacen discernibles, unas al iniciar sus carreras de financieros internacionales, otras al aparecer junto con los grandes trusts del petróleo y el acero. En 1803, Mayer Amschel o Anselm, fundador de la familia hebrea de banqueros Rothschild, prestó una fuerte suma al Gobierno danés y desde 1820 sus hijos intervinieron en casi todos los empréstitos internacionales, incluido un incalculable apoyo financiero a Reino Unido durante las guerras napoleónicas. En 1870, John D. Rockefeller reunió todas sus refinerías en la Standard Oil Company y llegó a monopolizar el petróleo norteamericano. En 1878, el financiero John P. Morgan inició su relación directa con las finanzas públicas de Estados Unidos, al que salvó por dos veces de una suspensión de pagos (agotamiento de las reservas del tesoro). En 1913 Rothschild y Morgan tuvieron parte muy importante en la creación del Sistema de la Reserva Federal, el «banco de los banqueros». Estas familias hebreas de financieros y «barones de la industria», estrechamente relacionadas con la masonería, han continuado hasta nuestros días. Sus fortunas son cuasi-imposibles de cifrar y se cree que la más influyente es la de Rothschild, dividida originalmente en cinco «ramas» (Fráncfort, Viena, Londres, Nápoles y París), tantas como hijos dejó el fundador de esta familia.
A estas familias, o a las logias masónicas a las que han dado sus nombres, se las relaciona con asociaciones internacionales no gubernamentales de reconocida influencia y también un tanto misteriosas. Destacan el grupo Bilderberg, fundado en Oosterbeek (Holanda) en 1954, y la Comisión Trilateral, creada en Tokio en 1973, con objeto de «armonizar» las relaciones político-económicas y sociales entre Europa occidental y América del Norte, con la exclusión de Méjico en ambas asociaciones y la inclusión de Japón en la última (véase Grupo Bilderberg).
¿Quiénes son? En el siglo XIX las élites se hacen discernibles, unas al iniciar sus carreras de financieros internacionales, otras al aparecer junto con los grandes trusts del petróleo y el acero. En 1803, Mayer Amschel o Anselm, fundador de la familia hebrea de banqueros Rothschild, prestó una fuerte suma al Gobierno danés y desde 1820 sus hijos intervinieron en casi todos los empréstitos internacionales, incluido un incalculable apoyo financiero a Reino Unido durante las guerras napoleónicas. En 1870, John D. Rockefeller reunió todas sus refinerías en la Standard Oil Company y llegó a monopolizar el petróleo norteamericano. En 1878, el financiero John P. Morgan inició su relación directa con las finanzas públicas de Estados Unidos, al que salvó por dos veces de una suspensión de pagos (agotamiento de las reservas del tesoro). En 1913 Rothschild y Morgan tuvieron parte muy importante en la creación del Sistema de la Reserva Federal, el «banco de los banqueros». Estas familias hebreas de financieros y «barones de la industria», estrechamente relacionadas con la masonería, han continuado hasta nuestros días. Sus fortunas son cuasi-imposibles de cifrar y se cree que la más influyente es la de Rothschild, dividida originalmente en cinco «ramas» (Fráncfort, Viena, Londres, Nápoles y París), tantas como hijos dejó el fundador de esta familia.
A estas familias, o a las logias masónicas a las que han dado sus nombres, se las relaciona con asociaciones internacionales no gubernamentales de reconocida influencia y también un tanto misteriosas. Destacan el grupo Bilderberg, fundado en Oosterbeek (Holanda) en 1954, y la Comisión Trilateral, creada en Tokio en 1973, con objeto de «armonizar» las relaciones político-económicas y sociales entre Europa occidental y América del Norte, con la exclusión de Méjico en ambas asociaciones y la inclusión de Japón en la última (véase Grupo Bilderberg).