Según el CDC (Centro de
Documentación Católico), el cardenal Marc Ouellet es favorito de la masonería
para Sumo Pontífice. El juicio crítico que persigue a esta
asociación secreta y la de los «perfectibilistas o iluminados», infiltradas en la Iglesia, hacen flotar en el aire conjeturas de toda
clase, como la de un plan preconcebido para sentar en el solio
pontificio a un amigo o socio de dichas sectas por medio de una
acción concertada, ejecutada en común.
Semejante aviso parece
aconsejable en vista de lo sucedido con ocasión de la abdicación de Benedicto XVI, en que una campaña mediática
ha divulgado hechos engañosos y opiniones subjetivas que dañan la
Iglesia católica, como la falsa relación de las finanzas vaticanas
y el fabricante de armas «Beretta». Estrechamente
relacionados con dicha campaña están los llamados «católicos de
avance», refractarios a toda postura conservadora en moral y rigidez
teológica, defensores de modificar decisiones doctrinales, incluidas
las voluntades Divina y Humana de Cristo, para «adaptar la Iglesia a las circunstancias cambiantes de las épocas»,
que viene a significar «y el hombre creó a Dios»; esto es, una
apostasía disfrazada de deísmo. Este ataque racionalista a la
Tradición se extiende inevitablemente a la Biblia, contra su
autoridad y autenticidad, reduciéndola a un libro mítico, mera
inspiración filosófica, como ha quedado probado en el mundo
protestante.
La herejía ha adquirido
demasiada fuerza para ser eliminada fácilmente y el credo de la
Iglesia se ve obstaculizado por la acción de personas influyentes
que desean «un cultivo intenso de los valores humanos»,
con lo que la fe sale en definitiva debilitada y los católicos no
reciben nuevos estímulos en su lucha contra las doctrinas heréticas.
La disposición de Benedicto XVI en adelantar el Cónclave, fijar una mayoría
de dos tercios para la elección del nuevo Papa y el secretismo en algunas materias busca, pues, impedir que estas asociaciones secretas puedan hacerse con el solio pontificio.
Sea como fuere, cuando sea dado
el grito de «¡Extra omnes!» comenzará un cónclave de
extraordinaria importancia para la historia de la Iglesia, acaso el
más importante y dramático por las consecuencias imprevisibles de
tantas implicaciones obscuras.