20 de febrero de 2013

Ruidos extraños («hum»)


Desde los años 70 se viene registrando un curioso fenómeno sonoro que por sus insólitas características ha planteado a la Ciencia un problema difícil. Algunos técnicos han desplegado una pequeña actividad en busca de soluciones al problema de dichos ruidos, pero sin avances concluyentes.

Una de las causas del creciente interés reside en el hecho de que la expansión del fenómeno incluye áreas pobladas en Estados Unidos y Europa, como Taos en Nuevo México (1995) o Woodland en Inglaterra (2011), en que sus habitantes exigieron de las autoridades una solución al problema. Las observaciones en ambos casos coinciden fundamentalmente en que la existencia de estos ruidos, que semeja vagamente el funcionamiento de un motor de explosión, crea dificultades de orden higiénico para la población. Se dicen que son muy molestos y no van unidos a actividades industriales y de otras clases. Entorpecen la tranquilidad y a veces el descanso nocturno del pueblo poco afectado por los ruidos del tráfico rodado. Las vibraciones parecen comunicadas por el aire y el suelo a las estructuras de los edificios, que resultan muy desagradables para la estancia en los mismos. Más que por la potencia del sonido en cuestión, es la elevada frecuencia de aquél la que causa un nivel «fisiológico molesto» (impresión recibida por el oído). Los efectos del ruido sobre las personas varían desde la simple incomodidad hasta la fatiga, sin referencias al cosquilleo ni el dolor de oídos que indican altos niveles sónicos.

Un dato que merece tenerse en cuenta al intentar explicar el origen de este ruido es que la mayor parte de ellos se produce de noche y no siempre perceptible por todos los habitantes del pueblo afectado.

En cuanto al proceso origen del ruido se sostienen varias hipótesis. Podría ser una emisión de origen geológico, a partir de movimientos tectónicos, una extraña interacción de «ondas acústicas gravitacionales», radiotransmisiones submarinas de muy baja frecuencia o... una «patología colectiva». Además, se ha sugerido que el choque violentísimo de grandes masas de agua, que tal vez se produce en fondos marinos, también podría explicar el proceso. Ninguna de ellas da una explicación de conjunto y algunas resultan exóticas.

Lo cierto es que desde que se conoció el fenómeno las autoridades no le dan la consideración debida; parece ser que los imperativos económicos de todo trabajo científico de alcance dificultan la adopción de medidas investigadoras ante un hecho curioso, extraño, pero aparentemente ocasional e inofensivo.

Billy Hathorn
Pueblo de Taos, en Nuevo México (Estados Unidos), escenario del acaso más famoso episodio del fenómeno sonoro llamado «hum» (zumbido).
Ruidos extraños («hum») en España. Indistintamente de la sensibilidad auditiva del sujeto, la interpretación personal de la imagen sonora es subjetiva: el oído externo capta el sonido, el oído interno lo codifica para enviarlo al cerebro y este lo analiza, comparándolo con otros almacenados en la memoria. En consecuencia, en este asunto del llamado hum (zumbido) no hay más medios de prueba que los registros sonoros. Al parecer hay muchos, pero una mayoría en soportes inadecuados (teléfonos portátiles, grabadoras domésticas) y no pocos fraudulentos.

En enero de 2013, en Barcelona, conseguimos obtener por primera vez, de forma satisfactoria, pero de manera casual, el registro de una imagen sonora con la peculiaridad del llamado «zumbido». Se trata de una grabación de prueba en la que se han registrado muestras de diversos sonidos para probar un equipo grabador múltiple (magnetófonos Nagra IV-S y UHER 4200 y grabadora digital H4N, con sendas parejas de micrófonos direccionales de «caña larga» o «cañón»). Por razones de conveniencia técnica, los magnetófonos, de velocidad variable, giraban a 19 y 2'4 cm/s (este cambio de velocidad, que permite aumentar el contenido, se utiliza en el campo profesional para la simulación satisfactoria de sonidos aparentes o «efectos sonoros»). En todos los aparatos se seleccionó por igual el control de volumen, que actúa con independencia de la frecuencia. Durante la grabación y, más tarde, en la reproducción se echó de oír un sonido incomprensible en los tres registros, incluido aquel realizado a «5 000 ciclos» (frecuencia de respuesta de sólo 25 a 6 000 Hz). El hecho de que el operario no percibiera la imagen sonora sin auriculares no es extraordinario; la mayor parte de los sonidos caen dentro del campo auditivo del hombre, pero existen algunos con vibraciones demasiado bajas o demasiado altas para ser percibidos.

Sin irregularidades en los revestimientos de las cintas magnéticas (Basf DP26) ni los electroimánes o cabezas registradoras entre los que pasan aquellas, con micrófonos bien enlazados y una gran amplitud de tono, sin problemas de resonancia, como tampoco actividad industrial y de otra clase ni tráfico rodado en rededor, la explicación se complica y no hay más solución que un «tratamiento de reproducción». Al reproducir existen varias funciones o bloques para modificar la calidad de la señal, pero cuando se trata de «identificar» una imagen sonora o su fuente hay que utilizar con gran cuidado la incorporación de filtros u otros recursos, pues se pueden imponer efectos modificadores indeseados. De momento, la fuente del sonido no está clara y en cualquier caso se ha desechado la implicación de «oscilaciones electromagnéticas» (el sonido es un fenómeno de presión oscilatoria).