El 27 de junio de 1980 fue derribado un avión comercial italiano mientras iba de Bolonia a Palermo, con 81 personas a bordo y sin que ninguna de ellas se salvara de la muerte. El Gobierno creó media docena de comisiones investigadoras, pero sus conclusiones no parecieron convincentes a amplios sectores de opinión, habiendo contribuido al desasosiego las circunstancias de que se perdieron o manipularon las pruebas.
El vuelo
IH870 era un McDonell Douglas «DC-9» serie 15 de la compañía Itavia, con 77
pasajeros (12 de ellos niños o bebés) y 4 tripulantes. El despegue se realizó
desde Guglielmo Marconi (Bolonia) hacia las 8 de la noche y una hora más tarde
desapareció, a unos 100 kilómetros al N de Palermo. A la mañana siguiente se
encontraron los restos del avión flotando en el Mar Tirreno, unos 25 km al NE de la
isla de Ustica. Se recuperaron 39 cadáveres y el examen forense concluyó que sufrieron
los efectos de una descompresión; es decir, el fuselaje se rompió o dislocó en
pleno vuelo. En consecuencia, se estableció provisionalmente como causa la fatiga de material, bien que los medios de comunicación popularizarían el nombre de «matanza de
Ustica» para negar la validez de la hipótesis oficial.
El 18 de
julio se encontraron en Castelsilano (Calabria) los restos de un
«MiG-23MS» libio y una comisión de investigación italo-libia concluyó que el
avión se estrelló a causa de un desmayo del piloto, pero el avanzado estado de
descomposición del mismo convenció algunos sectores de opinión de su relación
con la pérdida del vuelo 870.
Una extensa y virulenta oleada de atentados terroristas y el agitado clima social y político colocaron la «matanza de Ustica» en segundo término: el 2 de agosto un artefacto explosivo causó en la estación de Bolonia un centenar de muertos y en septiembre, con la dimisión de Francesco Cossiga de la jefatura del Gobierno, se abría una nueva crisis. Paralelamente, la distensión entre la OTAN y el Pacto de Varsovia se había deteriorado y aumentó el grado de probabilidad de que llegara a desencadenarse una conflagración mundial.
Una extensa y virulenta oleada de atentados terroristas y el agitado clima social y político colocaron la «matanza de Ustica» en segundo término: el 2 de agosto un artefacto explosivo causó en la estación de Bolonia un centenar de muertos y en septiembre, con la dimisión de Francesco Cossiga de la jefatura del Gobierno, se abría una nueva crisis. Paralelamente, la distensión entre la OTAN y el Pacto de Varsovia se había deteriorado y aumentó el grado de probabilidad de que llegara a desencadenarse una conflagración mundial.
Renitor
Referencias geográficas de la tragedia del vuelo IH870
|
Comisiones investigadoras. Al mismo
tiempo que rechaza la hipótesis de la fatiga de material, la opinión pública
exige explicaciones y el Gobierno se ve obligado a componer las comisiones
investigadoras de Luzzatti (1982) y de Blasi (1984), sin conclusiones unánimes
(bomba a bordo y misil, respectivamente).
Las dos
cajas negras (CVR y FDR) del vuelo 870 son rescatadas del fondo del Mar Tirreno en 1987 y 1991, respectivamente, por la compañía francesa
«Ifremer» y la británica «Winpol». Las conversaciones y sonidos en cabina
grabadas en la CVR («cockpit voice recorder») y los datos de vuelo registrados por la FDR («flight data recorder») son
enteramente normales, excepto la exclamación entrecortada de uno de los
tripulantes en el segundo inmediato a la dislocación del avión.
En 1989,
la agencia libia «Jana» anuncia que la aviación de la OTAN habría derribado el
vuelo 870 al confundir éste y el «Tupolev 134» de Gaddafi, al que pretendían
asesinar. Esta suposición, no obstante sin las
pruebas que requieren los hechos, va ganando verosimilitud.
La
discreción militar y el desbarajuste en las investigaciones extienden la duda
sobre las muertes por causas no naturales (ahorcamiento, asesinato, accidente)
de varios operadores de radar que trabajaban el 27 de junio de 1980 en las bases de Poggio Ballone, Lamezia Terme y
Otranto. Uno de los casos más comentados son las muertes, en agosto de 1988, de
Mario Naldini y Nutarelli Ivo, pilotos de los cazas italianos que transmitieron
una «señal de alarma» cuando el «DC-9» de Itavia volaba de Bolonia a Palermo, sin que se hiciera pública la causa de ella. Aunque sus muertes tuvieron lugar al colisionar sus aviones durante una exhibición aérea en Ramstein (Alemania), surgió desde ese
momento la sospecha de que pudieran estar implicados los mismos grupos que se
oponían a un esclarecimiento del vuelo 870.
Acusaciones y juicios. En 1999,
el juez Rosario Priore concluye que el vuelo 870 fue derribado por cazas
desconocidos, pero la discreción de la OTAN, incluidas las Fuerzas Aéreas
italianas, deshizo las posibilidades de Priore. Varios jefes militares y de los
servicios secretos italianos eran formalmente acusados bajo las acusaciones de
conspiración y otros presuntos delitos en relación con sus cargos, pero en 2007
se cerró el caso y se les exoneraba, por prescripción, de una conducción
deliberadamente engañosa.
En 2008
volvieron a agitarse las aguas de la polémica tras una declaración pública del
antiguo presidente Franscesco Cossiga en la que acusaba a la aviación francesa
del derribo del vuelo 870. La fiscalía de Roma abrió nuevamente el caso y se
pidió, sin obtenerse, una participación internacional.
En 2011,
el Tribunal de Palermo condenó a los ministerios de Defensa y de Transportes a
indemnizar con 100 millones euros a los familiares de las víctimas y sentenció
que el vuelo 870 fue derribado por dos cazas desconocidos, que intentaban derribar
a un tercero que volaba arrimado al DC-9. El juicio, que recogía y ampliaba las
investigaciones de Priore, no tuvo más importancia que la de señalar la
amargura y la inquietud de una parte de la población italiana, puesto que
finalmente se conseguía que, fueran cuales fueran los jueces y las pruebas
presentadas, los fallos tuvieron un sólo color: «cazas desconocidos».
Observaciones. Estudiando
los acontecimientos del 27 de junio de 1980, un punto que llama la atención es el referente a la
actividad aérea desarrollada en el Mar Tirreno por varias naciones, de entre 11
y 30 aviones, según las fuentes. Aunque no actuasen como fuerza OTAN, sino bajo
sus mandos nacionales, la acción parece coordinada o con conocimiento mutuo,
como ha demostrado el que muchos llevaban extinguidos los identificadores IFF.
A diferencia del avión comercial coreano abatido por la aviación de caza soviética (1983) o el iraní derribado por el misil de un crucero estadounidense en la Guerra del Golfo (1988), el vuelo 870 no se negó a identificarse y mantenía un vuelo de aproximación y comportamiento correctos.
Al parecer, Italia no ha ejercido enérgicamente sus derechos, acaso para no comprometer sus instituciones militares y políticas. Hay que recordar que en los años 80 los intereses en Chad y Libia conducen a la sensación de una guerra larvada entre Francia e Italia. Al respecto, un informe del CDC (Centro de Documentación Católico) dice así: «Una maraña de manejos político-financieros entre Libia e Italia habían aconsejado a esta conducir una diplomacia paralela con el régimen libio, sin la anuencia de la OTAN, como permitir que aviones militares libios sobrevolaran Italia disfrazados de vuelos regulares».
Es
evidente que el problema es más profundo que una simple cuestión de
culpabilidad: la solución de este complejo montaje puede resultar demoledor
para el prestigio y la credibilidad de italianos, franceses y, acaso,
estadounidenses. Cabe añadir la mala higiene moral de los autores, con las
extraordinarias dosis de sangre fría que se requieren para adoptar
el silencio en una situación cuyo resultado fue que perdieron la vida 81
inocentes, pasajeros y tripulación ocupantes de un avión comercial italiano, en
vuelo regular, con niños a bordo.
Prospectiva. El
secreto del vuelo 807 se divulgará y se hará público, pero solamente cuando los
indicios que pueden contribuir al descubrimiento de los hechos ocultos se
reduzcan a vestigios difícilmente probables. Como ejemplo de ello puede ponerse,
entre otros, el «Boeing 707» en ruta de Chicago a Los Ángeles, que explotó en
el aire (1962), posiblemente a causa de una bomba en los lavabos.
ANEXOS
Víctimas infantiles del Vuelo 870. Todos los pasajeros del vuelo 870 eran italianos,
12 de ellos niños. La nómina de los últimos es la siguiente: Sebastiano y Francesca
D’Alfonso (4 y 7 años); Francesco Di Natale (2); Giuseppe, Antonella y Vicenzo
Diodato (1, 7 y 10); Tizana y Daniela Marfisi (5 y 10); Alessandra Parisi (5);
Giovanni Pinocchio (13); Giulana Superchi (11); y Nicola Zanetti (6).
A los anteriores cabe añadir los siguientes, menores de edad: Paolo Bonati
(16), Giuseppe Cammarata (19), Carmela Fullone (17), Giacomo Guerino (19) y
Francesca Lupo (17).
Jesse B. Awalt
|