6 de diciembre de 2016

¿Por qué la OTAN atacó Libia?

Renitor
En diciembre de 2015, la publicación del correo electrónico privado de Hillary R. Clinton avala la sospecha de que el ataque OTAN a Libia (2011) respondía a motivaciones económicas de especial repugnancia. Y aunque siempre se ha ido a la guerra para defender altos intereses económicos, en este caso aparecen indicios de un ejercicio degenerado de las resoluciones de Naciones Unidas que, en Derecho Internacional, podría tipificarse como crimen de guerra.

En la década de 2000, Libia descuidó sus fuerzas armadas, se encerró en una política continental y su política interior fue una de las más beneficiosas que ha disfrutado el país. Sus gigantescas y carísimas obras hidráulicas del «Gran Río», destinado a comunicar los grandes acuíferos bajo el desierto de Nubia con las zonas habitadas de la costa, alarmaron a los franceses y a los organismos económicos interesados en el control y privatización de estas reservas acuíferas (son las únicas en el N africano).

Sin embargo, fue en política exterior donde Gaddafi llamaba a las puertas de la desgracia al abrigar el propósito de crear una divisa monetaria común de los países africanos productores de hidrocarburos; es decir, acabar en África con el reinado del «petrodólar», empleado para cuantificar las reservas de divisas acumuladas por países productores de petróleo, y especialmente las depositadas en bancos europeos. Para mantener la confianza en la nueva moneda africana, el Banco Central de Libia almacenaba, según un correo electrónico remitido a Hillary Clinton por su asesor Sidney Blumenthal, más de 140 t de oro y otras tantas de plata.

Este plan económico —al que los libios tenían todo el derecho— amenazaba los privilegios petrolíferos en el N africano, el petrodólar, el euro, el neocolonialismo en general y la banca en particular, al punto que el presidente francés Nicolás Sakorzy describió a Libia como «una amenaza para la seguridad financiera del mundo».

Ministerio de Defensa de España
Un F-18M español en Sicilia (Italia), durante el ataque a Libia en 2011, del que participaron 16 países, todos OTAN, excepciones de Catar, Emiratos Árabes y Suecia
Los efectos combinados de estos intereses permitieron la unión de estadounidenses y europeos (Reino Unido y Francia los más interesados) en una solución bélica del «problema libio». En febrero de 2011 el régimen autocrático de Gaddafi se enfrentó a una oposición creciente en el país, con actos o movimientos sediciosos originados por «agentes extranjeros». Les seguirían más tarde un pequeño grupo de tropas selectas (británicas o francesas, según la fuente), vestidas y armadas a imitación de los «rebeldes» locales, estos a su vez relacionados con organizaciones terroristas subsidiarias de «Al Qaeda». La «resistencia libia» no contaba con suficientes medios disponibles para asegurar una razonable posibilidad de éxito y la solución era un ataque aéreo en gran escala.

La iniciación de un estado de guerra debe ser precedida de una declaración, que en el caso de Naciones Unidas adopta la forma de «resoluciones». El ataque de la «Coalición internacional» (la OTAN arropada por Naciones Unidas) vino motivado por las acusaciones de que el Gobierno libio era responsable de violaciones diversas de los derechos humanos, pese a que varias organizaciones humanitarias en este país dudaron, e incluso negaron, tales acusaciones. El orden de las cosas fue el habitual: los medios informativos conformaron la opinión pública y Naciones Unidas legitimó la solución bélica (resoluciones 1970 y 1973).

Prácticamente a nadie se le ocurrió pensar, por ignorancia o hipocresía, que los ataques a Libia e Irak respondían a los mismos intereses, como se puso de manifiesto en la falta de sensacionalismo periodístico e histeria callejera que caracterizaron las protestas contra la participación española en Irak.

«Alea iacta est». El 19 de marzo de 2011 se ordenó el ataque a Libia y su ejército, en muy malas condiciones de uso, sufrió una derrota completa que aseguró a corto plazo la victoria «rebelde». Las acciones de la OTAN sólo podían dirigirse contra objetivos militares que constituyesen una amenaza a la población civil, incluida la aviación, pero se llevó a cabo una intensa campaña de bombardeos aéreos en misión de apoyo directo a los «rebeldes», que también afectó al «Gran Río» (el suministro de agua cesó casi por completo).

Reuters
La intervención de la OTAN en Libia, que aquella describe como «satisfactoria», terminó con un balance general desolador: colapso económico, graves daños en infraestructuras, violencia terrorista, contrabando generalizado y corrupción muy extendida, que arruinaron el país africano con las mejores estadísticas de bienestar social.
Esta actitud de la OTAN halló expresión en las opiniones muy críticas de presidentes y jefes de Estado como el sudafricano Zuma, el indio Singh, el chino Jintao o los «dos grandes amigos europeos» de Gaddafi, el italiano Berlusconi (autorizó el ataque sólo por imposición parlamentaria) y el español Aznar (dejó la presidencia en 2004). Pero estas críticas no ayudaron a crear en Europa una actitud más responsable frente a la tragedia libia.

Misión cumplida. Trípoli cayó el 22 de agosto, en Sirte fue asesinado Gaddafi el 20 de octubre, sin que se haya podido determinar la identidad de los asesinos, y el cuartel general de la OTAN anunció la conclusión de los ataques aéreos el 31 de octubre. Gaddafi había muerto, Libia estaba arruinada, sus depósitos en oro a buen recaudo y el proyecto de unión económica entre países africanos productores de petróleo hecho pedazos, acaso para siempre. Por supuesto, tales no eran los fines de la «coalición internacional», pero tales fueron los resultados.

Aun cuando se demostrase que el ataque a Libia comprendía el planear, preparar, iniciar y sostener una guerra de agresión so pretexto de la violación de los derechos humanos, no hay que hacerse esperanzas: los hechos indican que los criminales en el seno de Naciones Unidas han gozado de total inmunidad jurídica; por ejemplo, la vergonzosa Resolución 1487 (véase «Delitos de los cascos azules»).