3 de marzo de 2018

Rusia militariza el espacio exterior


CDC
El misil balístico intercontinental (ICBM) de «alcance ilimitado y trayectoria imprevisible» dado a conocer por el presidente Putin en su discurso del 1 de marzo no es una «nueva arma terrible e invulnerable», sino el sistema de bombardeo orbital fraccionado (FOBS) de los años 60. Es decir, Rusia se decide públicamente a militarizar el espacio, decisión que contradice los acuerdos del Tratado del Espacio Exterior y el SALT II (1979).

En efecto, no existe más ICBM de «alcance ilimitado» que el sistema FOBS («Fractional orbital bombardment system»): el misil se sale del vuelo balístico y, a imitación de un lanza-satélites, alcanza la «velocidad orbital» para mantenerse a una altura no superior a los 150 kilómetros, con una o varias cabezas de combate nuclear que, a una señal dada, pueden ser lanzadas desde su órbita contra blancos terrestres, lo cual supone una ventaja sobre los ICBM al escapar fácilmente a la vigilancia del radar y hacer que el tiempo de alerta quede reducido a un par de minutos. En los años 60 la Unión Soviética realizó varias pruebas de FOBS y fue la única potencia que se decidió a adoptarlo definitivamente (1969-83), con una veintena de ICBM bifásicos de combustible líquido R-36ORB (SS-9 modelo 3 «Scarp» en nómina OTAN).

Perfeccionamientos aparte, la diferencia del FOBS R-36 y el nuevo RS-28 «Sarmat» (SS-30 «Satan II») es, a fiarse de las imágenes propagandísticas, un vehículo de reentrada planeador impulsor, con un sistema de propulsión integral que permite corregir la trayectoria. Es decir, una combinación de los sistemas BGRV («Bost glide re-entry vehicle») y ARV («Advanced re-entry vehicle»), también de los años 70. El RS-28 es un cohete más selectivo y que suministra mayor energía por unidad de peso, pero no elimina la serie de inconvenientes que tiene este sistema FOBS: necesita mucho combustible en menoscabo de la carga útil y precisión, parece muy vulnerable al ser fácilmente localizada su trayectoria y el vehículo de reentrada es susceptible de interferencias (para burlar las defensas depende de señales transmitidas por satélites).

Ministerio de Defensa de Rusia
Lanzamiento del misil prototípico SS-X-30 «Satan II» destinado a modernizar la fuerza nuclear de Rusia y reproducir una pesadilla de la «guerra fría»: el bombardeo orbital fraccionado. Con un PIB diez veces inferior al de la Unión Europea o al de Estados Unidos, Rusia parece dispuesta a correr todos los riegos para mantener su «dignidad nacional».

El anuncio de un misil «terrible e invulnerable» fue calificado de astucia propagandística, un falso telón de fondo de los graves problemas domésticos de Rusia y de su incapacidad de ponerse a la altura de la OTAN, respecto a la que está en inferioridad de condiciones en lo referente a armas convencionales. Moscú pretende lograr el equilibrio a base de las armas nucleares disuasorias, pero con el empleo del espacio exterior con fines bélicos está corriendo el riesgo de una guerra. Difícilmente se explica, pues, el indeferentismo de Bruselas y Washington ante el incendiario discurso del presidente Putin, salvo que exista el interés en una «amenaza exterior» para explicar a la opinión pública un rearme interminable, rearme que sólo beneficia a las «elites dominantes» (aristocracias económicas).

Militarización general. Tampoco Estados Unidos queda al margen de la crítica (véase «Vuelve la militarización del espacio»). Este país está utilizando el avión aeroespacial X-37B, el cual, es estimado, constituye una amenaza significativamente mayor, adecuado para satelizar o lanzar cabezas nucleares, armas anti-satélite, espías intercontinentales y desde el cual se utilizarían incluso los «rayos laser» (véase «Aviones misteriosos: Boeing X-37»). Además, con este medio se hace posible un tipo de FOBS sin las desventajas del anteriormente descrito. De la misma forma se puede señalar que Alemania y España —¿e Italia?— producen satélites para un programa militar secreto de la Unión Europea.

Prospectiva amarga. En los últimos años se ha acentuado en el espacio exterior la tendencia a una militarización sin consideración a los principios éticos y la «conjunción», a menudo repelente, entre los dos colosos económicos del mundo (Estados Unidos y Unión Europea) y la segunda potencia nuclear (Rusia). Es evidente que el resto de la comunidad internacional será cada vez más incapaz de enfrentarse con el grave tema de la militarización del espacio, que invalida cualquier instrumento para la consecución de una paz justa en el mundo.