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La nación es un fenómeno de aparición moderna. Existen
indicios nacionalistas entre los egipcios, judíos, griegos y persas, pero las
primeras naciones surgen en la Europa occidental. «Por haber superado su
anterior fase regional —escribió el tratadista Floyd Mulkey—, han sido España,
Inglaterra y Francia las primeras naciones modernas en orden al tiempo. A ello
se debe también el papel primordial que han desempeñado en la Edad Moderna.»
Durante la Edad Media aparecieron sentimientos nacionales en los reinos hispanos frente al invasor mahometano. Entre 1469 y 1492, los Reyes Católicos (Fernando III e Isabel I) consiguen realizar la unidad de España, «que así se encontró en condiciones excepcionales para acometer la empresa americana» (Mulkey) y entraba en un largo periodo histórico en que campearía como la mayor potencia no solo europea sino también del orbe. Como puede comprobarse observando las mutaciones en el mapa de Europa desde aquellos años hasta nuestros días, los territorios de España, Inglaterra y Francia tienen límites definidos e incluso los han rebasado (España primero, los demás después).
Otras teorías. Desde el contenido y significado sobre el que algunos
pretenden fundar la idea de nación antes de la Edad Moderna, España nace como
nación en 589, con la unión religiosa que fragua en el III Concilio de Toledo,
capital eclesiástica de la vieja Hispania. Y antes, en 572, el rey Leovigildo estableció
en esta ciudad la capitalidad de sus estados, sentando así los cimientos de la
nacionalidad española. Puede presentarse la objeción de que no debe admitirse
la religión como determinante exclusivo de la nacionalidad, pero no se discute
que fue el citado rey visigodo (pueblo germánico) el verdadero fundador de la
monarquía española.
Así, sea desde las teorías que fundan la nación en factores como la religión o el territorio, sea desde la caracterización moderna del término «nación», España aparece a juicio de muchos autores como la más antigua de cuantas sobreviven por hoy.
¿Y el resto de Europa? Los procesos nacionalistas del resto de Europa aparecen muy rezagados con relación a las viejas naciones occidentales y abarcan porciones geográficas arbitrarias. Italia no pasaba de ser una simple «expresión geográfica» hasta que en 1861 era ya una realidad nacional bajo el cetro de la casa de Saboya. Alemania era tierra dividida en múltiples principados hasta la creación de la unidad alemana en 1870 bajo la autoridad de Prusia. En el este europeo, dejando aparte Polonia y otros, que desaparecen y reaparecen según las alternativas de los tiempos, las naciones surgen cuando se produce la explosión del sentimiento nacionalista contra la opresión turca, la desintegración del artificioso imperio Austro-Húngaro, el principio de autodeterminación aplicado a los pueblos bálticos al final de la I Guerra Mundial y la desmembración de la Unión Soviética tras el periodo presidido por la llamada «guerra fría».
El futuro. España, Inglaterra y Francia han hecho grandes cosas
en el pasado, pero no están en disposición de volver a hacerlas en el futuro
como entes diferenciados. El fundamento de la nueva organización política son
las ideas que tratan de organizar los Estados en grandes bloques y los entes
políticos más importantes son supranacionales (Estados Unidos y Unión Europea).
Sin embargo, en el siglo XXI se atraviesa un resurgimiento —otro más— de
localismos regionales, minorías nacionales al servicio de obscuros intereses
que introducen sombras de inquietud en el devenir europeo.