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La vida, en su forma más simple
(organismos unicelulares sin núcleo diferenciado), afloró en el mar
hace unos 3 500 millones de años (Era arcaica) y pasó al medio
terrestre hace unos 570 millones de años (Era paleozoica), con las
plantas primero y los animales después. Es entonces cuando
acontecieron las primeras grandes crisis biológicas. La extinción
«masiva» y la «ordinaria» se distinguen en
que la primera afecta a casi toda la biosfera, con una pérdida más
o menos instantánea, y la última afecta solo a especies en
particular (desaparición de las peor adaptadas).
Que se sepa, se han presentado
una veintena de crisis biológicas masivas y las cinco más
importantes se suceden en la Era paleozoica (570-250 millones de
años) y la Era mesozoica (250-65 millones), en números de 3 y 2,
respectivamente. A saber:
—440 millones de años (Período ordovícico). Supuso la desaparición del 60-85% de las especies vivientes. Coincide con extensas zonas continentales anegadas repetidas veces por las aguas y, al parecer, la radiación Gamma de una cercana estrella en explosión (nova o supernova).
—360 millones (Devónico-Carbonífero). El número de familias de animales se redujo en un 60-80% y decaen, casi hasta la extinción, los trilobites (antrópodos marinos) y moluscos bivalvos. Hay signos de una «pluma mantélica» y de un impacto extraterrestre. Los mares epicontinentales fueron casi totalmente remplazados por tierras pantanosas.
—250 millones (Pérmico-Triásico). Es la más importante, con extinciones catastróficas: desaparece el 80-95% de las especies, entre ellas muchos órdenes de moluscos terrestres y acuáticos (gasterópodos, cefalópodos, bivalvos). En el Pérmico, un brusco cambio climatológico creó condiciones de extrema aridez, al paso que la glaciación se hacía sentir incluso en las regiones ecuatoriales de África y en Australia. Coinciden un impacto extraterrestre y una «pluma mantélica».
—220 millones (Triásico-Jurásico). Desaparecen el 50-70% de las clases de animales. Una extinción masiva acabó con los grupos dominantes (arcosaurios primitivos y reptiles mamiferoides). Los dinosaurios, un componente marginal de la fauna mundial, sobrevivieron a esta extinción y pasaron a convertirse en los animales más abundantes en los ecosistemas continentales. Fuertes movimientos orogénicos (fracturación del continente único —Pangea—) y actividad volcánica intensa.
—65 millones (Cretácico). Se extinguen el 50-75% de las especies vivientes y ningún animal de más de 25 kg de peso sobrevive. Los dinosaurios dominaron la Tierra durante 150 millones de años y al final del Período cretácico habían desaparecido por causas que se desconocen, y con ellos los amonites, moluscos cefalópodos dueños del mar. La hipótesis del accidente extraterrestre (asteroide) es muy popular, pero algunos señalan a la emisión de materias gaseosas por los volcanes, en un periodo de violencia creciente, de entre unas décadas y varios siglos.
Para explicar estas extinciones
las hipótesis proponen un evento catastrófico de ámbito mundial,
de origen extraterrestre (impacto sobre la Tierra de uno o varios
meteoritos, supernova) o terrestre (fase de volcanismo paroxismal,
seísmos) o la combinación de ambos.
Extinciones en masa cíclicas.
Fue a partir de los trabajos de los paleontólogos Alfred Fischer
y Michael Arthur en 1977 cuando se establecieron las bases teóricas
y experimentales de la existencia de crisis biológicas cíclicas.
Para los autores de esta idea existe en cada extinción masiva un
ciclo temporal de 32 millones de años, lapso que sus seguidores
estrecharon en 1983 a 26 millones (D. Raup y J. Sepkoski) y más
tarde agrandaron a 28 millones (W. Álvarez y R. Muller) para
fijarlo, finalmente, en 27 millones.
Dado lo desconocido de su
origen, se barajan varias hipótesis, como la de una larga
intensificación de la actividad volcánica (efecto de invernadero
incrementado) o la de una mayor actividad solar (evaporación extrema
con subsiguiente nubosidad densa). Ahora bien, un intervalo de tiempo
tan millonario parece impropio de fenómenos terrestres o solares y
se intentó correlacionar las extinciones masivas con los asteroides,
especialmente tras demostrar Walter Alvarez su relación con la
desaparición de los dinosaurios (altas concreciones de iridio en el
material sedimentario de los yacimientos fósiles). Pero, ¿cuál es
la causa de la existencia de este bombardeo cósmico más o menos
cíclico?
Algunos estudiosos (D. Whitmire,
A. Jackson, M. Davis, P. Hut, R. Muller) propusieron una desigualdad
en el movimiento de los asteroides en la Nube de Oort, a un año luz
del Sol, ocasionada por la atracción de una hipotética estrella
(«Némesis»), con diez veces el volumen de Júpiter y excentricidad
descomunal. Aunque se tratase de otro astro más pequeño, densísimo
y negro como el carbón, la estabilidad que implica la supuesta
periodicidad que transcurre entre dos grandes crisis biológicas (27
millones de años), cuando menos en los últimos 250 millones de
años, es muy difícil de explicar y se han publicado muchos trabajos
que no sólo ponen en duda esta hipótesis, sino que demuestran que
es errónea.
Otras causas potenciales. En 2010, Adrian Melott (Universidad de Kansas) y Richard Bambach (Instituto Smithsoniano en Washington) postularon las causas de las extinciones masivas como terrestres (empeoramiento climático, nivel de los océanos, erupciones, terremotos, intensa actividad plutónica), en algunos casos con complicaciones extraterrestres accidentales (meteoritos, tormenta solar, rayos Gamma).
Otras causas potenciales. En 2010, Adrian Melott (Universidad de Kansas) y Richard Bambach (Instituto Smithsoniano en Washington) postularon las causas de las extinciones masivas como terrestres (empeoramiento climático, nivel de los océanos, erupciones, terremotos, intensa actividad plutónica), en algunos casos con complicaciones extraterrestres accidentales (meteoritos, tormenta solar, rayos Gamma).
Entre los de origen terrestre
destacan el volcanismo: la actividad combinada y continuada de unas
decenas de volcanes pueden liberar millones y millones de toneladas
de polvo y dióxido de azufre a la estratosfera, creando así una
nube alta y densa de polvo que provocaría el oscurecimiento de la
atmósfera y, con ella, la interrupción de la fotosíntesis en las
plantas y la ruptura subsiguiente de las cadenas tróficas,
continentales y oceánicas, con cambios climáticos drásticos
(descenso rápido y brutal de las temperaturas del planeta).
Entre los de origen
extraterrestre, y dejando aparte el asteroide, de efectos similares
al volcán, excepto en la región del impacto, merece citarse uno
nada popular, pese a que se le relaciona con la extinción masiva del
Período ordovícico: los rayos Gamma. Vienen de innumerables puntos
de nuestra galaxia, especialmente de colápsares («agujeros negros»)
y de estrellas en explosión (novas o supernovas), y pueden acabar
con nuestra estratosfera, coraza que protege la vida sobre la Tierra
al absorber la radiación ultravioleta de más alta energía, muy
dañina para la vida y enorme poder mutagénico.
¿Sin amenaza inminente? Se
dice que la última crisis biológica en masa sucedió hace unos 11
millones de años, período en el que coinciden un descenso fuerte
del nivel del mar, extensa glaciación polar, enfriamiento del clima
en general y reactivación tectónica. Sin embargo, en el Holoceno
(menos de un millón de años) se producen extinciones masivas en
casi todos los tipos animales. En ambos casos, no hay indicios, por
ahora, de grandes impactos meteoríticos.
Conclusión. El que los meteoritos se encuentren asociados —o coinciden— con algunas extinciones masivas no demuestra una relación de causa/efecto en tanto que conjunto; es decir, la hipótesis de la periodicidad de las crisis biológicas como resultado de impactos extraterrestes es muy discutida. Ahora bien, hay dudas razonables de la existencia de un riesgo natural latente —terrestre o extraterrestre— que con macabra periodicidad azota la Tierra, a intervalos de unos 27 millones de años.
Conclusión. El que los meteoritos se encuentren asociados —o coinciden— con algunas extinciones masivas no demuestra una relación de causa/efecto en tanto que conjunto; es decir, la hipótesis de la periodicidad de las crisis biológicas como resultado de impactos extraterrestes es muy discutida. Ahora bien, hay dudas razonables de la existencia de un riesgo natural latente —terrestre o extraterrestre— que con macabra periodicidad azota la Tierra, a intervalos de unos 27 millones de años.