12 de diciembre de 2016

España y el incidente del «Blackwarrior»

Renitor
Durante el reinado de Isabel II (1833-68) surgieron graves incidentes entre Estados Unidos y España como consecuencia del amparo dispensado por aquéllos al movimiento separatista de la isla de Cuba. El presidente estadounidense, Pierce (1853-57), aludió en su mensaje a la necesidad de adquirir Cuba, pero España se negaba a la transacción y Estados Unidos buscó la guerra como pretexto para la ocupación de la isla.

El «Black Warrior» era un barco mercante estadounidense. Cuando hacía la ruta comercial entre Nueva York y Mobile (Alabama) hizo escala en La Habana (Cuba), donde fue apresado el 28 de febrero de 1854 por las autoridades españolas bajo el cargo de violación de las normas portuarias por no declarar el cargamento. El barco quedó en libertad poco tiempo después, pero su detención produjo gran conmoción en Estados Unidos y se exigieron satisfacciones a España. Pierre Soulé, ministro de Estados Unidos en Madrid, presentó una reclamación con inusitada insistencia, pero obtuvo una virtual negativa a sus pretensiones. Ciertos dirigentes sudistas, deseosos de anexionarse Cuba, vieron en este hecho ocasión propicia para iniciar una guerra contra España. El Norte, disgustado por el proyecto Kansas-Nebraska (introducción de la esclavitud en el territorio de Kansas) que se estaba discutiendo en el Congreso, rehusó adherirse al clamor general y pudo evitarse la guerra.

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Fragata de hélice española «Tolosa». En 1853 se construyeron en los arsenales de Cádiz y Ferrol algunos barcos de hélice, muy oportunamente, ya que permitieron mantener a raya a los estadounidenses, que empezaban a intervenir en los restos de nuestros territorios americanos (Cuba y Puerto Rico), asiáticos (Filipinas) y en Oceanía (Guam).
El Manifiesto de Ostende, consecuencia en parte del incidente del «Black Warrior», es un documento firmado en Ostende (Bélgica) el 18 de octubre de 1854 por los embajadores norteamericanos en Reino Unido, Francia y España, James Buchanan, John Y. Mason y Pierre Soulé. Éste, con los anteriores, lanzó el «Manifiesto de Ostende», en que proponía la compra de Cuba, afirmando hipócritamente que sería ventajosa para Estados Unidos y nada deshonrosa para España. Si España se negaba a la transacción, Estados Unidos se vería obligado a conquistar la isla por la fuerza. El ministro de Estado español declaró que «vender la isla de Cuba equivaldría a vender el honor del país»; las Cortes españolas aprobaron unánimemente sus palabras.

La publicación del «Manifiesto» provocó la indignación de los españoles. «La Época» del 19 de diciembre de 1854 comentaba: «España está decidida a quemar el último cartucho antes que consentir en un mercado vergonzoso de su honor». El manifiesto fue desautorizado por el secretario de Estado americano, William Marcy. Estados Unidos no se decidió tampoco a utilizar la fuerza en aquel momento, porque sospechaban que ni Francia ni Reino Unido permanecerían indiferentes.