20 de diciembre de 2016

Marina «Malinche», madre de Nueva España

Jesús de Helguera
Marina (1502-51), indígena americana, nació en Painala (actual Méjico), llamada por los suyos «Malinche». Vendida por esclava al cacique de Tabasco, este se la regaló a Hernán Cortés, al que prestó útiles servicios por dominar el español y con quien tuvo un hijo, Martín Cortés. Contra ella se levanta una parte de la historiografía mejicana, que la describe como «traidora», opinión que ha de considerarse panfleto político despreciativamente alejado de la realidad.

Marina, originariamente Malinal Tenépoatl, nació en el actual estado mejicano de Veracruz, hija del cacique Teotingo y educada de acuerdo con las reglas de una «princesa» olmeca. Al morir su padre asesinado por los aztecas, la madre casó con otro cacique y tuvo a un hijo varón. Para que la primogenitura pasase a éste, Malinal fue entregada como esclava a unos comerciantes mayas (1509), siendo su comprador último el cacique de Potonchán (Tabasco).

En marzo de 1519, la expedición de Hernán Cortes alcanzó Tabasco. Los indios yucatecos les recibieron en actitud hostil, pero fueron derrotados y ofrecieron regalos a los vencedores, incluida una veintena de esclavas de los mayas, entre ellas Malinal, que abrazó el catolicismo y fue bautizada Marina.

Puesta al servicio de Alonso Hernández, un capitán de Cortés, se enamoró de éste, en el que veía, dícese, un cumplimiento de las profecías de ilusorios misticismos locales. Mujer brillante y resuelta, su condición de fluida políglota (varias lenguas aborígenes) era circunstancia que favorecía la atención de Cortés, quien la hizo su intérprete y, tras enviar a Hernández como mensajero a la Corte española (junio 1519), pasó a consejera y amante.

Cortés derrotó a cuantos americanos le atacaron, pero su intención era que los pueblos sometidos a los aztecas aceptasen condiciones de paz con los españoles. A este fin sirvió la indudable valía de Marina, que no había dejado de intuir que Cortés era el único medio de acabar con la opresión azteca, rica en crueldades. Intérprete en todos los contactos de Cortés con las embajadas que Moctezuma le envió, fue la entrevista de ambos en Tenochtitlán, capital azteca (noviembre 1519), la que la hizo famosa entre los pueblos deseosos de librarse de la dominación azteca.

Manuel Ramírez Ibáñez
Hernán Cortés y tras él Marina, «la india que le amó, de quien fue amado y que supo servirle con fidelidad admirable». El tratamiento de respeto (Doña Marina) que recibió de los conquistadores españoles, hombres de cualidades excepcionales, sin parangón en la historia del mundo, constituye la mejor prueba de su categoría de «gran mujer».
En mayo de 1520, como recibiera Cortés la falsa noticia de la muerte en Cuba de su esposa, a la que siempre detestó, casó con Marina, que para entonces se había hecho insustituible a Cortés por su amor a él, su serenidad e inteligencia. Tras la rendición de Tenochtitlán (13 agosto 1521), pasó a vivir con Cortés en Coyoacán, población erigida en centro político, y tuvieron un hijo, Martín (1522). Sin embargo, el matrimonio fue anulado ese mismo año al saber que la primera esposa de Cortés, Catalina Juárez, no había muerto. Ésta visitó Coyoacán y aparece muerta en su alcoba (febrero 1522) en circunstancias poco claras, al tiempo que los adversarios de Cortés y Marina intrigaban contra ellos por el gobierno de Nueva España. En tal coyuntura, Marina se trasladó a Méjico y su hijo pasó al cuidado de Altamiro, primo y hombre de confianza de Cortés. A partir de entonces acentuóse la separación entre ambos y en una expedición al actual territorio de Honduras (1523-26) Cortés la entregó en matrimonio a uno de sus capitanes, Juan Jamarillo, probablemente para alejarla de conspiraciones políticas y asegurar su posición social.

¿Una muerte aparente? En 1528, Cortés fue obligado a regresar a España y ella desaparece sin dejar huella. Según la tesis más tradicional, la enfermedad comenzó a minar su salud y moría en Méjico u otra ciudad de Nueva España. Sin embargo, al ir apareciendo documentos que la señalan a vida en 1550, algunos historiadores lanzaron un rumor: Marina fingió su muerte para diluirse en el anonimato de algún hospicio de Nueva España, en parte para escapar de los enemigos de Cortés, en parte entregada a la doctrina cristiana con el cuidado de enfermos y ancianos. La hipótesis parece posible, pero no se ha podido documentar de modo contundente.

Los hijos de Marina. Con Cortés tuvo un hijo, Martín, y con Jamarillo una hija llamada María, de la que nada se sabe. Martín pasó con su padre a España en 1528, allí vistió el hábito de los canónigos regulares de la orden de Santiago y fue paje del príncipe Felipe, hijo del emperador. En 1563 regresó a Nueva España como persona de noble alcurnia. Sospechoso de una conjura para hacerse dueño del Gobierno, fue sometido a tormento y enviado al destierro. En 1574, exonerado por Felipe II, sirvió con el capitán general Juan de Austria, hermano del rey y gobernador de Flandes (Bélgica), que formaba parte del Imperio español. Casado con Bernaldina Porras, que le dio un hijo, terminó sus días en España (1595).