18 de mayo de 2024

Nikolái Pátrushev y una biografía

Renitor
Muchos periodistas afirman que el general Pátrushev ejerce sobre Putin una influencia tan ilimitada como maléfica. Tal pretensión es dudosa. Aunque sus ideas políticas contemplan el estado como un vehículo del poder a disposición de una oligarquía omnímoda y déspota (los siloviki), Pátrushev se presenta como un producto típico del estado «mafioso» y, desde mayo de 2024, no pasa de ser una figura secundaria que no ofrece la menor esperanza.

Juventud y matrimonio. Nikolái Platonovich Pátrushev nació en Leningrado el 11 de julio de 1951, el último entre tres hijos de un capitán de la Marina soviética, Platon Ignatievich Pátrushev (1918-95), y Antonina Nikolaevna, empleada en un laboratorio químico. Afiliado al Partido Comunista en su juventud, se licenció en ingeniería mecánica por el Instituto de Construcción Naval de Leningrado (1974) y fue reclutado por el KGB (1975), donde entabló amistad imperecedera con otro recluta, Vladimir Putin, la amistad más trascendente de su vida. Se trasladó a Minsk y ulteriormente a Moscú para continuar sus estudios en la Escuela Superior del KGB. De regreso a Leningrado, en 1976, casó con Elena Nikolaevna (n. 1955), de cuyo enlace nacieron Dimitri (1977) y Andrei (1979).

Carrera de espionaje. En 1992 llegó a Carelia para hacerse cargo del ministerio de seguridad de esa república. En 1994 pasó a vivir en Moscú donde ocupó dentro del FSB (antiguo KGB) la jefatura de seguridad. Desde 1995 mantuvo un estrecho contacto con Putin, que en ese mismo año se estableció en Moscú para desempeñar diversos cargos en la administración del presidente Yeltsin. Como sucesor de Putin, en 1998 asumió la subdirección del FSB y al año siguiente la dirección suprema. Pasó por la máxima jerarquía del espionaje dejando un reguero de sangre y su misión primordial consistía en proteger a Putin contra las intrigas de oligarcas. Llegó a ser tan perfecto ayudante de Putin que a menudo los expertos dudan de si algunos asesinatos fueron ordenados por el presidente o el director del FSB.

Kremlin
Nikolái Pátrushev, dotado de un tacto y astucia superiores con los que desbarata a sus enemigos, simboliza la lealtad y servicio a Putin.
Enriquecimiento y los «siloviki». Logró ganarse la mayor confianza personal de Putin, con lo que amasó una considerable fortuna (dícese que unos 25 000 millones de euros), mientras que sus hijos Dimitri y Andrei, todavía en la treintena, ya ocupaban cargos de la mayor importancia en los consejos de administración (y alguna presidencia) de las petroleras Gazpron y Rosneft. Además, se convirtió en miembro del silovik (en plural siloviki), nombre informal de la media docena de oligarcas más cercanos a Putin, menos delicados, más crudos, pero no menos fieles.

Creencias. No tiene prejuicios religiosos y cree en los fenómenos psíquicos, en la lectura del pensamiento con ayuda de médiums independientes, al extremo de afirmar que un oficial del FSB leyó el «maléfico» pensamiento de Madeleine Albright (1937-2022), Secretaria de Estado norteamericana en 1997-2001 con William Clinton. También se interesó por el espiritismo, aunque no en mayor medida que lo hace cualquier colega europeo o norteamericano, y sin evidencias de filiación masónica como las de Putin y la mayoría de jefaturas políticas en la Unión Europea y Estados Unidos.

La caída. En 2008 fue elegido Secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, donde se mostró partidario de invadir Ucrania. Tras el fracaso de esta invasión, perdió su puesto en el Consejo de Seguridad y fue nombrado ayudante del presidente (mayo 2024), cargo simbolista para liquidar la carrera política de un leal caído en desgracia. Calificado por sus adversarios como «el hombre más peligroso de Rusia», hasta 2024 sólo cedía en poder a Igor Sechin y Putin.

A diferencia de otros oligarcas, Pátrushev no lleva una vida disoluta y guarda celosamente su vida privada, de la que sólo se han publicado un número muy reducido de datos y probablemente falseados. Su vida particular nos ha sido transmitida en gran parte por oligarcas y espías rusos exiliados (Vladimir Gusinski en 2000, Mijail Jodorkovski en 2005, Boris Berozovski en 2007, Alexander Litvinenko en 2006), que le acusan, en algún caso sin evidencias, de barbarie, además de la paranoia.