En 1907 se publicó Señor del Mundo,
obra de Robert Hugh Benson (1871-1914), el clérigo anglicano que había
escandalizado a Reino Unido con su conversión a la Iglesia católica (1903). En el
siglo XXI, Señor del Mundo, al margen
de toda cuestión religiosa, ha confirmado a algunos críticos en la opinión de
hallarse ante el narrador de ficción más profético de la narrativa del siglo
XX, pero la relación del Anticristo con la masonería le condenó al ostracismo
mediático.
Esta novela de ficción deviene marcadamente visionaria por su
actualidad, su proyección sobre el presente. Al contrario, Un Mundo Feliz (1932), de Aldous Huxley, y 1984 (1949), de George Orwell, aunque probablemente las más famosas,
no han sobrevivido, no han «llegado» hasta hoy, caducas o ya superadas tras las
experiencias del nacionalsocialismo y el comunismo. Ambas novelas se desarrollan
a la sombra de la cuasi-desconocida Nosotros
(1924), de Yevgueni Zamyatin, de la que se diferencian sólo en el modo que cada
cual tiene de referir un mismo suceso: una sociedad totalitaria, asexuada,
atea, apolítica, vigilada y desinformada. Son obras del mismo
carácter, la de Huxley dominada por la preocupación por los inventos de las
ciencias biológicas, las de Orwell y Zamyatin por las ideas totalitarias.
Las diferencias. Nosotros, Un Mundo Feliz y 1984 son narraciones especulativas sobre
cuestiones sociales. En Señor del Mundo Benson transformó en
ficción novelística algunos capítulos del Apocalipsis de San Juan. Se dice que
fue respuesta a los ensayos especulativos sobre cuestiones sociales de George
Wells, como Anticipations (1901). El mismo espíritu de desconfianza en la naturaleza humana y
de duda sobre el futuro campea en estas obras, pero en la de Benson con un
final lleno de optimismo y la única que anticipó algunos de los problemas
sociales y morales de comienzos de siglo XXI.
«Señor del Mundo» se divide en tres libros: La venida, El combate y La
victoria, de 5, 8 y 6 capítulos respectivamente, así nombrados en
referencia al éxito, lucha y caída de un anticristo (Julian Falsenburgh), que
seduce con engaños a las naciones para unirlas en la paz, imponer el
materialismo y perseguir cruelmente a la Iglesia católica y sus fieles.
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CDC Un episodio polémico de «Señor del Mundo» es la operación estratégica aérea encaminada a aniquilar Roma, acción punitiva internacional para eliminar la «plaga católica». |
Publicaciones. El éxito de Señor del Mundo fue muy
temprano en Reino Unido, pero después de la publicación fue impresa sólo en
Estados Unidos (1908), España (1909), Francia (1910), Alemania (1911), Rusia
(1917) e Italia (1920). Agréganse algunos países, muy pocos y ya en la segunda
mitad del siglo XX, aunque algunas de aquellas traducciones se han reimpreso
bastantes veces, mayormente España (once en 1908-2015) e Italia (ocho en
1920-2014).
Traducciones. Existen
pocas traducciones y sólo en las lenguas más importantes del mundo. En español,
Gustavo Gili publicó la primera en 1909, traducida por el sacerdote Juan Mateos
de Diego (en el mismo siglo XX y por el mismo librero aparecieron seis
ediciones); después de una versión de Rafael Gómez-López Egea, 1988, apareció
otra, en 2006, traducida por Miguel Martínez Lage. La novela llegó a Francia en
1910 con una traducción de Perrin y a Alemania en 1911, con una de Rudolf Vey. En
Rusia, ya en 1917, se publicó una traducción de Ivanovna Abrikosova, monja
católica muerta en el campo de concentración comunista de Butyrka, en Moscú. En
italiano, Corrado Raspini publica su traducción en 1920; siguen la de Paola
Eletta en 1977 (ésta reimpresa cuatro veces en 1979-2008) y Paola Nardi en
2014.
Recomendaciones papales. El libro
fue recomendado en su día por Benedicto XVI, siendo todavía cardenal, durante
una conferencia en la Universidad Católica de Milán (1992); y varias veces por Francisco,
la más mediática a los periodistas de su séquito con motivo de un viaje
apostólico a Manila (2015). Ambos la calificaron de «profética».
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Centro de Documentación Católico El padre Robert Benson en 1912. Murió de pulmonía en Salford (Lancashire), el 19 de octubre de 1914, a la edad de 42 años. |
El mundo futuro según Benson. En Señor del Mundo Benson
intenta comunicar un mensaje religioso, pero como en toda obra de literatura futurista deja correr la fantasía, aunque con bastante
acierto, pues predice hechos futuros. Como es bien sabido, vaticinó un
parlamento europeo, la legitimización de la eutanasia y la imposición doctrinal
del materialismo. En el campo de las comunicaciones, anticipó el triunfo de la
telegrafía sin hilos (radio), un invento del siglo XIX, pero que no obtuvo amplia
difusión hasta después de la I Guerra Mundial (1918), y presagió la autopista
(la primera apareció en Italia en 1920), con sus limitaciones de velocidad y el
automóvil como el medio personal de transporte favorito del hombre. Desconfió
de la aviación para el establecimiento de líneas regulares de transporte, ya
que el primer aeroplano voló en 1903 y cuatro años después no ofrecía posibilidades
en el terreno civil y militar, pero en su lugar imaginó una extraña aeronave, medio
aeroplano, medio aeróstato, de propulsión indeterminada, insonora, a la que
bautizó con el nombre de volor. En el
campo de las técnicas militares, predijo la destrucción de masas, con volores que podían batir objetivos
terrestres muy alejados y, suspendidos sobre una gran ciudad, destruir ésta «en
cinco minutos». En fin, había previsto también el acondicionador de aire, un
invento que había de tener lugar en 1911 (H. Carrier).
Epílogo. Aunque famosa en su época y «profética»
hoy, Señor del Mundo pasa tan
ignorada del público y la crítica como si nunca se hubiera publicado, por dos
razones: 1) está imbuida de espíritu religioso —católico— y por tanto
minoritaria, arrollados los católicos, como predijo Benson, por el gnosticismo,
la apostasía o el materialismo; y 2) cualquier composición literaria con una
censura a la masonería y la exaltación de la Iglesia católica o su creador, Jesucristo,
abre las puertas al fracaso. Sin las recomendaciones de Benedicto XVI o
Francisco, Señor del Mundo habría
desaparecido enterrada por años y años de olvido.