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El «Titan» era una especie de embarcación sumergible de 10 t, en parte batisfera (un barco auxiliar lo transporta hasta el lugar de inmersión y desde allí hasta el puerto), en parte submarino (puede sumergirse a voluntad y «navegar» dentro del agua). Se trataba de un cilindro de carbono cerrado herméticamente por los dos extremos con hemisferios de titanio, de 2’5 m de diámetro y 6’7 de longitud (casco incluido), provisto de una ventana circular de resina plástica acrílica y gobernado por un tripulante. Estaba destinada a explorar las profundidades del mar y, sobre todo, el turismo submarino, este último con el barco de
pasaje británico Titanic como principal reclamo, pecio sobre el que pesa una columna de agua de casi 400 atmósferas (392 kg/cm2).
La excursión submarina. El buque Polar Prince, antiguo rompehielos (1959) de unas 3 000 t, transportó el Titan desde el puerto de Saint John’s (Terranova) hasta el lugar de inmersión (16 a 17 junio) y la misma comenzó a las 9 h 30 min del día 18. La duración prevista de la excursión submarina era de siete horas, cinco de estas para las maniobras de inmersión y sumersión, a partes iguales, y dos para observar los restos del Titanic.
Los excursionistas. En el Titan viajaban el piloto y propietario del sumergible (Stockton Rush de 61 años), el guía (Paul-Henri Nargeolet de 77) y tres pasajeros (Hamish Harding de 58, Shahzada Dawood de 48 y su hijo Suleman de 19), estadounidense el primero, francés el segundo y el resto británicos, los dos últimos de origen paquistaní.
La desaparición. El sumergible mantiene contacto con el buque de apoyo a intervalos de 15 minutos, el último tras 1 h y 45 min de inmersión. A juzgar de este plazo y salvo un fallo de comunicaciones, el Titan naufragó en un punto superior a los 2 600 m e inferior a los 3 000, esto es, cuando estaba sometido a una presión de casi 300 atmósferas (310 kg/cm2).
Alarma. La tripulación del Polar Prince dio la primera voz de alarma a las 19 h 10 min, dos horas y cuarenta minutos después de la terminación prevista de la excursión submarina, retraso abierto a la especulación. Encontrar al Titan antes de las primeras horas del día 22, límite del oxígeno a bordo, se había hecho ya imprescindible para la supervivencia de sus pasajeros, encima o debajo del agua (la escotilla asegurada con pernos exteriores impide la salida).
Operación de rescate. Las operaciones llevadas a cabo para encontrar el Titan comienzan en las primeras horas del día 19 y basadas en el equipo de sonar. Colaboraron en el rescate cinco aviones (tipos P-3 Orion, C-130 Hércules y P-8 Aurora) y una decena de barcos, la mitad provista de robot submarino.
Los restos del «Titan». En la primera hora del día 22, un robot submarino teledirigido (Odysseus 6k) soltado por el rompehielos canadiense Horizon Arctic pudo
localizar y fotografiar restos del Titan a unos 500 m de la proa del Titanic. A las 13 h 15 min, tras una identificación positiva, el contraalmirante John Mauger de la Guardia Costera estadounidense anunció en rueda de prensa la tragedia. El Horizon Arctic transportó los restos hasta el puerto de Saint John’s (día 28).
Los militares lo sabían. El Atlántico norte es el océano más vigilado, desde su porción comprendida entre Noruega e Islandia (mar de Noruega) hasta la plataforma continental norteamericana, con dos o tres «murallas» de sonar para detectar la
presencia y situación de los submarinos, la última desde la isla de Terranova hasta las Antillas. La implosión de un sumergible, siquiera enano, causa un ruido grande que no puede dejar de ser detectado por el sonar. Parece tan evidente que el día 22, cuando se publicitó la tragedia, el cineasta y submarinista James Cameron observó: «La operación de rescate es pura farsa» —y añadió— «la
causa de las pérdidas del Titan y el Titanic es la misma: desatender los peligros».
Un sumergible peligroso. Los juicios críticos perseguían al Titan desde su nacimiento, en 2018, con una inmersión experimental de siete horas a 4 000 m de profundidad, en las Bahamas. En ese mismo año la Marine Technology Society advirtió públicamente que el sumergible parecía frágil y peligroso en aguas profundas. En la misma línea se pronunció un directivo de Ocean Gate, David Lochridge (por este motivo fue despedido y la
compañía planteó ante los tribunales una acusación de «revelación de secretos»). La reforma del Titan en 2020 a causa de una fatiga de materiales fue percibida por algunos técnicos como un síntoma de mala calidad. Pese a los temores crecientes, en 2021 y 22 el sumergible visitó por nueve veces el Titanic, la mitad con un fallo de comunicaciones y tres fallidas (dos por alejamiento y una al quedar atorado en el lecho marino). En su décima visita colapsó.