Los efectos del desequilibrio económico producido por la inflación se hacen sentir con intensidad en todos los países de la Unión Europea (en Holanda más del 10%). Estos efectos se ven agravados por las fuertes sumas que en los presupuestos de los países OTAN se destinan a gastos de defensa, a causa del desarrollo inquietante de la llamada segunda guerra fría que desde la invasión rusa de Ucrania enfrenta a los Aliados y Rusia.
Consecuencia fatal. En Rusia el nacionalismo y el militarismo adquirieron creciente vigor y, a comienzos de 2022, Putin realizó contra Ucrania un nuevo acto de agresión, hecho que frustró los planes europeos de «contención del rearme» y ha devuelto el mundo a la guerra fría del siglo XX. Con razón los países OTAN incrementan sus arsenales, pero a tal ritmo que fácilmente sobreviene una crisis de inflación desenfrenada. Y es así porque la fabricación de pertrechos de guerra (o cualquiera otra producción que no revierta al mercado) tiene como consecuencia ineludible la inflación.
El beneficiario real de las consecuencias de la inflación es el capital productivo, los empresarios capitalistas, sobre todo los que producen bajo contrato, como las empresas productoras de material militar, que tienen la posibilidad de ir transfiriendo la depreciación de la moneda a los precios, incrementándolos (véase Gasto bélico mundial).
El perjudicado. Al contrario de lo apuntado en el parágrafo anterior, la inflación carcome todos los ingresos fijos, sobre todo los salarios y las rentas fijas, que no pueden traspasar a otro la depreciación en el crecimiento del índice general de precios. En otras palabras, una mala distribución de la riqueza, que sirve para que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres más pobres (véase El hambre en el mundo y su mentira).
Pero
hay más. Como fruto de un plan económico calculador y de ribetes satánicos, resulta que la prosperidad de los verdaderamente ricos (unas decenas de grandes familias de financieros e industriales) se basa en el empobrecimiento de grandes
masas de individuos. Esas grandes familias o intereses de grupo, que ejercen un dominio global con el control acumulado de más del 60% de los recursos humanos y materiales del mundo, se enriquecen con las crisis (ciclos del capitalismo), la
tecnología y… la mercancía militar. Las dos últimas se encuentran más o menos reunidas porque la tecnología se ha aplicado siempre a las tareas bélicas (véase ¿Quién gobierna el mundo?).
Prospectiva. El exceso de armamentos y la coincidencia de fuertes subidas de precios con estancamiento del producto interior bruto (estanflación) en la Unión Europea pueden crear una situación de pánico financiero. Las crisis graves producidas por la inflación de valores (y otras causas) en 1914 y 1929 adquirieron dimensiones internacionales y condujeron a las conflagraciones universales de 1914 y 1939, Europa primero, el resto del mundo después. Las mismas causas producen los mismos efectos (principio de causalidad) y las condiciones en los primeros tercios de los siglos XX y XXI resultan cuasi-idénticas: ingentes armamentos, creciente nacionalismo y corrientes reaccionarias.
LA MECHA Y LA CHISPA
La Unión Europea ha dirigido serias advertencias a Rusia de que, de no respetar la integridad territorial ucraniana, tendría las manos libres para su rearme, pese a lo cual, el presidente Putin ha decidido invadir Ucrania. En esta guerra, la OTAN se encuentra en la situación que los estadounidenses llaman de half war («semiguerra» o «guerra a medias»), pretexto para el incremento del presupuesto militar europeo, que ha sido fijado como mínimo en un 50 o un 100% sobre el presupuesto anterior, según país. Esto es, Rusia es culpable del rearme independientemente de los motivos que pudieron haberle movido a desencadenar la guerra.