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En una entrevista al «Daily Mail», Sally Perdue (n. 1939), elegida «Miss Arkansas» (1958) y amante de «Bill» Clinton (1983), reveló al público lector que éste le confesó la homosexualidad de su esposa. Meses antes, Gennifer Flowers (n. 1950), otra amante de Clinton, afirmó en un programa radiofónico («Aaron Klein Investigate Radio») que Hillary consintió el adulterio de su cónyuge.
Estas entrevistas, y otras de menor significancia, reconocieron lo que ya era de dominio público (los adulterios de «Bill» Clinton) y a la vez se permitieron especular con la homosexualidad de Hillary.
Dejando aparte bellezas arruinadas por la edad y homosexuales ilusos, las sospechas no tienen fuentes auténticas ni están documentadas. Se dice que el candidato republicano Donald Trump tiene documentación probatoria de la homosexualidad de Hillary, y parte de esa supuesta documentación podría estar, según «The National Enquirer», en los correos electrónicos de Hillary cuando era secretaria de Estado con Obama (2009-13), que revelarían la identidad de algunas de sus «amantes», aunque el citado periódico no publica más relación nominal que una sucinta descripción de las mismas (una belleza treintañera, una actriz cinematográfica, la hija de un influyente funcionario estadounidense, una modelo de muy buena figura...).
Ni el adulterio ni la homosexualidad se consideran motivo de sanción penal y para unos no es reprochable, pero en Estados Unidos estos asuntos relativamente ligeros, no obstante afectar a la más estricta intimidad de uno, pueden destruir carreras políticas: por ejemplo, la renuncia a su escaño en 2011 del congresista Anthony Weiner tras publicar en internet imágenes obscenas de si mismo dirigidas a diferentes mujeres, o el intento de destitución parlamentaria en 1998 del presidente Clinton a propósito de una relación extraconyugal con una becaria en la Casa Blanca, por citar sólo algunas figuras del círculo personal de Hillary.