14 de abril de 2015

Planeta Marte: «agua» y negocio

NASA
El 13 de abril de 2015 se publicó el descubrimiento por el robot Curiosity de agua salina en el cráter marciano de Gale. Parece otra noticia sensacionalista, con ese apoyo mediático que tantas veces se asienta en lo fútil. En efecto, se trata de una especie de salmuera, que suelta durante el día la humedad que absorbe durante la noche (las oscilaciones diarias de las temperaturas en la superficie de Marte son de entre -140 °C y 20 °C).

Esta noticia hace suponer al gran público que el citado robot ha obtenido imágenes directas de charcas, pero por el momento no ha detectado agua líquida, salvo esta sal disuelta en forma de evaporitas blanquecinas. La razón de que toda novedad relativa al agua marciana es motivo de entusiasmo está en que la NASA sigue con su idea de que «donde hay agua, habrá vida» (y un argumento para nuevas y carísimas misiones a Marte). Y es que la exploración del espacio profundo con sondas interplanetarias sale muy cara por cada dato conseguido y su prosperidad depende de éxitos científicos o, al menos, mediáticos (la propaganda es un instrumento de política nacional).

Así, desde que el Curiosity planetizó (6 agosto 2012), una serie de acontecimientos dan a Marte categoría de noticia continuada, pero ninguno de ellos ha tenido un gran impacto científico o mediático porque no ha detectado la más ínfima huella de vida; y empieza a parecer que podría no haberla habido jamás.

La idea de vida marciana, tan cultivada desde el siglo XIX, mereció mucha atención científica y mediática. La exploración de Marte comenzó en 1965 con la sonda interplanetaria estadounidense Mariner IV, que recogió datos opuestos a la teoría romántica dominante hasta entonces: el origen artificial de los «canales» marcianos. La sonda Mariner IX (1971) acabó con la teoría del posible carácter artificial de los satélites de Marte (Fobos y Deimos), propuesta por el astrónomo ruso Chklovski, y no dejaron más interrogantes que el de la posible existencia de algún tipo de vida muy inferior. Finalmente, los módulos de exploración que dejaron caer sobre el planeta las sondas Viking 1 y 2 (1976-80) revelaron una intensa radiación ultravioleta, intolerable para cualquier organismo, y que el suelo marciano no contiene siquiera carbono, elemento fundamental de la materia orgánica.

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El robot autopropulsado «Curiosity», de 750 kg de peso y 2'7 m de longitud. Planetizó en el cráter Gale, de 230 km de diámetro y 3'5 km de profundidad.
Dejando aparte algunas espectaculares maravillas naturales, como un monte con una altura de casi tres veces la del Everest (Mons Olympus), Marte es llano y helado, con grandes oscilaciones diarias de las temperaturas, violentas tormentas de polvo bañadas de productos químicos corrosivos y tiene una atmósfera muy tenue y seca, con una presión atmosférica insuficiente para que el agua líquida pueda acumularse en su superficie de forma estable.

El meteorito «marciano». Para el gran público, Marte cayó en el olvido, antes lo hicieron Venus y Mercurio, Plutón está demasiado lejos (y sin posibilidad de vida) y los planetas gaseosos (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) parecen antes estrellas frustradas, en un estado planetario bastante más retrasado que la Tierra. Entonces, un suceso restituyó Marte en el plano de la actualidad: en 1996, un equipo de biólogos de la NASA publicó que el meteorito Allan Hills 84001, descubierto en 1984 en el continente antártico y al que en 1993 se le había atribuido, sin convencer, un origen marciano, contiene indicios de bacterias fosilizadas; es decir, la existencia en ese planeta de organismos vivientes en un pasado remoto.

Esta noticia hizo sospechar a algunos en una maniobra propagandística dirigida a conseguir de los poderes públicos créditos para nuevas misiones marcianas; y así fue: al año siguiente se lanzó una andanada de cuatro sondas interplanetarias en la dirección de Marte. Una de ellas (Mars Pathfinder) transportaba un explorador automóvil teledirigido (el enano Sojourner, de 11'5 kg), que aterrizó en Marte el 4 de julio de 1997, pero en los meses siguientes tampoco detectó el menor indicio de materia orgánica.

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Marte carece de un campo magnético general a causa del enfriamiento de su núcleo, durante la infancia del planeta, probablemente como resultado de la caída de un gigantesco meteorito.
Arroyadas marcianas. Obstinada por retratar a Marte como un planeta potencialmente vivo, la NASA anunció en 2000 que la sonda Mars Global Surveyor, en órbita marciana desde 1997, había tomado imágenes de surcos que parecen arroyos secos y algunos científicos del proyecto propusieron que se debían al afloramientos de agua subterránea. Sin embargo, nadie explicó cuál es la fuente de calor que funde ese hielo o cómo es posible que pueda salir el agua líquida del subsuelo sin hervir de forma explosiva ni congelarse de inmediato a causa de la bajísima presión atmosférica (inferior a 8 mb frente a la de más de 1 000 en la Tierra). Así, muchos científicos creen que los surcos han sido producidas por dióxido de carbono en estado líquido criogénico (el dióxido de carbono es el principal componente de la atmósfera marciana y, congelado, constituye la mayor parte de los casquetes polares de este planeta).

Para reforzar la hipótesis de vida marciana, en febrero de 2001, un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España) y del Centro de Investigación AMES de la NASA, presentaron como «signos de vida microscópica» en el interior del mencionado meteorito marciano unas cadenas de cristales de magnetita. Estas también se crean en procesos no biológicos y hoy se cree que los hallados en el meteorito proceden de bacterias terrestres, pero se lanzaron dos nuevas misiones, los robots exploradores Opportunity y Spirit (2004), que tampoco detectaron la existencia en Marte de algún tipo de manifestación biológica. El Curiosity detectó en 2014 nitrógeno en forma de óxido nítrico (substancia muy tóxica pero uno de los principales mensajeros biológicos) y en 2015 «agua salina», pero sin la más ínfima huella de vida.

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Las fotografías de Marte revelan la posible existencia de agua en un remoto pasado. Se habla de un océano de 100 m de profundidad y durante unos 1 000 o 2 000 millones de años, corto lapso para la aparición de animales pluricelulares.
Se piensa que existió agua líquida circulando en cantidades moderadas por Marte en épocas remotas (de entre 4 000 y 3 500 millones de años) y ahora se pretende averiguar si el planeta ha perdido ese volumen de agua o si todavía conserva algo del mismo en el subsuelo, donde subsiste como hielo intersticial o incluso como líquido.

La posibilidad de encontrar microbios marcianos vivos es muy remota, incluso para los más optimistas, y la mayor sorpresa, bastante difícil de probar, que pudiera proporcionar el Curiosity sería el descubrimiento de algunos organismos muertos, fosilizados en las rocas.

Colonias marcianas. La idea de crear habitaciones humanas dedicadas a la ciencia y, más tarde, la industria, no parece factible ni rentable antes de 2050 o más tarde. Por un lado, el mantener a una docena de astronautas en Marte tendría un coste «astronómico», casi prohibitivo —hay que llevarlo todo, hasta lo más indispensable—; por el otro, la extracción y transporte interplanetario de materias primas hacen rentable el más escondido de los bituminosos terrestres. Conviene recordar la Luna, tan cerca de nosotros y adonde el hombre no ha vuelto desde 1972 (Apolo XVII).

ACTUALIZACIÓN

El 28 de septiembre, la NASA anuncia la supuesta aparición de agua en Marte. Se trata, al parecer, de agua cargada de sal que suelta o impregna un borde en pendiente en el cráter Gale. Si el 13 de abril se anunció algo así como hielo sublimado, humedad atmosférica congelada que se vaporizaba sin pasar por el estado líquido, el nuevo descubrimiento parece como si se tratara de arena mojada, empapada en agua congelada que se deshiela superficialmente cuando se eleva la temperatura.