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Ineficacia para el virus. Los virus, apenas visibles con el microscopio ordinario (tamaño de 10 a
500 milimicrómetros), pasan a través de los filtros de careta comercializados
en farmacias. Estos filtros, según el tipo, dejan pasar de 60 a 200 de las 1
200 o más partículas que se encuentran en el aire por centímetro cúbico (a
título comparativo, con filtros de elevada eficacia para las partículas más
finas, como el tipo «P2» de empleo militar, sólo se escurre menos de la
milésima parte y ni eso con el tipo «P3»).
Eficacia para las bacterias. Los intersticios de la «mascarilla quirúrgica» son lo suficientemente
estrechos para no dejar paso a las bacterias, auxiliar inestimable para
enfrentar una epidemia. Por ejemplo, el control de los gérmenes de invasión
secundaria redujo las que pudieron ser desastrosas consecuencias de la pandemia
de gripe asiática de 1957-58, estrategia antimicrobiana que consistió,
principalmente, en el uso de «mascarilla» (sin aislamientos en masa ni
cuarentenas interminables por cierto).
Eficacia condicionada para los
«aerosoles». Los microbios, como cualquier
partícula fina (sólida o líquida) encontrada en el ambiente, poseen velocidades
de sedimentación muy bajas, por lo que permanecen suspendidos gran cantidad de
tiempo y son arrastrados lejos de su lugar de emisión por las corrientes de
aire. Ello reduce la solución microbiana en el aire («aerosoles»), pero con las
eficacidades ya señaladas: alta para la bacteria, cuasi-nula para el virus.
Inconvenientes para el
usuario. Como apuntamos más arriba, el filtro de careta no
deja paso a las bacterias, pero es preciso substituirlo frecuentemente (de
entre 7 y 14 horas) para evitar el desarrollo de microorganismos en el propio filtro
(no se puede limpiar ni esterilizar sin dañar el medio poroso). La aparición de
una intensa vida microbiana (bacterias, hongos, parásitos, etc.) en el filtro
favorece el desarrollo de enfermedades infecciosas y parasitarias. Otro
inconveniente es una sensación de fatiga psicológica que dificulta notablemente
la ocupación humana.
Empleo generalizado. El filtro de careta tipo «quirúrgico», por ejemplo, reduce la
exhalación de microbios hasta en un 90%, pero la protección a la exposición es
ínfima (ni el 10%). Es decir, su función primordial es reducir los gérmenes de
invasión secundaria, que aumentan la morbilidad y aptitud mortífera de una
epidemia (sistema inmunitario deprimido), y su éxito radica en un empleo
generalizado, sin excepciones, pues el virus vive en sujetos portadores que no
sufren la enfermedad, pero que la propagan en un momento dado («vectores
asintomáticos»).
Por qué fracasó la
«mascarilla». La introducción con retraso
de las protecciones de barrera fue el principal factor que hizo aumentar muy
considerablemente la frecuencia de la enfermedad, hasta el confinamiento casi
total de la población. No es difícil pronunciarse sobre el papel culposo de las
autoridades político-sanitarias de tal retraso, primordialmente las de China, después
las demás, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS), con una
información que excluyó como fuente de contaminación los «aerosoles» (!). Así
queda explicado por qué fracasó la «mascarilla» (y las protecciones de barrera
en general).