24 de noviembre de 2015

Turquía derriba un avión ruso

Ministerio de Defensa de Rusia
La tensión de las relaciones entre Turquía y Rusia llega a uno de sus momentos más agudos con el derribo por la aviación turca (24 noviembre 2015) de un avión militar ruso que, según Ankara, sobrevolaba territorio turco, circunstancia que Moscú niega. En todo caso, el derribo del Sujoi 24 de la aviación militar rusa supone una crisis internacional que se refleja en la sesión de urgencia que se celebra esta tarde en Bruselas, a petición de Turquía, del Consejo de la OTAN.

La acción concreta, según Turquía, fue que dos cazas F-16 de este país dispararon, sobre la provincia turca de Hatay, contra el aparato ruso después de una decena de mensajes de advertencia en un lapso de cinco minutos, a las 9 h 20 min. Ambos pilotos del avión abatido descendieron en paracaídas, pero uno murió (al parecer acribillado en el aire por el comando «rebelde» de un tal Jahed Ahmad, lo que constituye un crimen de guerra) y se busca al otro en la región siria de Turkmenistán. Putin aseguró que la situación creada por la crisis del aparato derribado, a la que describe como una «puñalada a traición», altera gravemente las relaciones entre ambos países, pero no su inflexible decisión de golpear al «Estado Islámico».

Los ataques rusos han aumentado en intensidad y alcance. Para el día 29 de septiembre habían comenzado a operar desde la base de Latakia los bombarderos Sujoi 35 que, con sus ataques diurnos, completaban las incursiones nocturnas de los Sujoi 24 y 25. Aunque la zona de Homs ofreciera los objetivos terroristas más importantes, la búsqueda de sus comunicaciones y almacenes llevó a los aviones rusos hasta puntos que se extendían desde esta ciudad hasta la frontera turca. La tensión entre Turquía y Rusia subió hasta el extremo de pedir aquél una respuesta conjunta de la OTAN a la «provocación rusa».

Se alcanzó una nueva fase la primera noche del 3 de octubre: en el espacio aéreo de Turquía, cazas F-16 de este país hicieron retroceder a un cazabombardero ruso, «violación intolerable» según el secretario de la OTAN Jens Stoltenberg; y al día siguiente, esta vez en los límites del espacio aéreo de Siria, un MiG-29 interceptó un par de cazas turcos, sin que Bruselas hablase esta vez de «violación intolerable».

Haberturk
El «Sujoi 25» ruso tras ser derribado por la aviación turca, según Ankara, o cohetería antiaérea, según Moscú. El primero argumenta una violación de su espacio aéreo que el segundo niega.
Aunque la Unión Europea se beneficia indudablemente de estas operaciones por lo que entrañan de reducción de la potencia bélica del «Estado Islámico» y dislocación de su logística, la repercusión de las mismas sobre las relaciones con los europeos resulta imperceptible. Y es que la situación rusa es hilarante: sólo atacando directamente al «Estado Islámico», sin molestar a las fuerzas de la oposición al presidente Bashar Assad («Ejército Sirio Libre»), pueden los rusos satisfacer a las peticiones norteamericanas; y sólo atacando al «Ejército Sirio Libre», sin molestar al «Estado Islámico», pueden los rusos satisfacer a los turcos... Para colmo, ambas exclusiones son inadmisibles para Moscú porque dejaría incólume la amenaza que pesa sobre su principal —y único— aliado en la región: el presidente sirio Assad.

En los Estados Mayores europeos, entre ellos el español, existía una corriente de opinión favorable a la intervención en Siria, aunque ésta se limitara a operaciones aéreas y navales para apoyar las hipotéticas operaciones terrestres a cargo de la infantería de países árabes vecinos, pero una vez considerados todos los factores, incluidos la preparación de las fuerzas y el acuerdo de Naciones Unidas, se llegó a la conclusión de que cualquier acción de importancia habría de esperar por lo menos dos semanas (y así el transporte de hidrocarburos del «Estado Islámico» continuó en la dirección de Turquía sin ser molestado).

Demasiados intereses extraños. Los kurdos se enfrentan al «Estado Islámico» y Turquía bombardea a aquellos; Arabia Saudita e Irán, aliados, se enfrentan en Siria por el apoyo iraní al presidente Assad; Francia va por libre e intereses tan poco claros que acaban con una matanza en París. En fin, Moscú se decidió a intervenir con tanta mayor rapidez cuanto que la balanza en Siria se estaba desequilibrando y Assad tenía necesidad urgente de ayuda militar inmediata para enderezarla. Ello coincidió con el ofrecimiento hecho por Bélgica, España, Francia y Reino Unido de unir sus fuerzas a las de otros aliados (OTAN) para que fueran enviadas a Siria. Anticipándose a una intervención de los europeos, el 30 de septiembre comenzó el bombardeo ruso de las posiciones del «Estado Islámico» y del «Ejército Sirio Libre». Los ecos de este bombardeo tuvieron gran resonancia y produjeron efectos considerables en el Gobierno estadounidense, cuyo secretario de Estado, John Kerry, acusó al presidente Putin de una «política peligrosa». Es evidente que los bombardeos rusos trastornaron los fundamentos del plan norteamericano —y turco— en Siria, sea el que fuere, y que no sólo pasa por la eliminación del presidente Assad.

Los cuatro días. La posición turca se endureció cuando el día 16 de noviembre Putin confirmó veladamente algo que ya se sospechaba internacionalmente: las complicaciones de Turquía con el comercio del petróleo del «Estado Islámico». Cuatro días después, el ministerio de Asuntos Exteriores turco convocó al embajador ruso, Andrei Karlov, para advertirle de «consecuencias graves» en caso de continuar los ataques aéreos rusos en Siria contra la «población turcomana» (¿«Estado Islámico»?). Y otros cuatro días después, al tiempo que el presidente francés Hollande realiza una visita a Washington y se entrevista con su colega Obama, un avión militar ruso es derribado en Siria...