El 2 de agosto de 1990, Sadam Hussein envió unos 100 000 soldados para ocupar Kuwait y el mismo día Naciones Unidas exigió de Irak una retirada inmediata e incondicional. De su inevitable interdependencia con Europa y la OTAN, España vio afectados sus intereses por la invasión de Kuwait y el 26 de agosto de 1990 envió a la zona de crisis una fragata y dos corbetas, fuerza que se mantuvo hasta junio de 1991 con los oportunos relevos a intervalos del orden de tres meses.
Agotados todos los recursos de solución pacífica, se inició el 17 de enero de 1991 la ofensiva aérea de los Aliados y el 26 de febrero, sólo dos días después de la ofensiva terrestre aliada, Irak, con su ejército desecho, restauró el status quo ante bellum (véase La Guerra de Kuwait).
Consecuencia directa de la
participación española en la Guerra de Kuwait, en abril de 1991 unos 600 paracaidistas
españoles entraron en el Kurdistán iraquí a fin de proteger a los refugiados
kurdos perseguidos por las tropas de Saddam Hussein.
La liberación de Kuwait no supuso la paz, sino un continuo estado de cierta inquietud, con hostilidades episódicas siempre instigadas por Irak y con la eviterna oposición francesa a una expugnación del país.
Jerry L. Wood
La fragata «Victoria» (F-82), en aguas del Golfo Pérsico. Durante la Guerra de Kuwait España envió a Oriente Medio cinco fragatas y seis corbetas, que registraron el 18% del total de barcos, lo que le sitúa como tercer país en número de visitas, y fue uno de los tres únicos con presencia naval simultánea en el Golfo Pésico y el Mar Rojo.
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En 1996 la política exterior española tomó nuevos derroteros al ser investido presidente el conservador José María Aznar, cuyo programa condicionó una resuelta lucha contra el terrorismo y el fortalecimiento del papel español en el concierto de las naciones por vía del «internacionalismo».
La crisis de Punta Alemán o Isla Perejil (julio 2002), maniobra marroquí a fin de sopesar la tesitura española frente a una crisis en Ceuta y Melilla, comprobó los propósitos franceses y perfiló Estados Unidos como el aliado más proporcionado a los intereses españoles (véase Incidente de Punta Alemán). España y Estados Unidos mancomunaron su política exterior al punto que el último clasificó el primero como «aliado preferente», trato inusual que conlleva muchas ventajas en los planos político, militar y económico. De esta política resultó en Europa el eje Londres-Madrid, que se impuso al condominio franco-alemán (eje París-Berlín).
En 2001 el ataque terrorista a Estados Unidos marcó un punto de inflexión y el 16 de marzo de 2003 Estados Unidos, Reino Unido y España fijaron un plazo para el desarme iraquí, a la práctica un inequívoco ultimátum con declaración de guerra condicional. Esta amenaza no resolvió las vacilaciones del Gobierno iraquí y el día 20 comenzaron las hostilidades: Basora cayó el día 22 y los Aliados llegaron a Bagdad el 3 de abril, sucediendo seis días después el colapso político y militar del país.
Estados Unidos, Reino Unido y España fueron los países adelantados de la tácita alianza internacional contra el Irak baasista, si bien el último, por motivos políticos antes que prácticos, cuidó de una participación directa en la guerra, sin demérito de un compromiso total en la posguerra. Así, expugnado Irak, unos 1 300 soldados españoles fueron desplegados en las provincias de Nayaf y Diwaniya, con cuartel general en esta última. Iban provistos de 4 helicópteros tipo Cougar, unos 70 vehículos acorazados y algo más de 200 autocamiones y automóviles ligeros.
España extremo precauciones, pero las bajas eran inevitables. El 19 de agosto de 2003 falleció un capitán de navío español a causa del ataque terrorista a dependencias dela ONU en Bagdad. Un mes después,
un suboficial de la Fuerza Aérea, miembro del servicio secreto (CNI) y agregado a
la embajada española en Bagdad, fue muerto a puertas de su residencia. El 29 de
noviembre siete agentes del CNI, ellos todos del Ejército de Tierra, excepto un
sargento de aviación, fueron asesinados en el S de Bagdad por pistoleros
emboscados. Estas muertes respondían a un plan de conjunto, con blancos
selectivos, pero de cuyo móvil poco o nada se sabe.
La crisis de Punta Alemán o Isla Perejil (julio 2002), maniobra marroquí a fin de sopesar la tesitura española frente a una crisis en Ceuta y Melilla, comprobó los propósitos franceses y perfiló Estados Unidos como el aliado más proporcionado a los intereses españoles (véase Incidente de Punta Alemán). España y Estados Unidos mancomunaron su política exterior al punto que el último clasificó el primero como «aliado preferente», trato inusual que conlleva muchas ventajas en los planos político, militar y económico. De esta política resultó en Europa el eje Londres-Madrid, que se impuso al condominio franco-alemán (eje París-Berlín).
Jeffrey Lehrberg
El 9 de diciembre de 2002, en el Pacífico, tropas especiales de la fragata «Navarra» abordaron por la fuerza el barco norcoreano «So San», con cohetes «Scud» a bordo.
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Estados Unidos, Reino Unido y España fueron los países adelantados de la tácita alianza internacional contra el Irak baasista, si bien el último, por motivos políticos antes que prácticos, cuidó de una participación directa en la guerra, sin demérito de un compromiso total en la posguerra. Así, expugnado Irak, unos 1 300 soldados españoles fueron desplegados en las provincias de Nayaf y Diwaniya, con cuartel general en esta última. Iban provistos de 4 helicópteros tipo Cougar, unos 70 vehículos acorazados y algo más de 200 autocamiones y automóviles ligeros.
España extremo precauciones, pero las bajas eran inevitables. El 19 de agosto de 2003 falleció un capitán de navío español a causa del ataque terrorista a dependencias de
Michelle Michaud
Conferencia de las Azores entre José M. Aznar, George W. Bush, Anthony Blair y José M. Durao (16 marzo 2003), amplia maniobra diplomática de la que España no pudo beneficiarse a causa de un atentado terrorista que deshizo su política exterior.
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Los partidos de la oposición abogaron por el aislacionismo de España en el asunto de Irak, idea que prosperó apoyándose en la creencia de que el país tenía poco que ganar y mucho que perder en Irak, que los españoles contaban con la protección de una supuesta amistad con el Orbe árabe y que la paz no impediría derrocar a un dictador entregado a una política exterior depredadora. El atentado que el 11 de marzo de 2004 causó 192 muertos y 1 500 heridos, en circunstancias obscuras y de autoría no del todo clara, abrió una crisis inesperada y rompió de una manera dramática los pronósticos sobre las elecciones, sucediendo un nuevo gobierno que imprimió un cambio radical a la política exterior e instruyó una atropellada repatriación de las tropas españolas desplegadas en Irak, pero manteniendo y aun fortaleciendo aquellas otras en Afganistán. Como a todo aislamiento político de un país acompaña otro en asuntos económicos, España perdió las prerrogativas estadounidenses y la venta de armamentos de guerra a Israel, Taiwan, Irak y otros.
Matthew Bash
El destructor «Álvaro de Bazán» es despedido en aguas del Golfo Pérsico por la tripulación del portaaviones «Theodore Roosevelt» (3 diciembre 2005), al que convoyó como parte del «Carrier Strike Group 2».
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A la retirada de Irak seguiría una mayor complicación militar española en Afganistán. En este punto, sólo dos clases de observadores podrían distinguir la Guerra de Irak de la de Afganistán: los demasiado sutiles y los demasiado tontos.