Kenneth Ian Griffiths
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En
diciembre de 1979 los ministros de Asuntos Exteriores de los países
miembros de la OTAN aprobaron la decisión de instalar en Europa
occidental 464 misiles de crucero y 108 cohetes «Pershing 2», cuyo
alcance les permitía llegar a la Unión Soviética. Estas 572 nuevas
armas atómicas («euromisiles») vendrían a sumarse a las más de 7
000 que la OTAN poseía ya almacenadas en suelo europeo y suponían
un innegable impulso a la carrera de armamentos.
Sin
embargo, esta decisión estaba muy lejos de haber recibido la
unanimidad de los estados afectados: Noruega y Dinamarca no aceptaban
armas nucleares dentro de sus fronteras, Bélgica y Holanda
manifestaron serias reticencias al respecto y en Alemania del oeste,
Italia y Reino Unido la opinión pública era claramente contestaria.
Entre los países señalados como receptores de las nuevas armas,
Reino Unido era el más firme partidario de la instalación de
euromisiles, pero la decisión final no estaba clara ante el
resultado incierto de las próximas elecciones. La inflexible
política monetarista aplicada por el Gobierno conservador de
Margaret Thatcher se había plasmado en un aumento espectacular del
desempleo y las bajas de la producción industrial y de las
exportaciones de bienes manufacturados, lo que se concretó en un
avance de la izquierda laborista, que afirmaba su oposición a la
nuclearización del país.
En marzo de 1981 la izquierda laborista quedó dividida con el providencial lanzamiento de un nuevo partido de centro-izquierda, socialdemócrata, que rompió formalmente con el Partido Laborista. Los problemas de este partido no confirmaron la seguridad de la primera ministra conservadora para un segundo mandato y la izquierda, aun dividida, se oponía a los planes de la OTAN: el Partido Liberal, en su congreso de septiembre de 1981, aprobó la condena de la instalación de los euromisiles norteamericanos en territorio británico; y el Partido Laboralista, en su congreso de octubre en Brighton, aprobó una resolución a favor del desarme nuclear unilateral y el cierre de las bases extranjeras.
En marzo de 1981 la izquierda laborista quedó dividida con el providencial lanzamiento de un nuevo partido de centro-izquierda, socialdemócrata, que rompió formalmente con el Partido Laborista. Los problemas de este partido no confirmaron la seguridad de la primera ministra conservadora para un segundo mandato y la izquierda, aun dividida, se oponía a los planes de la OTAN: el Partido Liberal, en su congreso de septiembre de 1981, aprobó la condena de la instalación de los euromisiles norteamericanos en territorio británico; y el Partido Laboralista, en su congreso de octubre en Brighton, aprobó una resolución a favor del desarme nuclear unilateral y el cierre de las bases extranjeras.
En
marzo de 1982 se reanudó el pleito entre Reino Unido y Argentina por el archipiélago de las Falkland —Malvinas para los argentinos—. Pese a los
temores crecientes, Reino Unido no reforzó sus pírricas defensas en
este archipiélago y Argentina lo ocupó en abril, prácticamente sin
luchar. Inmediatamente, Reino Unido recibió el total apoyo de
Estados Unidos. Dos meses después, las tropas argentinas en las
islas se riendieron sin condiciones (véase «Guerra de Malvinas y la OTAN»). O bien se trató de un ejercio de miopía militar —y
política—, o bien alguno engañó al Gobierno argentino con
«garantías invisibles».
El
éxito militar en las Falkland reforzó el poder de la primera
ministra Thatcher, pero la petición de responsabilidades al Gobierno
por parte de la oposición no fue enteramente satisfecha (la dejadez
británica ante la posibilidad de un golpe en estas islas contrasta
con el rápido refuerzo en 1977 de las defensas de Belize, en el
contencioso sobre este territorio entre Guatemala y Reino Unido).
En octubre de 1982, durante el Congreso anual del Partido Conservador, Thatcher consiguió la aprobación de su gestión como primera ministra y la decisión de más gastos militares pese al problema del paro —3 200 000 desempleados en esa fecha—. El deterioro económico era evidente y Thatcher capitalizó para su política el fin victorioso del conflicto de las Falkland adelantando las próximas elecciones al 9 de junio de 1983, meses antes de que se terminase su mandato legal.
Los laboristas prometieron que, de ganar las elecciones, rechazarían la instalación de misiles norteamericanos y procederían a destruir su propia fuerza nuclear. El programa conservador en materia de defensa se alineaba en la dirección de la OTAN (modernización de la fuerza nuclear británica, aumento del presupuesto de defensa e instalación de euromisiles).
Los laboristas prometieron que, de ganar las elecciones, rechazarían la instalación de misiles norteamericanos y procederían a destruir su propia fuerza nuclear. El programa conservador en materia de defensa se alineaba en la dirección de la OTAN (modernización de la fuerza nuclear británica, aumento del presupuesto de defensa e instalación de euromisiles).
Salvo
en la reducción de la inflación (desde un 20% en 1979 al 5'4% en
1982), los resultados económicos del Gobierno conservador eran
malos, especialmente el aumento del paro: del 5'2% cuando se hizo
cargo del poder al 13'5% en el momento de las elecciones, cifra más
alta que las correspondientes de Alemania Federal o Francia y similar
a la de España. Sin embargo, la popularidad de Thatcher había
crecido enormemente con la victoria militar en las Falkland y, ahora
sí, todos los sondeos de opinión daban ganador al Partido
Conservador.
Celebradas
las elecciones, los conservadores consiguieron el 42'4% de los votos
frente al 27'6% de los votos obtenidos por los laboristas. Pocos días
después, Londres fue escenario de la mayor concentración en favor
de la paz y contra el rearme de la historia de Reino Unido (250 000
personas), pero el Parlamento aprobó el inmediato despliegue en
suelo británico de los misiles, en la base de Greenham Common.