27 de febrero de 2017

Trappist 1, más propaganda que ciencia

NASA
En 2015 un equipo de astrónomos belgas del observatorio europeo de La Silla (Chile) descubrió tres planetas tipo telúricos (de la misma índole que la Tierra) en la estrella enana Trappist 1. El 22 de febrero de 2017 fue anunciado por la NASA el descubrimiento de otros cuatro planetas del mismo tipo, con lo que el cortejo planetario de este sistema solar diminuto pasa de tres a siete, estos últimos (Trappist E, F, G y H) en la llamada zona habitable.

El anuncio de que se han descubierto siete planetas telúricos en torno de Trappist 1 (en español «Trapense 1»), tres de ellos potencialmente habitables, no ha sido bien interpretado. La noticia, sin el rango para causar verdadera sensación, quedó magnificada por la emoción de la NASA, la miopía de los periodistas y, como era de esperar, por la imaginación de los aficionados a los «platillos volantes».

En efecto, con todo el aparato sensacionalista del descubrimiento de estos planetas, el impacto que se pretendía era el de favorecer la propaganda de los programas espaciales. El intento es recusable científicamente y ahora se excluye la importancia de tal descubrimiento porque, aunque constituye una rareza, carece de trascendencia para representar «un hito en la exploración de los exoplanetas».

En el Orbe científico hay opiniones para varios gustos y la habitabilidad de Trapense 1 fue puesta en duda por algunos especialistas; unos ponen reparos a los planetas y otros dudan de la estrella, estimando que tal sistema tiene demasiados inconvenientes para que pueda aflorar la vida. En el mejor de los casos este sistema planetario dado a conocer sólo significa que una estrella enana puede rodearse de un generoso cortejo de planetas rocosos.

NASA
Tamaños relativos del Sol y Trapense 1, poco mayor que Júpiter, pero de masa 80 veces superior. Al contraerse su masa gaseosa, en un remoto pasado cosmogónico, su temperatura central permitió que se establecieran reacciones termonucleares. De haber sido su masa poco menor, habría sido una «enana marrón», una estrella abortada, objeto intermedio entre planeta y estrella. 
La estrella Trapense 1, distante de nosotros unos 39 años de luz y descubierta en 1999, es muy joven (500 millones años), tan pequeña (la décima parte del Sol) y fría (2 550 ºK) que escapó por los pelos de convertirse en una «enana marrón» (estrella que no llega a nacer por insuficiente masa). Cuanto menos masiva más longeva es una estrella y la diminuta Trapense 1 consume su hidrógeno en un proceso tan lentísimo que no se agotará antes de unos 10 billones de años frente a los 10 000 millones del Sol.

Planetas trapenses. Conocida la masa de la estrella por medio de su espectro y calculando la inclinación de su plano orbital respecto de los observadores terrestres mediante otras técnicas, se pueden inferir la masa y características orbitales de los planetas que giran a su alrededor: el diámetro de los planetas es de 0’76 a 1’13 veces el terrestre y sus masas 0'40 a 1’38 la de la Tierra. Han revelado unas densidades de entre 0'60 y 1'17 veces la de la Tierra, hallándose constituidos —con mucha probabilidad— por materiales pétreos y por hierro.

Este sistema solar también es de extraordinaria pequeñez: todos sus planetas, de los hasta ahora observados, están más cerca de su estrella que lo que se encuentra Mercurio del Sol. Los planetas giran en torno a la estrella a unas distancias de 1'6 a 9 millones de km en un periodo de 1’5 días el más próximo a la estrella y 20 el que dista más de ella. Si los períodos sidéreos (año del planeta) son muy cortos, también lo son las distancias que los separan. Trapense B y C, el primero y el segundo de los planetas por orden de distancia a la estrella, están separadas sólo 1'6 veces la distancia Tierra-Luna. La separación orbital de los otros planetas es cosa de un millón de kilómetros, excepto Trapense H, a unos tres millones del planeta inmediatamente anterior. Las órbitas de los planetas son elipses de pequeña excentricidad, es decir, casi circulares.

NASA
Trapense 1 es una pequeña estrella constituyente del sistema planetario más diminuto de los hasta ahora observados: sus planetas sólo necesitan de entre 1’5 y 20 días para dar una vuelta completa en torno a la estrella. Los planetas son lo bastante grandes y están lo suficientemente cerca para producir desviaciones en sus movimientos.
Atmósferas. Son varios los factores que inducen a creer que los tres planetas más próximos a la estrella (Trapense B, C y D) carecen de atmósfera. La ausencia de atmósfera implica también la de agua en la superficie del planeta, salvo la almacenada químicamente en el interior de las rocas, y expone a la superficie planetaria a grandes cambios de temperatura. En los planetas Trapense E, F y G, la cara de estos iluminada por la estrella puede alcanzar una temperatura de 0 a 100 ºC, mientras la opuesta, sumida en sombras, puede registrar unos pocos grados por encima del cero absoluto: -273 ºC. Sus atmósferas —si las hay— pueden estar sometidas a fuertes corrientes o ser muy tenues, con una presión insuficiente para que el agua líquida pueda acumularse en su superficie de forma estable. Trapense H, el más lejano de los siete planetas, sólo puede retener agua líquida encerrada por una espesa corteza de hielo. La masa de estos planetas resulta suficiente para retener una atmósfera compuesta de moléculas relativamente ligeras, como las que constituyen la atmósfera terrestre, pero la falta de un campo magnético protector o casi nulo la expone a desaparecer, barrida por el viento estelar y otras partículas cósmicas a gran velocidad. De la densidad de esos planetas se deduce que, al igual que la Tierra, pueden tener un núcleo metálico, incluso en parte líquido, lo cual permite la existencia de un campo magnético general, pero su intensidad es en razón con la rapidez con que giren los planetas sobre sí mismos y los trapenses, al parecer, son tan lentos que pueden presentar un campo magnético casi nulo.

¿Planetas habitables? Una vez detectados estos planetas, el mayor interés reside en la búsqueda de los signos de la vida (por ejemplo, obtener espectros de estos planetas a la búsqueda del ozono, como elemento identificador del oxígeno y de la vida). Hoy se considera la posibilidad de que puedan habitarse o incluso exista alguna forma de vida en Trapense E, F y G. La propuesta se ha recibido con escepticismo y algunos consideran como remotamente probable la existencia de formas de vida en estos mundos, salvo alguna de un género muy singular y simple, con seres unicelulares que pueden vivir con parámetros físicos extremos.

Renitor/NASA
Imagen ideal de los planetas trapenses, según la NASA. Trapense E y F se describen como una especie de «mundos acuáticos» y los dos primeros parecen desprovistos de una atmósfera propiamente tal. Para conocer algo más positivo en relación a esos planetas habrá que esperar el análisis de los datos suministrados por los observatorios espaciales, cosa de una década.
En nuestro sistema solar, ocho astros tienen una atmósfera apreciable (Venus, Tierra, Júpiter, Saturno y su satélite Titán, Urano, Neptuno y su satélite Tritón), pero sólo la de nuestro planeta hogar tiene una composición química compatible con la célula viviente. Por supuesto, a medio plazo se detectará en uno o varios de estos planetas algún tipo de manifestación biológica, según las estrecheces económicas de la NASA o la ESA.

¿Por qué tanto sensacionalismo? La razón de que toda novedad relativa a exoplanetas supuestamente habitables es motivo de entusiasmo está en que la NASA y la ESA buscan en la propaganda un argumento para nuevas y carísimas aventuras espaciales, cada vez más difíciles de proveer porque para el gran público la exploración interplanetaria cayó en el olvido y la hipótesis de vida extraterrestre en el sistema solar está agotada. Así, las agencias del espacio dan a los exoplanetas categoría de noticia continuada, con mundos que puedan habitarse, en una descarada maniobra propagandística dirigida a conseguir de los poderes públicos créditos para nuevas misiones espaciales. Este sensacionalismo ha contribuido a excesos especulativos que no deben tener cabida en el marco de la ciencia. Y el anuncio a propósito de Trapense 1 no anduvo lejos de ser una verdadera tomadura de pelo cuando uno de los anunciantes, Thomas Zurbuchen, basó su discurso en sugerencias tomadas de autores de ciencia-ficción: «La cuestión ya no es si encontraremos una segunda Tierra, sino cuándo».

El remate. Aunque los aficionados a los ovnis sigan ignorándolo, la vida en la Tierra, en su forma más simple (organismos unicelulares sin núcleo diferenciado), afloró en el mar unos 500 millones años después de la formación del planeta y pasó al medio terrestre casi 3 000 millones años más tarde (Era paleozoica), con las plantas primero y los animales después. Los planetas trapenses tienen unos 500 millones años. Pues bien, ya se hacen planes para transmitir mensajes en la dirección de Trapense 1 ante la posibilidad de que pudieran ser captados por otra probable civilización, en forma que pueda ser entendida su procedencia terrestre. Sin comentarios. (Véase Vida extraterrestre en el Sistema Solar.)