Hitler descubrió que para llevar a la práctica su «nuevo orden mundial» era forzoso someter América meridional a la férula alemana y planeó la división de tal continente en regiones o Vereinigten, imitación de los virreinatos españoles. Aunque pudiese contar con el apoyo del elemento blanco sudamericano, mayoritariamente racista, su plan ha sido calificado con acierto de «locura hitleriana».
El plan nazi consistía en ampliar los territorios de Argentina, Brasil y Chile, crear otro nuevo en el N (Neuspanien) e integrar las Guayanas británica y holandesa en la francesa, la última para ganar el apoyo francés a esta aventura americana de los alemanes (véase mapa más abajo).
División. La proporción racial determina la división reseñada en el parágrafo anterior. Argentina, Chile, Uruguay y Venezuela son de población casi totalmente blanca; en Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Paraguay hay un predominio mestizo.
La estrategia subversiva de los alemanes consistía, según el país, en golpes de estado militares o graves disturbios provocados por los obreros durante los periodos de crisis, ambos con gobiernos conservadores apoyados por las altas esferas económicas. Argentina, con las acusaciones de pronazismo que pesaban sobre sus dirigentes y el sentir
popular de un tipo «fuerte» de gobierno y racista, era presa fácil de los alemanes (y punto de partida, caso necesario, de una conquista militar).
Vida humana. En caso de éxito, correspondería la supremacía al elemento blanco, sin grado alguno de cruzamiento. La segregación racial (primitivos americanos, negros, mestizos) sería muy intensa. Un caso ejemplarizante de la época es Bolivia: los blancos, con una representación numérica muy reducida (15 %), tenían en sus manos la dirección política y económica del país.
El objetivo. Con los Vereinigten Staaten Süd-Amerikas, Alemania conseguía una avanzada ultramarina descomunal, desde el istmo de Darién hasta el Cabo de Hornos, una extensión de más de 17 750 000 kilómetros cuadrados y su población de casi 130 000 000 de habitantes e inagotables recursos.
La marcha hacia el N de la América nazi dependería de la situación política y militar de Estados Unidos (aliado o enemigo). Llegado el caso, Méjico, con una Constitución de clara inspiración soviética y la tiranía de los «camisas rojas» en el estado de Tabasco, sería otra presa fácil (entre nacionalsocialistas y nacionalcomunistas no hay más diferencias que matices).
Religión. Al hacerse los nazis americanos con el poder, el Gobierno emprendería un programa de nacionalización del cristianismo (los católicos sufrirían persecuciones) y eliminación del judaísmo (hebreos o no). Sin embargo, se permitirían que las sectas protestante y ortodoxa funcionaran, sometidas a estrictas medidas gubernamentales.
Una América «aria». La palabra ario no se refiere a una antigua estirpe física, sino lingüística, cuyo exacto lugar de origen se desconoce. Para los nazis, sin embargo, esta expresión designa al tronco caucasoide (blancos). Las teorías raciales del Reich hitleriano postulaban la superioridad biológica, intelectual y social de la raza caucásica y su derecho a prevalecer sobre las inferiores (mongólica, negra, mixta o indeterminada) mediante la discriminación o la eliminación. La capa inferior estaría formada por amerindios y negros, a los que siguen los cruzamientos de amerindios o negros y blancos, en diversos grados, hasta llegar a los de raza puramente europea (blancos).
Conclusión. España, conquistador de América, era en los siglos XVI y XVII lo que Estados Unidos en los siglos XX y XXI: la gran potencia mundial. Alemania nunca ha sido tal, con o sin nazis. La tarea de los Vereinigten Staaten Süd-Amerikas era, pues, superior a sus fuerzas.