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La
duración total del vuelo desde su iniciación fue de 1 hora y 42
minutos. El lanzamiento se produjo a las 14 h 40 min (siempre
referido el horario al meridiano de Greenwich) y el amerizaje del IXV
tuvo lugar a las 16 h 22 min, en el océano Pacífico, siendo el
buque de rescate el Nos Aries.
El
cohete lanzador es el Vega (2012), compuesto de tres etapas,
capaz de situar en órbita baja una carga útil de 2'5 t. Todas la
etapas constan de un solo motor accionado por propulsante sólido de
2 260, 870 y 260 kN de empuje. Les sigue una etapa superior también actuada por un motor, pero de sólo 2'40 kN de empuje y
propelente líquido, a la que le cumple situar a la nave en su
órbita. El peso del cohete es del orden de las 137 t, y su altura,
al lanzamiento, es de 30 m, con diámetro de 3 m. Se trata de un
ingenio italiano (65%) y francés (13%), pero del que también
participan Bélgica, España, Holanda, Suiza y Suecia.
La
nave espacial IXV, capaz para tres tripulantes, que una vez
perfeccionada contará con motores de control (gobierno, frenado y
aceleración) para su maniobra hacia la órbita y retorno a la
Tierra, pesa unas 2 t y su longitud es de 5 m, con envergadura de 2'2
m y altura de 1'5 m. Llegó a 412 km de altura y seguidamente inició
el retorno a la Tierra, a la velocidad de más de 20 000 km/h.
Resistió las fuertes deceleraciones que sufrió en la reentrada
atmosférica (temperaturas de más de 2 000 ºC en su roce con la
atmósfera) y estaba provista de los paracaídas y flotadores de
amerizaje. El IXV es construido por empresas europeas, algunas
españolas (Eleanor Deimos, Sener, GMV, GTD y Rymsa).
Concepto
y objetivo. La IXV es un híbrido de lanzadera y de cohete, esto
es, busca las ventajas de ambos sin sus inconvenientes, y los
europeos quieren substituir los vehículos espaciales rusos «Soyuz»
con independencia de Estados Unidos (Rusia abandonará en 2020 el
programa de la Estación Espacial Internacional o ISS).
ESA
Fases de vuelo y regreso a la Tierra del IXV, la gran innovación en el vuelo tripulado de la Agencia Europea del Espacio (ESA) y el primer paso serio tras el fallido «Hermes».
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El
propósito europeo no es nuevo. En 1982 la NASA, a imposición de la
política militar del presidente Reagan, canceló con gran perjuicio
acuerdos firmados con la ESA y esta declaró su intención de poseer
su propio vehículo de transporte espacial, por nombre Hermes. Al
mismo tiempo, su cohete Ariane, resultado de la colaboración
industrial de Francia, Alemania, Reino Unido y España y con carácter
operacional desde 1981, se apoderaba de una parte del mercado de los
satélites comerciales hasta cubrir en 1989 más del 50% de la
demanda internacional. Es decir, cundió el temor a que el
transbordador europeo repitiese el éxito del Ariane y Estados
Unidos buscó acabar con las posibilidades comerciales de la
lanzadera europea, como había hecho anteriormente con el avión
comercial supersónico Concorde. Sin embargo, el esfuerzo no fue
necesario: los malos resultados del STS, especialmente a raíz del
accidente mortal del Challenger (1988), convencieron a los
europeos de que la solución estaba en un navío cósmico más
pequeño, sencillo y fiable. El decurso del tiempo les va dando la
razón: Europa trabaja en el IXV, en el entremedio del cohete y el
transbordador, y Estados Unidos en el X-35, una lanzadera enana y
militarmente sospechosa.
El
fracaso de las lanzaderas. En 1981 realizó su primer vuelo
orbital el vehículo aeroespacial reutilizable estadounidense STS
(Space Transport System), formado por cohetes simples que
remolcan a cuestas un avión aeroespacial tipo «Orbiter», más
conocido con el nombre Space Shuttle («lanzadera espacial»). Se
reveló poco interesante en el campo de las aplicaciones civiles (muy
caro, fiabilidad mediana y versatilidad pequeña) y muchos usuarios
renunciaron a sus servicios para el lanzamiento de satélites
geoestacionarios en favor del cohete clásico, incluida la NASA, que
en 1982 encargó a Boeing y Martin Marietta varios proyectos de
grandes cohetes multifásicos.
La
lanzadera no substituyó ventajosamente al cohete y los costosos
esfuerzos que requerían su diseño y construcción sólo tienen una
explicación militar. En efecto, la lanzadera americana sobrevivió
al final de la «guerra fría» (1990) por eminentes criterios
militares y propagandísticos, la soviética Buran (copia
reformada de la americana Orbiter) despegó por vez primera y
última en 1988 y la europea Hermes (la más original de las
tres) se canceló en 1992.