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Tiziana Cantone nació en Nápoles (1985), donde vivió la mayor parte de su vida. Abandonada por su padre tras nacer, fue criada por la madre. Estudió en una facultad de Derecho sin graduarse. Este periodo es de los más desgraciados de su vida, ya que vivió atormentada por el alcoholismo. Este problema, su buena figura, volcánico erotismo y amistades poco recomendables le llevaron a una cierta vida disoluta.
En 2014 pasó a vivir para su desgracia con Sergio di Palo, cuarentón erotómano, que le impuso la condición de grabaciones eróticas, de ambos o con otros hombres, condición que agradó a Tiziana, desesperadamente enamorada o extremadamente inestable. La relación quebró al principio de 2015 y en esta época, obedeciendo a un equivocado impulso sensual, compartió sus secuencias eróticas con cuatro o cinco hombres, que, al no conseguir de ella favores sexuales, le habían asediado con ardorosos mensajes e insultos. Fue entonces cuando sus grabaciones eróticas aparecieron anónimamente en «internet». Los hechos, con explicaciones cambiantes, describen la publicación oculta de estas grabaciones en términos poco claros (un amante despechado o alguno de los pocos hombres con las que la víctima comparte las imágenes).
Se puede cuestionar la actitud de Tiziana, pero no se le puede exigir más responsabilidad que un desenfrenado erotismo y decisiones adoptadas sin la debida meditación, como la misma reconoció al denunciar (mayo 2015) la divulgación no autorizada de las imágenes: «no fui precavida al hacer juegos estúpidos con personas desconocidas».
La publicación de estas imágenes la expusieron a una pública deshonra que la colocó al borde de un colapso nervioso. Sufrió económicamente cuando perdió su empleo y, ridiculizada por la sociedad, hubo de abandonar Nápoles al cabo de unas semanas. En un intento de desaparecer sin dejar huella, se trasladó al pueblecito napolitano de Mugnano, donde no halló apoyo ni intimidad, de tal suerte que su salud decayó y empezó a sufrir desarreglos mentales. La angustia y tensión emocional parecían presagiar su suicidio, que se consumó el 13 de septiembre de 2016, una semana después del fallo de los tribunales, favorable en la retirada pública de las grabaciones, desfavorable en los gastos judiciales (20 000 euros).
Su muerte se consideró como un homicidio voluntario, pero las circunstancias concurrentes apuntaron a la figura del instigador, en la medida que algunos ayudan o favorecen la perpetración del suicidio (publicación de las grabaciones primero y hostigada y avergonzada después).
Ante
la alarma social, el titular de la Fiscalía Norte de Nápoles
(Francisco Greco) se propuso actuaciones encaminadas a preparar el
juicio por un caso de inducción al suicidio u homicidio consentido,
que se pena en los Códigos, pero este esfuerzo puede considerarse
como un disfraz de la «miopía» de los tribunales. Es muy difícil
evitar
el deseo de que el individuo que publicó la ignominiosa grabación
se suicide abrumado por la muerte de Tiziana.