20 de julio de 2014

Europa: la sombra de la III Guerra Mundial

OTAN
No se trata de alarmismo, sino de una prospectiva fundada en la experiencia y fenómenos económicos. El aliviadero del sistema capitalista es la industria de armamentos de guerra y esta requiere de un clima bélico para prosperar. En la apariencia, Alemania llevó al mundo a la guerra de 1914, repitió junto a Japón en la de 1939 y ahora Rusia y China parecen los candidatos para una tercera guerra mundial.

Se trata del mismo escenario con diferentes actores. Rusia, a igual que Alemania tras su derrota en la I Guerra Mundial, busca restituir su prestigio político y militar, con un nacionalismo y una política exterior revanchista que puede conducir a un conflicto internacional. China, a igual que Japón en los años 30, es un país tercermundista que pasa a figurar entre las grandes potencias y su hostilidad a Estados Unidos supone un vínculo común con Rusia, de cuya tecnología depende para el desarrollo de armamentos de guerra autóctonos.

La Unión Europea, primera potencia económica mundial y campeona de las políticas sociales, es refractaria a la guerra y permanece expectante a la defensiva, pero con una política exterior dividida por el particular interés de sus miembros. Cabe añadir que está estrechamente relacionada con Estados Unidos (OTAN), país con los bienes bélicos como columna principal de su economía nacional.

Los gastos en defensa de Rusia y China son el 12% o más de su PIB frente al 2% o menos de Alemania, por citar a un país de la Unión Europea miembro de la OTAN. Como en la Alemania de los años 30, el sostenimiento y comercio de ingentes armamentos minimizan los problemas sociales y económicos de Rusia y China. En el caso del último, que abusó de la abundante mano de obra barata, tales problemas terminarán por estallar y llegado a este punto, o simplemente para avanzar hacia sus objetivos de dominio en Asia, Pekín puede decidirse a atacar cuando sus posibilidades sean las mejores para llevar a Washington a la mesa de negociaciones (como Japón en 1941, China no tiene posibilidades frente a Estados Unidos).

Rusia y China son estados con democracia degradada y partido único, respectivamente. Sus medios de comunicación son, pues, feudatarios del poder y como tales representativos de las respectivas políticas nacionales. Así, el periodismo chino habla de «un deslizamiento del país hacia una guerra con Estados Unidos» y el ruso de «una oligarquía judeomasónica que pretende destruir a Rusia».

Preparada la mecha con ingentes armamentos, nacionalismos y agresivas políticas exteriores, ya sean las de China, Estados Unidos o Rusia, la chispa puede saltar por un «litigio territorial» en Europa (Ucrania) o Asia oriental (Islas Senkaku y Kuriles), previa complicación de un «fatal accidente» (la prensa rusa y afines asegura que el derribo del vuelo MH17 brinda a los dirigentes europeos y norteamericanos la oportunidad de tomar «medidas» en contra de Rusia a las que esta tendrá que «responder»).

Como ya se dijo en el artículo «La guerra fría se desplaza a Asia oriental», hay quienes dicen que mutuos intereses económicos hacen una guerra mundial impracticable, pero se trata de una dificultad antes que un obstáculo; todo depende de la cuantía del beneficio que se puede obtener sin tener en cuenta el coste humano, como la II Guerra Mundial, que tras seis años de guerra y 50 millones de muertos impidió la destrucción del sistema capitalista.

En fin, se tratan de especulaciones, sin más diferencias que matices con aquellas que precedieron a las dos guerras mundiales. Y es evidente que si las guerras se pueden prever, sus consecuencias son imprevisibles, salvo para los círculos invisibles de poder que las provocan.