US Department of Defense
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Ya en los primeros años de la II Guerra Mundial, a raíz de lograrse la fisión nuclear (1939), Estados Unidos, Reino Unido, Rusia y Alemania pensaron en utilizar la energía atómica como agente destructor. Alemania tenía en Erzgebirge (Checoslovaquia) uno de los cuatro veneros mundiales de «pechblenda» más importantes, mineral con un contenido de hasta el 80% de óxido de uranio, elemento metálico natural indispensable en el desarrollo de armas atómicas. Empero, la «reacción en cadena» o explosiva que tiene lugar en la bomba atómica requiere uranio de número másico 235 (U-235) puro, aislado de los demás isótopos, tarea ardua al punto que en 1940 los científicos estadounidenses lograban aislar mediante el espectógrafo de masas cantidades tan ínfimas de U-235 que la obtención de un gramo equivalía a más de 20 000 años.
En 1939 el fisicoquímico alemán Otto Hahn anunció que en la escisión del núcleo del átomo de uranio podían quedar en libertad cantidades fabulosas de energía (unos 200 millones electronvoltios), descubrimiento que sugirió un avanzado programa atómico en la Alemania nacionalsocialista. Ante tal contingencia, el presidente Roosevelt, a mediación de Albert Einstein, creó en 1940 el «Advisory Committee on Uranium», que en 13 de agosto de 1942 se integró en el programa del Ejército con el nombre en clave «Plan Manhattan», colocado bajo la dirección del general de brigada Leslie Groves. Sin embargo, la presunta ventaja alemana era infundada: en diciembre de 1942, cuando Estados Unidos ya había logrado una reacción en cadena y concluido una instalación de difusión gaseosa en Tennessee que permitió separar grandes cantidades de U-235, en Alemania sólo se habían dado unos pasos en las investigaciones dirigidas a obtener energía nuclear en condiciones que permitieran su empleo práctico.
US Signal Corps
La primera reacción nuclear autosostenida se consiguió en 1942 con una pila atómica construida por físicos del Laboratorio Metalúrgico de la Universidad de Chicago.
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Dos pruebas realizadas en el atolón de Bikini en julio de 1946 («Operación Crossroads») comprobaron los desastrosos efectos de las bombas atómicas sobre los navíos y un 50% de los animales experimentales embarcados en ellos murieron instantáneamente o recibieron una cantidad letal de radiación. A estas pruebas siguieron otras 40 entre 1948 y 1953, ellas todas en Nevada y Eniwetok, pero los resultados obtenidos se ocultaron en la discreción militar. En 1949 Rusia hizo estallar una bomba atómica en sus regiones árticas y tres años después Reino Unido ensayó otra en la isla de Monte Bello (Australia). Para determinar los efectos de la radiación en las explosiones atómicas se hacían avanzar tropas desprotegidas sobre las áreas de prueba e, incluso, se exponían a las mismas personas con deficiencias mentales.
La reacción nuclear en cadena autosostenida requiere que la masa de material fusionable no rebasase cierto límite crítico. Inevitablemente, las primitivas bombas atómicas eran muy voluminosas y sólo los grandes bombarderos oportunamente reformados, como el tipo Boeing B-29 «Superfortress», podían transportarlas y lanzarlas. Uno de los objetivos principales, pues, fue mejorar la relación rendimiento/peso a fin de crear armas más pequeñas e incorporar cabezas nucleares a los cohetes.
La bomba de hidrógeno. En 1954 Estados Unidos realizó en las Islas Marshall el primer ensayo de una bomba de hidrógeno, de una potencia mil veces mayor que la de la bomba atómica. Principal diferencia de entre ambas es que la fusión de átomos de hidrógeno libera una cantidad mayor de energía que la fisión de los átomos del U-235 o del plutonio del arma atómica. Básicamente, la bomba «H» imita groseramente las fuerzas existentes en el interior de las estrellas y su efecto más mortífero reside en producir una mayor cantidad de polvo radiactivo. Como su capacidad destructiva sólo depende de su tamaño, se puede construir una con el deuterio o «hidrógeno pesado» necesario a fin de producir lluvia radiactiva en cantidad suficiente para extinguir la vida sobre la Tierra (la llamada «Máquina del fin de los tiempos» o «Armagedón»).
En este mismo año se empezó a construir en Shippingport (Pensilvania) la primera central nuclear para la producción de electricidad. Tanto en Estados Unidos como en Unión Soviética, ricos ambos en combustibles convencionales, la central nuclear no resultaba más económica que los sistemas tradicionales, pero se multiplicaron para suministrar los elementos fisionables utilizados en la bomba atómica, como el plutonio 239, que no se encuentra en la naturaleza y se obtiene del uranio en reactores nucleares.
La proliferación. Las explosiones atómicas produjeron una considerable diseminación de partículas radiactivas, aun en el caso de las subterráneas, que también hicieron llegar a la atmósfera desechos radiactivos. El aumento de estroncio-90 en el hemisferio N a causa de estas pruebas constituyeron una preocupación mundial y en 1958 se acordó un periodo de abstención de pruebas en la atmósfera. Esta suspensión quedó rota en 1960 con los experimentos franceses en el Sahara, iniciativa que sirvió de pretexto a la Unión Soviética a reanudar las suyos en 1961. Estados Unidos hizo otro tanto al año siguiente, con más de 80 pruebas en Nevada (subterráneas) y en el Pacífico (atmosféricas). En 1962 los ensayos nucleares totalizaban más de 400 pruebas, media docena británicas y francesas.
Por estas fechas el arsenal atómico estadounidense era unas nueve veces mayor que el soviético, pero este contaba las armas suficientes (unas 3 300) para contestar a una acción nuclear americana e, inclusive, asestar un golpe atómico masivo a Estados Unidos, sucediendo así cierto «empate atómico». Ante la perspectiva de una destrucción recíproca, el secretario de Defensa estadounidense MacNamara concibió la idea de la «respuesta flexible»; es decir, emplear las armas atómicas sólo después de vencida la defensa convencional y en el campo de batalla. A entendimiento de Estados Unidos, esta estrategia nuclear exigía un mando y control centralizados, pero Francia objetó que el propósito americano y ruso de impedir la proliferación de armas nucleares y controlar las existentes pretendía reducir Europa a la servidumbre. Sea como fuere, la respuesta flexible, no obstante prosperar, no satisfizo y, supuesto que la OTAN no tenía prevista en caso de guerra una acción de avance más allá del «telón de acero», los europeos dudaron del compromiso americano en la defensa de Europa.
En 1963 Estados Unidos, Unión Soviética y Reino Unido acordaron nuevamente limitar las pruebas nucleares atmosféricas, pero Francia no se adhirió al tratado y al año siguiente China hizo estallar una bomba atómica en los desiertos de Sinkiang. Esta prueba indicó que cualquier país podía agenciar técnica nuclear adelantada y a un costo inferior al que se había supuesto. De hecho, la bomba atómica resulta más económica que un moderno arsenal convencional y en los años 60 ya trabajaban en ella una veintena de países, incluidas España y Suiza.
A partir de 1966 China y Francia realizaron ensayos con material termonuclear, un paso hacia la fabricación de bombas de hidrógeno, las primeras de las cuales probaron con éxito en 1967 y 1968 respectivamente. En este año Israel consiguió su primer explosivo atómico y dos años después lo hizo India, el país más pobre del mundo, con 50 millones de parados (la cuarta parte de la población activa) y unas calamitosas estadísticas de bienestar social. Inevitablemente, se sospechó que la ayuda mundial a la India no había sido utilizada para alimentar a su desnutrida población.
Estas
pequeñas fuerzas atómicas, a las que MacNamara llamó «inútiles y
peligrosas», plantearon problemas de gran envergadura y una grave
amenaza al equilibrio mundial. A esta proliferación contribuyeron
mayormente Francia y China, sendos elementos desestabilizadores en
sus respectivos bloques de influencia, que hicieron de la tecnología
nuclear un elemento de su política exterior.
US National Archives
Entre los efectos biológicos inmediatos a la absorción de una potente dosis de radiación aparecen vómitos, hemorriagas, caída de pelo, diarrea y lesiones cutáneas.
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El
primero de los tratados de limitación de armas estratégicas se
firmó en 1972, el SALT
I, al que siguieron otros de mayor amplitud e importancia: SALT
II (1979) y START
(1982). Pese a estos acuerdos, el arsenal nuclear mundial tomó
aumento y en 1989 alcanzó su cimera, con 69 500 armas. En este año se inició una reducción del orden de unas dos mil armas anuales, acrecentada a unas cuatro mil a partir de 1991.
Estas efemérides coinciden con la decadencia de la «guerra fría»: la
desintegración del Pacto de Varsovia, cuyos pronuncios asomaron en
la cumbre celebrada en Bucarest en 1989, se rubricó en 1991 en el
palacio Czernin de Praga. Es decir, tales iniciativas sólo
sirvieron a los intereses domésticos de las potencias hegemónicas.
En
1997 había unas 36 000 cargas atómicas, mayormente americanas (12 000)
y rusas (23 000).
Esta relación oficiosa no es fiable; cualquier país puede hacer
dejación unilateral de la NPT («Nuclear Non Proliferation Treaty»),
caso de Corea del Norte en 2003, y estorbar con efugios legales la
inspección de un organismo internacional con facultad para
examinar todas las instalaciones atómicas sospechosas de actividades
potencialmente peligrosas. Otro
baremo para medir la construcción de armamento nuclear es conocer la
producción mundial de uranio, pero los antiguos países comunistas
no hicieron públicas sus respectivas producciones y las difundidas
en el bloque capitalista son poco fiables. Finalmente, la fuga de
científicos del extinto Pacto de Varsovia facilitó a las naciones
subdesarrolladas la consecución de armas de destrucción masiva.
Así, Pakistán y Corea del Norte, entre los países más pobres del
mundo, consiguieron explosivos atómicos en 1998 y 2006,
respectivamente. Irán, también con una humilde «renta per cápita», anunció
en 2005 sus propósitos. Según señalan los técnicos, los sistemas
de armas nucleares iraníes ya han tomado forma y entre 2014 y 2015 podrán desarrollar toda su potencia. Hay que suponer un uso
terrorista de estas armas por cuanto Irán carece de la fuerza
necesaria para destruir los medios estratégicos occidentales. La
OTAN e Israel, pues, pueden operar en situaciones muy graves, quedando
obligados a adoptar medidas de carácter extraordinario.
Ensayos atómicos
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País
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Número
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Periodo
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EEUU
Rusia
Reino Unido
Francia
China
Israel
India
Pakistán
Corea del Norte
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1030
715
45
210
45
¿?
3
2
2
|
1945 - 92
1949 - 90
1952 - 91
1960 - 96
1964 - 96
1968 - ¿?
1974 - 98
1998 - ¿?
2006 - ¿?
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Notas.—Se
tratan de cifras oficiales por cuanto la dificultad de distinguir un
terremoto de una explosión atómica subterránea permite realizar pruebas en
secreto en focos de intensa actividad volcánica.
Arsenales atómicos reconocidos durante la «guerra
fría»
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Año
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EEUU
|
Rusia
|
Reino Unido
|
Francia
|
China
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1945
1950
1960
1970
1980
1990
|
6
370
20 400
26 500
23 900
21 800
|
—
5
1 600
11 600
30 000
37 000
|
—
—
30
280
350
300
|
—
—
—
35
250
500
|
—
—
—
75
280
430
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Fuente: Centro de Documentación Católico (CDC)