ESA |
La última hazaña galáctica
europea se llama Bepi Colombo, sonda planetaria automática desarrollada por
la Agencia Europea del Espacio (ESA) para el vuelo cósmico al planeta Mercurio.
Fue lanzada desde un Ariane V el 20 de octubre de 2018. Se espera que
desvelará buena serie de los misterios que encierra el planeta de más difícil
observación astronómica de nuestro sistema solar.
Mercurio fue sobrevolado en 1974
y 1975 por la sonda norteamericana Mariner 10 y también lo sería en 2011-15
por un ingenio mucho más perfeccionado, el Messenger, que examinó el planeta
durante cuatro años antes de estrellarse en él. Desde ellas se tomaron miles de
imágenes que han permitido cartografiar todo el planeta. Esta tercera y cara
exploración del planeta Mercurio desde su espacio circundante se intenta
explicar con los enigmas que intrigan desde hace años a los astrónomos.
El gran enigma. Los científicos señalan enigmas claves sobre la génesis y la composición de Mercurio, un periodo de rotación con un valor bastante menor que el supuesto para un astro tan cercano al Sol o irregularidades en su campo magnético asociado. Estos misterios tienen tanta importancia como quieren darle los astrónomos, pero en un mundo obsesionado por la rentabilidad de sus inversiones no se alcanza a entender la atención que los poderes públicos y algunas instituciones privadas prestan a la astronomía, un misterio rodeado de un enigma que se sobrepone a los habidos y por haber en Mercurio.
El gran enigma. Los científicos señalan enigmas claves sobre la génesis y la composición de Mercurio, un periodo de rotación con un valor bastante menor que el supuesto para un astro tan cercano al Sol o irregularidades en su campo magnético asociado. Estos misterios tienen tanta importancia como quieren darle los astrónomos, pero en un mundo obsesionado por la rentabilidad de sus inversiones no se alcanza a entender la atención que los poderes públicos y algunas instituciones privadas prestan a la astronomía, un misterio rodeado de un enigma que se sobrepone a los habidos y por haber en Mercurio.
La «Bepi Colombo», de bastante complicación
tecnológica, consta de un cuerpo principal con los módulos MPO (examen del
planeta) y MMO (investigación en la magnetosfera), constituyendo el llamado
compartimento orbital. Lleva montada la planta motriz para correcciones (MTM) y
una cubierta antitérmica (MOSIF). Estos módulos han sido concebidos y
construidos en Europa, a excepción del MMO (japonés). En su realización y
financiamiento (unos 1 650 millones euros) participan 16 países europeos (incluida España)
y Japón. La encargada del seguimiento, telemetría y telemando de la Bepi
Colombo es la veterana estación espacial española de Cebreros (Ávila).
Renitor
Elementos de la sonda planetaria «Bepi Colombo», de unas 4 t de peso al lanzamiento.
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El vuelo. La Bepi Colombo fue lanzada para que pase
sucesivamente junto a los planetas Venus y Mercurio, como la Mariner 10, el
primer vehículo espacial que utilizó la atracción gravitatoria de un planeta
(Venus) para llegar a otro planeta (Mercurio). Tras pasar cerca de Venus por
dos veces (2020 y 21), realizará su primera aproximación a Mercurio en octubre
de 2021, sobrevolando el planeta seis veces para provocar un descenso paulatino
de la órbita y la velocidad. En diciembre de 2025, la sonda quedará satelizada
en torno de Mercurio y se subdividirá en dos: los módulos MPO (1’2 t) y MMO
(225 kg). La órbita del último, comprendida entre 590 km de altitud (perigeo) y
11 640 (apogeo), le permitirá estudiar la magnetosfera en particular y, en
general, los efectos de la actividad solar sobre el entorno del globo planetario.
La órbita del MPO, con perigeo de 480 km y apogeo de 1 500, realizará un examen
en profundidad del planeta. Sus equipos irán deteriorándose y entre 2027 y 2028
el MPO se apagará para siempre, permaneciendo en su órbita durante siglos,
mientras que el MMO pasará a describir una trayectoria que le llevará a
estrellarse sobre el suelo de Mercurio.
Nuevas
misiones, el mismo enigma. Pocos
días después del disparo de la Bepi Colombo, se reunieron en España los
representantes de los países miembros de la ESA para relanzar ideas de nuevas
misiones, como la de un par de «carabelas» cósmicas en la dirección de Urano y
Neptuno, sobrevolados en 1986 y 1989 por la sonda estadounidense Voyager 2.
Los datos proporcionados
por esta sonda dejaron muchos interrogantes por responder, pero la constante pregunta del hombre común sigue siendo la de cuál es la
rentabilidad de estas inversiones milmillonarias en la exploración del Cosmos.