Attila Hejja
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La
preocupación sobre una militarización encubierta del espacio ya se
apuntó en el artículo Aviones misteriosos: Boeing X-37, en el
que se tratan las motivaciones de las misiones secretas de este avión
aeroespacial, lanzadera en miniatura para la Fuerza Aérea, lo
suficientemente pequeña (9 m de longitud) para encerrarla en un
cohete y satelizarla en órbita baja o LEO (Low Earth Orbit), a
unos 200 km de altura, la más apropiada para el espía espacial,
demasiado elevada para los aviones, excesivamente baja para los
satélites libres y que compromete las posibilidades de éxito de
anti-satélites enemigos.
El
secretismo que rodea el Zuma, y sobre todo el programa X-37, es
una violación al Derecho Espacial, que Estados Unidos justifica en
interés de la «seguridad nacional». El 7 de septiembre de 2017 fue
lanzado un X-37B, la quinta misión de esta serie, con «un número
indeterminado de satélites a bordo», que tanto puede significar
ingenios de aplicación científica, espías intercontinentales o
armas cinéticas, y sin descartar entre ellos ciertos ensayos
camuflados de bombas orbitales. Con tan sombrío cargamento
reaparecen las antiguas pesadillas del FOBS o sistema de bombardeo
orbital fraccionado (nuclear) y el anti-satélite (energía
cinética).
El
FOBS (Fracctional
Orbital Bombardment System) consiste en mantener en órbita cabezas
de combate nuclear que pueden ser lanzadas desde su órbita contra
blancos terrestres, a altura no superior a los 200 km, lo cual supone
escapar fácilmente a la vigilancia del radar y hacer que el tiempo
de alerta quede reducido a unos tres minutos. Dícese que ninguna
potencia se decidió a adoptarlas definitivamente, pero la Unión
Soviética realizó varias pruebas de FOBS, utilizando el misil SS-9 Scarp, trifásico de propulsor líquido. Y desde el decenio de
1970 se pueden proveer cabezas de combate nuclear que llevan un
sistema de propulsión integral que permite corregir la trayectoria a
partir de la reentrada.
Anti-satélites.
El
gran avance conseguido en satélites de comunicación colocó estos
entre los principales blancos de ataque de los anti-satélites,
programa netamente ofensivo que la Unión Soviética venía
experimentando exitosamente desde 1967 con la persecución y
destrucción simulada entre satélites amigos. Una pequeña arma
cinética y sin explosivo, en la forma de un interceptor coorbital,
basta a desestabilizar o averiar un satélite, inutilizándolo en
ambos casos, pero en el programa estadounidense Strategic Defence
Iniciative (1983) se sopesaron sistemas de armas como el láser o
los haces de partículas, ahora ensayados, dícese, en el X-37B.
Los
tratados básicos del Derecho espacial
insisten en el exclusivo uso pacífico del espacio exterior y
proscriben del mismo, y de los cuerpos celestes, todas las acciones
de carácter bélico o de iniciación militar, pero no se han
alcanzado resultados concretos. Prácticamente desde 1960 han venido
utilizándose satélites con aplicaciones militares y se llegó a
trabajar en proyectos secretos que presentaban como principal
objetivo el bombardeo atómico de la cara oculta de la Luna (véase
Militarización de la Luna). Se hace evidente que con el tratado
START III o New Start (2010) se da al mundo la falsa sensación de que se encuentra a
salvo del combate nuclear; otro tanto podría decirse del citado
Derecho espacial en respecto a la militarización del espacio
ultraterrestre.