19 de julio de 2016

Golpe de Estado en Turquía

EFE
La inestabilidad política de Turquía encuentra sus raíces en la oposición entre las jefaturas jurídico-militares y el presidente Erdogan. Las primeras actúan como guardianes del laicismo fijado por Mustafá «Atatürk» (rigurosa separación entre el Estado y la religión); el segundo es islamista, presidencialista y se le relaciona con una cadena de delitos económicos a gran escala. Así, la amenaza de un golpe de Estado no era una cuestión de probabilidades, sino de plazos.

El 15 de julio de 2016, a las 21 h 30 min (hora española), una parte del Ejército se sublevó contra el presidente Erdogan, pero las protestas civiles y las fuerzas leales aplastaron la intentona en pocas horas. Principales organizadores de los tumultos fueron miembros de colectivos islámicos, con su atuendo característico y el grito «Allahu akbar» («Alá es el más grande»). Al día siguiente, Erdogan consideró instigador de la rebelión a su principal enemigo político, Fetullah Güllen, y solicitó su extradición a las autoridades estadounidenses.

Algunos han denunciado que el golpe había sido prefabricado por el propio gobierno para justificar la represión subsiguiente y reorganizar la estructura social turca con la islamización y un régimen presidencialista (el presidente de la república es también el jefe del gobierno, sin depender de la confianza de las cámaras).

La Purga. Como resultado del fallido golpe de Estado, el Gobierno de Erdogan quiere someter a juicio a miles de jueces y militares y dictar varias sentencias de muerte; esto es, la purga del poder judicial y el Ejército. En un lapso de tiempo meteórico fueron detenidas más de 6 000 personas (jueces, militares, profesores) acusadas de trabajar en colusión con el golpe para derrocar al Gobierno, sin garantías jurídicas ni más pruebas que una relación nominal de sospechosos, necesariamente preparada en días o semanas anteriores al golpe de Estado.

Como consecuencia de estas medidas, la posición de la Unión Europea y los Estados Unidos se endureció y algunos grupos de opinión proponen —otra vez— excluir Turquía de la OTAN, país poco fiable y con un presidente tan poco recomendable como Erdogan.

Tolga Bozoglu
La intentona del Ejército turco, con organización y objetivo tan poco claros que se la describe como «tragicómica» (más de 200 muertos), ha tenido consecuencias felices para Erdogan, islamista y presidencialista.
Episodios extraños. Dejando aparte una intentona de sospechosa autoría, el mayor misterio, sin embargo, está en el paradero de una docena de buques de la marina de guerra turca. No se puede avanzar por ahora en esta cuestión hasta no averiguar, al menos de fuentes auténticas, cuánto hay de verdad en ello. Una aserción inverosímil, increíble, es la de una decena de explosivos nucleares almacenados en Incirlick que desaparecen sin dejar huella.

Los misiles españoles en Turquía. Desde 2014 hay desplegados en Adana, a pocos kilómetros de la base aérea OTAN de Incirlick, dos baterías antiaéreas de misiles «Patriot» españoles y unos 130 soldados (Véase «España despliega misiles en Turquía»), las únicas del tipo en Turquía tras las retiradas alemana y estadounidense. Nada se sabe de la situación enfrentada por el destacamento español (74º Regimiento de artillería antiaérea). Al parecer, hubo un «estado de alerta general» para proteger los misiles, pero sin ser molestados. En Adana tiene cuartel general el 6º Cuerpo de Ejército turco, con una brigada acorazada (5ª), otra de infantería mecanizada (39ª) y un regimiento de artillería (106º).