18 de agosto de 2023

Vuelo 502 de Aviaco y sus falsedades

Renitor
El «misterio del vuelo 502» constituye un lamentable abuso de la buena fe de los interesados en fenómenos que se sustraen a las posibilidades explicativas de la Ciencia moderna, un fraude intencionado que debe atribuirse a un par de profesionales de la superchería y una tripulación sospechosa, que, en alguna manera, quedó contagiada por la esfera de lo sobrenatural o de lo maravilloso, platillos volantes incluidos.

El vuelo 502 de Aviaco de 1978 ha dado origen a una leyenda. Jiménez del Oso, profesional de la superchería, fue quien primero descubrió este vuelo como un «fenómeno paranormal». Tuvo repercusión mediática en la esfera de lo sobrenatural, pero pasó inadvertido para los medios de información general y no interesó a las autoridades aeronáuticas. La llegada de internet en 1991 multiplicó la demanda de lo misterioso y ha dado paso a versiones delirantes de este vuelo, haciéndolo pasar por un «enigma de la aviación española». Los hechos, sin embargo, explican el misterio y dejan dudas acerca de la intencionalidad de la tripulación, formada por el capitán Carlos García Bermúdez, el primer oficial Antonio Pérez Fernández y la azafata Ana Fernández.

LA LEYENDA

Un avión Caravell en vuelo Bilbao-Santander atravesó una nube y al emerger de la misma, siete minutos después, se halla a la misma distancia de Bilbao. Esto es, el avión se paralizó. De ahí a otro «encuentro en el túnel del tiempo».

LOS HECHOS

El 31 de enero de 1978, un avión Sud Aviation SE-210 Caravell 10 B1R de la línea Aviaco, procedente de Manises (Valencia), anuló el aterrizaje previsto en Sondika (Bilbao) a causa de visibilidad inadecuada.

Michel Anciaux
Un Sud Aviation «Caravell 10R» de la extinta compañía española Aviaco, modelo que puede transportar de 80 a 99 pasajeros y salvar distancias de 3 500 km con plena carga.
Desvío a Santander. Hacia las 15 h 25 min se desvía a Parayas (Santander), el aeropuerto secundario más próximo de su destino, a una distancia de 75 km (42 millas), en vuelo automático, altitud de 12 000 pies (3 658 m), velocidad de 300 nudos (546 km/h) y rumbo 291, en línea recta con la pista única del citado aeropuerto (orientación 290º-110º). Los pilotos vuelan entre nubes y finalmente penetran en una de ellas, hacia las 15 h 30 min, a unas 22 millas de Bilbao, según el equipo medidor de distancias o DME (Distance Measure Equipment).

Fallo de instrumentos. Cuando atraviesan la nube sucede un fallo múltiple en los instrumentos de vuelo (horizontes artificiales, brújulas magnéticas, etc.) y, con ellos, la desconexión del piloto automático. Sigue la extinción del radar, un fallo unidireccional de la señal de radio (pueden recibir la misma pero no transmitirla) y otro del DME (al atravesar la nube indica un acercamiento al punto radiotransmisor de Bilbao y finalmente aparece el testigo mecánico de fallo eléctrico).

Comunicaciones. El aeropuerto de Santander trasmite radiomensajes a intervalos regulares para informar al vuelo 502 de la meteorología en la zona, «mensajes alarmantes» según el primer oficial. Inmediatamente le corrige el capitán: «No había alarma». La extrañeza del controlador de vuelo está en que otros aviones más lejanos y a menor altitud reciben la señal de radio. El hecho de que el controlador aéreo no intenta establecer comunicación con el vuelo 502 a través de otros aviones en las proximidades, caso de un Fokker 27 de Aviaco, lo dice todo.

Desvío hacia el N. Cantabria es muy montañosa (montes de hasta 2 600 m) y la nube no permite observar el terreno. Con temor de chocar con el terreno a causa de un eventual fallo del altímetro (el mismo funciona eléctricamente), se desvían al N, hacia el mar Cantábrico. Sin instrumentos de vuelo ciego, los pilotos se guían por la llamada brújula de bitácora, que no requiere flujo eléctrico, pero a costa de un error (desviación) de hasta 10 o 15º, como reconoce el capitán: «Volábamos en rumbo de entre 355 y 005».

RTVE
Jiménez del Oso se dirige a la tripulación del vuelo 502 (Antonio Pérez y Carlos García) en la entrevista filmada para el programa de misterio «Más Allá» (1978).
Cuando los pilotos emergen de la nube, siete minutos después de entrar en ella, sobrevuelan el mar Cantábrico, a distancia indeterminada de la costa («Encima del mar —dice el capitán—; no sé las millas exactas que estábamos fuera de la costa»). Entonces se percatan de que todos los instrumentos de vuelo, incluido el DME, entran en funcionamiento. El último les dice que están a la misma distancia de Bilbao (22 o 24 millas). Los pilotos, triangulando las señales recibidas de otras estaciones, determinan una posición coincidente con la del DME, aunque por supuesto mucho más al N, omisión de clara intencionalidad sensacionalista. Refuerza este aserto el hecho de que la tripulación no pueda dar una distancia siquiera aproximada a la costa, ya que sintonizando sucesivamente tres estaciones y aplicando el método de triangulación se consigue determinar la situación con precisión considerable.

Aproximación a Santander. «Fue un vuelo normal», respondió el capitán a esta cuestión, sin más datos. Es evidente, sin embargo, que al salir al Cantábrico los encargados de la torre de Santander dieron instrucciones a los aviadores a fin de evitar colisiones y facilitar las operaciones de aproximación y aterrizaje.

Aterrizaje. El vuelo 502 aterrizó en Santander a las 15 h 55 min, un retraso de 15 o 17 minutos según los pilotos. La distancia Sondika-Parayas es de 75 km, unos 8 minutos de vuelo a 300 millas por hora (velocidad respecto de la superficie terrestre o GS) y sin contar la espera en el aire antes del aterrizaje ni, en este caso, el desvío hasta el Cantábrico.

Examen. Los mecánicos no hallaron avería alguna. Santander, sin embargo, no era base de operaciones de Aviaco ni aeropuerto de primer orden, esto es, sin operarios para un examen completo del sistema eléctrico de un modelo determinado.

Renitor
Desvío del vuelo 502 al Cantábrico. Si el avión gira alrededor de un VOR («VHF Omnidirectional Range»), el equipo medidor de distancias o DME («Distance Measure Equipment») indica la misma distancia en cualquier punto cardinal.
El informe de los pilotos no responde a un fenómeno paranormal, sino a un fallo de instrumentos, que era —y es— de notificación obligatoria, sea fallo único o múltiple, además del contratiempo a los pasajeros, cuya enmienda corre a cargo de la compañía.

Conclusión. ¿Cómo se explica el «misterio» del vuelo 502? A saber: 1) El Caravelle «desaparece» durante siete minutos a causa de una avería eléctrica que afecta a la señal de radio, nada infrecuente y todavía menos en este modelo; 2) retraso consecuente con el paso al mar Cantábrico; y 3) indicación del DME conforme a dicho desvío y el error de la brújula magnética simple (al girar en una nube y sin aparatos de vuelo ciego, no es improbable que los aviadores empiecen a desviarse hacia el NE sin darse cuenta de que lo están haciendo).

LAS FALSEDADES

La leyenda ha continuado hasta hoy a costa de falsificaciones y silenciando todo aquello que la vulnera, sobre todo tras la muerte de Bermúdez (1941-2013). Citaremos sólo las falsificaciones más serias.

Nube misteriosa. El mito más popular es el que presenta una nube «misteriosa y de aparición repentina», mito difundido por Jiménez del Oso con desprecio a la negación del capitán García: «Era una nube enteramente normal».

El desvío de la dirección inicial hasta sobrevolar el mar Cantábrico arruinó esta leyenda urbana, y por estar ocultado es prueba de que el misterio en cuestión nunca existió. «Bah, fue un desvío de sólo 20 segundos», diría más tarde el capitán, plazo de tiempo insuficiente, habida cuenta de la posición del avión, para sobrepasar la faja costanera cantábrica, siquiera con un giro temprano, antes del cabo de Ajo.

Renitor
A la izquierda, instrumento DME (uno por piloto) con las indicaciones simuladas al penetrar en la nube (rumbo, distancia y testigo de fallo eléctrico u «off»); y a la derecha, brújula de «bitácora», en la cimera del panel de instrumentos, ambos de un «Caravelle».
El DME. Este aparato, que vertebra la leyenda del vuelo 502, no es un «cuenta millas», como lo describen por malicia o ignorancia los autores de la misma, sino una especie de radioboya marcadora o baliza de acercamiento que indica al piloto la distancia a un punto predeterminado, en este caso el radiofaro omnidireccional VHF (VOR) de Bilbao. Al atravesar la nube, en el DME, como en otros instrumentos, aparece el testigo mecánico de fallo eléctrico. Lo que le dice al piloto un radiotelémetro con fallo eléctrico no nos importa por razones obvias.

Otras falsedades. En las nuevas versiones del «misterio del vuelo 502» el retraso ha pasado de 15 a 32 minutos y el fallo unidireccional de radio de 7 a 24 minutos (con inclusión de la desaparición del avión de la pantalla de radar del sistema de control de tráfico aéreo). Otro mito relacionado con este vuelo es el de una investigación oficial que no pudo encontrar explicación.

LA TRIPULACIÓN DEL VUELO 502 Y LOS «PLATILLOS VOLANTES»

La azafata del Vuelo 502, Ana Fernández, afirmó que en 1974, cuando viajaba en automóvil acompañada de un amigo, fue «perseguida por un platillo volante». Poco después del episodio tratado en este artículo, la misma pareja de pilotos, y con los mismos periodistas de misterio como interlocutores, anunció que habían sobrevolado un OVNI, en la forma de tres platillos volantes superpuestos de a 3 km de diámetro cada uno.