13 de octubre de 2014

El papa Francisco y la homosexualidad

Gobierno de Argentina
En 2007 un documento del Centro de Documentación Católico concluyó que la «Iglesia católica sobreviviría en pocos años a Benedicto XVI». La razón para tal opinión es un plan preconcebido para sentar en el solio pontificio a un amigo de la masonería u otra sociedad «iluminada», al parecer finalmente conseguido, cuya consecuencia sería «la desintegración de la Iglesia católica en una familia de sectas incapaces de resistir la universalización de las doctrinas materialistas».

El 13 de octubre divulgó el Vaticano un documento («Retatio Post Disceptationem») en el que se reconoce que «los homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana» y con el remate de una declaración del secretario general del sínodo, Bruno Forte, religiosamente sospechososa: «La mayoría de los obispos quieren una Iglesia que mire al mundo con simpatía». El periodismo, al servicio de intereses no sólo económicos y políticos sino también ideales, presenta este documento como un «abandono del tono de condena hacia la homosexualidad».

Otro movimiento raro de Francisco. Nada está dicho antes del sínodo de octubre de 2015 y este documento, con una síntesis y omisiones sospechosas, no ha dejado de servir de blanco de críticas y acusaciones, caso del prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Gerhard Müller, que lamenta que no se publiciten con nombre y apellido las intervenciones en una junta de obispos para tratar el divorcio y el concubinato no sólo natural sino también homosexual. Sin embargo, Francisco y los que le secundan ya anuncian sus propósitos con expresiones inquietantes, como «elaborar caminos realistas de crecimiento afectivo [...] integrando la dimensión sexual» o que «la cuestión homosexual [...] se presenta como un importante desafío educativo».

¿Hacia la desintegración de la Iglesia católica? Sociedades secretas han reducido el papado a un estado de servidumbre y la abdicación de Benedicto XVI siempre fue sospechosa (véase «Abdicación sospechosa de Benedicto XVI»). Su Santidad Pío XII (1876-1958) dijo «el humo del diablo ha penetrado los muros del Vaticano» y desde la muerte de Juan Pablo I (1978) han sucedido extrañas omisiones en el Derecho Canónico e incongruencias en la aplicación del mismo, como la colocación de masones en la secretaría de Estado pese a la condena de excomunión a los fieles inscritos en asociaciones masónicas, reafirmada en 1983 con una declaración de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (véase «Francisco: masonería y antipapa».)

Desde su investidura como obispo de Roma (13 marzo 2013) tras la abdicación de Benedicto XVI, virtual cautivo del Vaticano, Francisco buscó una separación absoluta entre él y sus predecesores, describe el Paráclito (Espíritu Santo) como un «apóstol de Babel», ha recibido la pública adhesión de la masonería («B’Naith B'Rith») y de progresistas radicales a los que el Vaticano prohibiera la predicación y la cátedra por desviaciones heréticas, es excesivamente crítico acerca de la Ortodoxia católica, está documentada su relación con la masonería y sociedades afines («Rotary Club»), declaró públicamente (septiembre 2013) que «el Dios católico no existe» (véase «Francisco no cree en el Dios católico»), propugna tolerancia con la homosexualidad y el aborto, emprende una purga en la que se eliminan cardenales conservadores (Antonio Rouco, Raymond Burke) y se preservan otros relacionados con asociaciones secretas que se oponen a lo que cree y propone la Iglesia católica (véase «La purga fraterna de Francisco»), se declaró anticlerical e intenta una «renovación» en la que pone por encima de la Ortodoxia católica la conciencia del hombre, es decir, el «dictado de la razón» defendido por las sectas masónicas o iluminadas y... luciferinas.

Dejando aparte una contradicción con las ideas expuestas por papas predecesores, se trata de un ataque contra la autoridad y autenticidad de la Biblia que reduce la misma a un libro de inspiración filosófica, acorde con el ideario de ciertas sociedades que desean debilitar la fe y privar a los católicos de estímulos en su lucha contra las doctrinas heréticas.

Por supuesto, tales declaraciones y acciones son celebradas por aquellos que se apartaron de la religión, los intelectuales que la ponen en cuestión y los llamados «católicos de avance», defensores de modificar las voluntades Divina y Humana de Cristo para «adaptar la Iglesia a las circunstancias cambiantes de las épocas», que viene a significar «el hombre creó a Dios».

La «revolución» llevada adelante por Francisco semeja un «pastor» que guía su «rebaño» a la guarida de los «lobos» con promesa de «entendimiento». Inevitablemente, viene a la memoria la profética dispersión y destrucción de la Iglesia católica (universal), sociedad visible que fundó Cristo.


Actualización

EWTN
Cardenal Charles Chaput, del Arzobispado de Filadelfia (Estados Unidos).
La preocupación domina en los prelados y fieles tras la publicación de «Relatio Post Disceptationem», que contemporiza con la homosexualidad. La mala impresión que ha hecho este documento en el ánimo de los fieles humildes es manifiesta en unas declaraciones al «Daily Mail» (2 noviembre 2014) del arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, en las que describe la Iglesia católica como «un barco sin timón» y asegura que «ser cristiano significa someterse a Jesús y sus enseñanzas, sin necesidad de volver a recrear el cuerpo de la espiritualidad».

El cardenal Chaput quiere tratar el asunto con Francisco durante el «Encuentro Mundial de Familias» en Filadelfia (Pensilvania), en septiembre de 2015, sólo un mes antes del sínodo que puede acercar la Iglesia católica a la homosexualidad, iniciando con ello la separación entre sus fieles o incluso la desintegración de la misma. Y es que Francisco, al parecer, mueve tantos recelos en los fieles como elogios en coligaciones homosexuales y poderosas asociaciones «filantrópicas».