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Esta «justa y necesaria» participación soviética en la invasión alemana de Polonia (septiembre 1939), considerada la causa inmediata de la II Guerra Mundial, sólo se explica a costa de retoques y falsificaciones porque la Unión Soviética cometió allí —y también en Finlandia— los cuatro tipos de crímenes de guerra relacionados en la constitución que vinculaba la actuación del tribunal internacional militar de Núremberg (1945). A saber: los de guerra agresiva, contra la paz (planear, preparar, iniciar y sostener guerras de agresión), contra la humanidad (deportación o persecución de personas por motivos políticos, raciales o religiosos) y el «plan común» o conspiración. Sin embargo, como una de las potencias vencedoras, la Unión Soviética ha gozado de total inmunidad jurídica y no serían inculpados los dirigentes que planearon la agresión a Polonia u ordenaron la comisión de atrocidades como la muerte de unos 22 000 soldados polacos prisioneros en Rusia (matanza de Katyn).
El revisionismo ruso viene a decir, más o menos, que la Unión Soviética se dispuso a establecer un sistema de seguridad colectiva que contrarrestase la amenaza de agresión que representaba la Alemania nazi (anticomunista) y Japón (había ocupado Manchuria en 1931 y suponía un peligro para Siberia oriental), pero el esfuerzo por formar un frente común contra Alemania terminó en rotundo fracaso cuando Reino Unido y Francia consintieron en la entrega a Hitler de algunos de los territorios checoslovacos (Conferencia de Múnich de 1938). En cuanto a la captura de Polonia oriental, formaba parte de un consistente plan de conjunto de la Unión Soviética para limitar la penetración alemana hacia el E y tomar posiciones en previsión del choque definitivo, un plan que incluía la apropiación de las provincias meridionales de Finlandia y la anexión de los países bálticos.
Los hechos. En 1919 los bolcheviques rusos invadieron Polonia con objeto de eliminar a este país de la faz de Europa, pero el Ejército polaco les derrotó en toda línea y Rusia hubo de firmar la paz. El dictador José Stalin, primera figura soviética desde 1924, se percató de que le era preciso la paz para sobrevivir (colectivización de la agricultura, proceso de industrialización, represión de sus opositores, una nueva Constitución estalinista) y en consecuencia la política exterior soviética se caracterizó por sus invocaciones al desarme mundial y por numerosos acuerdos económicos y tratados de no agresión concertados con países no comunistas. Pero cualquiera que fuese la intención original de Stalin, era inevitable que la invasión soviética de Polonia terminarse por consumarse.
En marzo de 1939 Stalin declaró, astuta o inconscientemente, que la Unión Soviética estaba dispuesta a buscar un acercamiento con cualquier nación. Los dirigentes de Alemania consideraron tal actitud como una prueba del deseo comunista de no verse enzarzado en Checoslovaquia y en el mismo mes Alemania ocupaba totalmente este país.
Ante esta ocupación alemana de Checoslovaquia, Francia y Reino Unido
prometieron ayuda militar en hombres y pertrechos a Polonia en caso de ataque, pero esta garantía sólo podía concretarse con la ayuda de la Unión Soviética, que
poseía fronteras con Polonia. El intento franco-británico de formar con la
Unión Soviética una triple alianza no prosperó a causa de las posiciones encontradas de Stalin y los polacos: aquél insistió en su derecho, en caso de guerra con
Alemania, de invadir Polonia y los Estados bálticos para evitar que la
contienda se librase en suelo soviético; y éstos se negaron a concertar acuerdos que permitían la entrada de tropas soviéticas y les convertía en satélite militar de Moscú.
Al mismo tiempo, en mayo de 1939, el ministro de Asuntos Exteriores soviético Molotov pasaba a
entablar negociaciones secretas con Alemania y aceptó la oferta nazi de la
Polonia oriental y los Estados Bálticos a cambio de la neutralidad soviética en
la guerra. El 23 de agosto de 1939, para sorpresa de la opinión pública internacional, se firmó el pacto de no agresión
germano-soviético y el 1 de septiembre daba Hitler comienzo a la II Guerra Mundial,
con la invasión de Polonia. Dos semanas más tarde las tropas soviéticas, después de asegurar sus fronteras siberianas frente a los japoneses, penetraron en los territorios polacos asignados a la Unión Soviética por el pacto
secreto.
La conclusión del Pacto germano-soviético despejó el camino para el
avance de Rusia en las zonas del Báltico. Presionó sobre Finlandia para lograr
la anexión del istmo de Carelia, a cambio de otros territorios. Finlandia rechazó
la oferta y la Unión Soviética invadió el país (noviembre 1939). Se preparó una
expedición anglo-francesa de ayuda a Finlandia, pero Suecia y Noruega se
negaron a autorizar el paso de las tropas y los finlandeses firmaron la paz (12
marzo), cediendo el istmo de Carelia, Viborg y la península de Hankö a la Unión Soviética sin compensación alguna. En junio incorpora a su territorio Besarabia y
Bucovina del Norte, que formaban parte de Rumania, y en agosto Lituania,
Letonia y Estonia.
El final del Pacto
germano-soviético. Este pacto fue desde su
nacimiento un mero armisticio en que cada bando trató de ganar tiempo para
mejorar su posición ante la inevitable prueba de fuerza. El progreso de los
preparativos bélicos de la Unión Soviética, que estaba previsto se completasen
en 1942, y la necesidad de dedicar potencial militar a la vigilancia de este
país en perjuicio de las operaciones contra Reino Unido, contribuyó a que
Alemania se decidiera atacar mientras sus posibilidades eran mejores (22 junio
1941). Esta agresión constituye el origen del conflicto bélico que los
soviéticos denominan «Gran Guerra Patria», un duelo a muerte entre las dos
potencias totalitarias que, con la invasión de Polonia y la anexión de otros países,
llevaron la guerra a Europa. A partir de aquí, la propaganda rusa puede decir
lo que quiera.