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Una de las novedades astronómicas durante los últimos
años ha sido el descubrimiento en 2013 de un fenómeno en la estrella Tabby que por sus insólitas características —principalmente una variación
absolutamente irregular y en extremo importante de su brillo— ha planteado a la
Astrofísica un problema difícil, que no alucinante, como quieren hacer creer
los astrónomos que postulan un origen artificial del mismo.
La estrella KIC 8462852, llamada Tabby en honor de la
astrónoma estadounidense Tabetha Boyiajian que la descubrió (2011), se
encuentra a 1 480 años luz, es decir, la luz que nos llega ahora de Tabby se
remonta al año 538, en los inicios de la Edad Media en Europa o en pleno
Imperio Antiguo de la civilización maya en América. Es una estrella vulgar,
tipo Sol, con densidad 1’5 veces la solar, pero hasta ahora enigmática por las
variaciones anómalas de su brillo. Se conocen millones de estrellas sometidas a
importantes variaciones de luminosidad (estrellas variables), oscilaciones
que se producen por un complejo fenómeno de pulsación (la estrella se hincha
y deshincha alternativamente con la consiguiente variación luminosa), pero el
brillo intrínseco o luminosidad absoluta de Tabby varía hasta límites
insospechados, nunca vistos, ni siquiera en las estrellas variables tipo Mira,
las más espectaculares.
El enigma. El fenómeno de Tabby constituye uno de los más
interesantes de la astrofísica. En 2011, 13 y 15 sufrió sendos hundimientos
lumínicos de hasta el 20%, captados por el telescopio espacial Kepler, y en
mayo de 2017 se vuelve a reproducir el fenómeno, por ahora con un 2% de su
luminosidad. Si su luz no cambia por fenómenos físicos que se producen en el
seno de la estrella, todo se debe a un efecto de ocultación, pero la vigilancia
con la intención de dilucidar la causa de la misma es, por ahora, infructuosa.
La explicación. Muchos investigadores suponen simplemente que esta
ocultación es efecto del polvo cósmico y partículas de tamaño milimétrico que
se hallan diseminadas en torno a la estrella, en rotación, partículas
expulsadas durante un cataclismo, como es una colisión interplanetaria
múltiple, o residuos que quedaron al formarse planetas, como es la llamada nube
de Oort en torno a nuestro sistema solar (es probable, pero todavía inseguro,
que Tabby llegó a la fase planetaria). En fin, otras hipótesis más verosímiles
tampoco satisfacen.
La fantasía. Las radiaciones que se consiguen captar en enero de
2018 descartan un objeto sólido gigantesco, pero para los aficionados a los
«platillos volantes» es lógico suponer que, ante fenómenos astronómicos no
identificados satisfactoriamente, el proceso origen de los mismos es
artificial, es decir, la relación que puede tener con este fenómeno la vida
inteligente extraterrestre, en el caso de Tabby con infraestructuras orbitales
gigantes, habitadas o teledirigidas, que están allí (o estaban hace casi 1 500
años). Desgraciadamente, algunos astrónomos secundan esta peregrina hipótesis
con clara motivación propagandística. En efecto, la teoría de vida
extraterrestre es la primera y única razón por la que este fenómeno en Tabby no
ha pasado enteramente desapercibido para la prensa escrita.
Este abuso de la buena
fe de la gente tiene por efecto agravar el desinterés que presenta la
observación del Universo para el gran público, cansado de oír hablar de miles
de planetas de dimensiones terrestres tan lejanos como inútiles, o de millones
y más millones de galaxias todavía más lejanas, tanto que ya han desaparecido
con toda seguridad. Y es que la única certeza por hoy es que vida e
inteligencia es una anécdota en el Universo, anécdota privativa de la «vulgar»
Tierra (véase Vida extraterrestre
en el Sistema Solar).