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Estos dos países asociados al NAI son también los únicos que forman
parte, desde los años 60, de la Deep
Space Network (Red del Espacio Lejano), red de NASA dedicada al seguimiento
y comunicaciones con vehículos lanzados a los planetas o al espacio
interplanetario en general (véase Una estación espacial fantasma en España).
Estas instituciones científicas pretenden conocer y estudiar la
eventualidad de vida extraterrestre y el origen de la misma en la Tierra. El
CAB, además, provee a demanda de la NASA instrumentos para sus sondas
planetarias y dispone de laboratorios para ensayos biológicos en ambientes
planetarios simulados, es decir, la evaluación de microorganismos capaces de
sobrevivir en condiciones físicas marcianas, por unas horas o completando su
ciclo de vida. A causa de estos ensayos y otras preocupaciones como la
esterilización de los vehículos automóviles exploradores que se mueven por la
superficie marciana, algunos científicos avisan contra la contaminación biológica, como veremos más adelante.
El Centro de Astrobiología (CAB). Como ya se ha señalado, en España y bajo la dependencia directa del INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial), es decir, del Ministerio de Defensa, existe el Centro de Astrobiología (CAB). Los avanzadísimos laboratorios de que dispone le permiten
imitar cualquier atmósfera planetaria del Sistema Solar y goza de renombre internacional. Sus instalaciones, con unos 7 000 m², están emplazadas en un desviado paraje del término municipal de Torrejón de Ardoz (Madrid). A menudo abre sus puertas a periodistas, estudiantes y curiosos organizados.
Primer servicio meteorológico extraterrestre. El CAB tiene dos estaciones meteorológicas en Marte: la REMS del Curiosity (2012) y la TWINS en el Insight (2018). Les seguirá la MEDA, en
el Perseverance (marzo 2021). Con estos instrumentos registradores del tiempo
atmosférico y de la medición de sus valores, España provee el primer servicio
meteorológico extraterrestre, capaz de centralizar todos los datos referentes
al estado atmosférico, compilación de datos que ayudan a la predicción del
tiempo, sobre todo el curso y gravedad de las tormentas.
Los ensayos del CAB van desde el archipiélago ártico de Canadá hasta el
desierto de Atacama, pasando por Groenlandia, pero por lo que a Marte respecta
un paraje perfecto está en España: las minas de Rio Tinto (Huelva), cuyas
características, dícese, son muy similares a las de Marte durante o
inmediatamente después de la evaporación de su supuesto océano arcaico. Allí se
hicieron perforaciones de hasta 800 m y, según el director del CAB Miguel M.
Hesse, se descubrieron microorganismos que se apartan de la estrecha banda de
parámetros físicos en la que transcurre la vida terrestre normal, conocidos
como «extremófilos».
Ministerio de Defensa de España Ensayo en Rio Tinto (España) de la escafandra de presión «Gandolfi II» y
el pequeño automóvil explorador «Yelmo», del proyecto «Moonwalk». |
Contaminación biológica. Una
importante fuente de preocupación es, como apuntamos anteriormente, la contaminación
biológica de nuestros vecinos cósmicos. Esta preocupación se adelanta a 1969,
cuando la NASA reveló que un microorganismo terrestre, depositado de «forma
accidental» en la estación automática de alunizaje suave Surveyor 3, fue capaz de sobrevivir a su presencia de 950 días en
la Luna. Pero la gran sorpresa llegaría en 2014, con la revelación de que decenas de especies de microorganismos, resistentes a la esterilización más enérgica, pasaron de la Tierra a Marte a bordo del vehículo explorador Curiosity (2012). Si no queremos
incurrir en contradicciones lógicas, cabe suponer otro tanto en el caso de sus predecesores (Marte 3, Viking 1 y 2, Mars Pathfinder, etc.), con su correspondiente carga microbiana.
Algunos arguyen que esta contaminación biológica no sería de importancia
al quedar localizada en el vehículo espacial o su alrededor y por poco tiempo.
Sin embargo, los experimentos del CAB en el desierto de Atacama (Chile) demuestran
que muchos microbios pueden trasladarse mezclados con el polvo por las
corrientes de aire, decenas e incluso centenares de kilómetros, y algunos «extremófilos»
crecen y se reproducen al ser depositados en lugares que no les ofrecen
condiciones favorables.