NASA
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Esta
noticia hace suponer al gran público que el citado robot ha obtenido
imágenes directas de charcas, pero por el momento no ha detectado
agua líquida, salvo esta sal disuelta en forma de evaporitas
blanquecinas. La razón de que toda novedad relativa al agua marciana
es motivo de entusiasmo está en que la NASA sigue con su idea de que
«donde hay agua, habrá vida» (y un argumento para nuevas y
carísimas misiones a Marte). Y es que la exploración del espacio
profundo con sondas interplanetarias sale muy cara por cada dato
conseguido y su prosperidad depende de éxitos científicos o, al
menos, mediáticos (la propaganda es un instrumento de política
nacional).
Así,
desde que el Curiosity planetizó (6 agosto 2012), una serie de
acontecimientos dan a Marte categoría de noticia continuada, pero
ninguno de ellos ha tenido un gran impacto científico o mediático
porque no ha detectado la más ínfima huella de vida; y empieza a
parecer que podría no haberla habido jamás.
La
idea de vida marciana, tan cultivada desde el siglo XIX, mereció
mucha atención científica y mediática. La exploración de Marte
comenzó en 1965 con la sonda interplanetaria estadounidense Mariner
IV, que recogió datos opuestos a la teoría romántica dominante
hasta entonces: el origen artificial de los «canales» marcianos. La
sonda Mariner IX (1971) acabó con la teoría del posible
carácter artificial de los satélites de Marte (Fobos y Deimos),
propuesta por el astrónomo ruso Chklovski, y no dejaron más
interrogantes que el de la posible existencia de algún tipo de vida
muy inferior. Finalmente, los módulos de exploración que dejaron
caer sobre el planeta las sondas Viking 1 y 2 (1976-80)
revelaron una intensa radiación ultravioleta, intolerable para
cualquier organismo, y que el suelo marciano no contiene siquiera
carbono, elemento fundamental de la materia orgánica.
Dejando
aparte algunas espectaculares maravillas naturales, como un monte con
una altura de casi tres veces la del Everest (Mons Olympus),
Marte es llano y helado, con grandes oscilaciones diarias de las
temperaturas, violentas tormentas de polvo bañadas de productos
químicos corrosivos y tiene una atmósfera muy tenue y seca, con una
presión atmosférica insuficiente para que el agua líquida pueda
acumularse en su superficie de forma estable.
NASA
El robot autopropulsado «Curiosity», de 750 kg de peso y 2'7 m de longitud. Planetizó en el cráter Gale, de 230 km de diámetro y 3'5 km de profundidad.
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El
meteorito «marciano». Para el gran público, Marte cayó en el
olvido, antes lo hicieron Venus y Mercurio, Plutón está demasiado
lejos (y sin posibilidad de vida) y los planetas gaseosos (Júpiter,
Saturno, Urano y Neptuno) parecen antes estrellas frustradas, en un
estado planetario bastante más retrasado que la Tierra. Entonces, un
suceso restituyó Marte en el plano de la actualidad: en 1996, un
equipo de biólogos de la NASA publicó que el meteorito Allan Hills
84001, descubierto en 1984 en el continente antártico y al que en
1993 se le había atribuido, sin convencer, un origen marciano,
contiene indicios de bacterias fosilizadas; es decir, la existencia
en ese planeta de organismos vivientes en un pasado remoto.
Esta
noticia hizo sospechar a algunos en una maniobra propagandística
dirigida a conseguir de los poderes públicos créditos para nuevas
misiones marcianas; y así fue: al año siguiente se lanzó una
andanada de cuatro sondas interplanetarias en la dirección de Marte.
Una de ellas (Mars Pathfinder) transportaba un explorador
automóvil teledirigido (el enano Sojourner, de 11'5 kg), que
aterrizó en Marte el 4 de julio de 1997, pero en los meses
siguientes tampoco detectó el menor indicio de materia orgánica.
Arroyadas
marcianas. Obstinada por retratar a Marte como un planeta
potencialmente vivo, la NASA anunció en 2000 que la sonda Mars
Global Surveyor, en órbita marciana desde 1997, había tomado
imágenes de surcos que parecen arroyos secos y algunos científicos
del proyecto propusieron que se debían al afloramientos de agua
subterránea. Sin embargo, nadie explicó cuál es la fuente de calor
que funde ese hielo o cómo es posible que pueda salir el agua
líquida del subsuelo sin hervir de forma explosiva ni congelarse de
inmediato a causa de la bajísima presión atmosférica (inferior a 8
mb frente a la de más de 1 000 en la Tierra). Así, muchos
científicos creen que los surcos han sido producidas por dióxido de
carbono en estado líquido criogénico (el dióxido de carbono es el
principal componente de la atmósfera marciana y, congelado,
constituye la mayor parte de los casquetes polares de este planeta).
Para reforzar la hipótesis de vida marciana, en febrero de 2001, un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España) y del Centro de Investigación AMES de la NASA, presentaron como «signos de vida microscópica» en el interior del mencionado meteorito marciano unas cadenas de cristales de magnetita. Estas también se crean en procesos no biológicos y hoy se cree que los hallados en el meteorito proceden de bacterias terrestres, pero se lanzaron dos nuevas misiones, los robots exploradores Opportunity y Spirit (2004), que tampoco detectaron la existencia en Marte de algún tipo de manifestación biológica. El Curiosity detectó en 2014 nitrógeno en forma de óxido nítrico (substancia muy tóxica pero uno de los principales mensajeros biológicos) y en 2015 «agua salina», pero sin la más ínfima huella de vida.
NASA
Marte carece de un campo magnético general a causa del enfriamiento de su núcleo, durante la infancia del planeta, probablemente como resultado de la caída de un gigantesco meteorito.
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Para reforzar la hipótesis de vida marciana, en febrero de 2001, un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España) y del Centro de Investigación AMES de la NASA, presentaron como «signos de vida microscópica» en el interior del mencionado meteorito marciano unas cadenas de cristales de magnetita. Estas también se crean en procesos no biológicos y hoy se cree que los hallados en el meteorito proceden de bacterias terrestres, pero se lanzaron dos nuevas misiones, los robots exploradores Opportunity y Spirit (2004), que tampoco detectaron la existencia en Marte de algún tipo de manifestación biológica. El Curiosity detectó en 2014 nitrógeno en forma de óxido nítrico (substancia muy tóxica pero uno de los principales mensajeros biológicos) y en 2015 «agua salina», pero sin la más ínfima huella de vida.
Se piensa que existió agua líquida circulando en cantidades moderadas por Marte en épocas remotas (de entre 4 000 y 3 500 millones de años) y ahora se pretende averiguar si el planeta ha perdido ese volumen de agua o si todavía conserva algo del mismo en el subsuelo, donde subsiste como hielo intersticial o incluso como líquido.
La posibilidad de encontrar microbios marcianos vivos es muy remota, incluso para los más optimistas, y la mayor sorpresa, bastante difícil de probar, que pudiera proporcionar el Curiosity sería el descubrimiento de algunos organismos muertos, fosilizados en las rocas.
La posibilidad de encontrar microbios marcianos vivos es muy remota, incluso para los más optimistas, y la mayor sorpresa, bastante difícil de probar, que pudiera proporcionar el Curiosity sería el descubrimiento de algunos organismos muertos, fosilizados en las rocas.
Colonias
marcianas. La idea de crear habitaciones humanas dedicadas a la
ciencia y, más tarde, la industria, no parece factible ni rentable
antes de 2050 o más tarde. Por un lado, el mantener a una docena de
astronautas en Marte tendría un coste «astronómico», casi
prohibitivo —hay que llevarlo todo, hasta lo más indispensable—;
por el otro, la extracción y transporte interplanetario de materias
primas hacen rentable el más escondido de los bituminosos
terrestres. Conviene recordar la Luna, tan cerca de nosotros y adonde
el hombre no ha vuelto desde 1972 (Apolo XVII).
ACTUALIZACIÓN
El 28
de septiembre, la NASA anuncia la supuesta aparición de agua en
Marte. Se trata, al parecer, de agua cargada de sal que suelta o
impregna un borde en pendiente en el cráter Gale. Si el 13 de abril
se anunció algo así como hielo sublimado, humedad atmosférica
congelada que se vaporizaba sin pasar por el estado líquido, el
nuevo descubrimiento parece como si se tratara de arena mojada,
empapada en agua congelada que se deshiela superficialmente cuando se
eleva la temperatura.