Renitor |
Las cinco principales potencias económicas de la Unión Europea son
Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España —citadas por orden decreciente
de producto interior bruto (PIB) global en 2018—. Estos países, los únicos
europeos —además de Rusia— con un PIB superior al billón de dólares,
representan alrededor del 65% del de la Unión Europea (19’8 billones frente a los 20’5 de
Estados Unidos o los 13’4 de China).
Estos cinco países forman en el primer grupo de los miembros de la Unión
Europea («Cinco Grandes») por su peso económico, pero también poblacional y
militar. Alemania ha tiempo que da muestras de cierta servidumbre rusa, Reino Unido ya no es uno de los nuestros y el fallo político o
económico de cualesquiera de los otros es fácil de imaginar: «Si España se
desintegra —dijo el presidente Macron de Francia—, al día siguiente salta la
Unión Europea en pedazos.»
La «quinta columna» europea. La propaganda rusa emplea todos los resortes encaminados a producir disensiones políticas en la Unión Europea, sobre todo en los «Cinco Grandes», a fin de provocar una descomposición social o, al menos, un estado de indecisión (véase «La nueva estrategia rusa»). Para ello escogieron a la minoría euroescéptica en Reino Unido y a la rivalidad política de carácter regionalista en España, separatista la primera, desintegradora la última, xenófobas ambas y que hicieron del engaño un instrumento de propaganda (véase «Reino Unido, un caballo de Troya en la Unión Europea»). La razón de esta elección está en que los partidos de extrema izquierda o derecha y nacionalistas regionales son anti-europeos: unos consideran la Unión Europea como una unión de capitalistas y no de trabajadores, otros como una destructora del acervo cultural e independencia nacionales, y todos como un residuo de la «guerra fría».
El populismo. El esfuerzo ruso en Europa se ha visto favorecido por las crisis económicas, que contribuyen al éxito electoral del discurso populista (la mentira es la verdad absoluta de los pobres y los necios), cuya consecuencia es el multipartidismo, que sólo sirve para provocar crisis del Parlamento (véase «Elecciones españolas y la tiranía de la masa»). El populismo es singularmente peligroso porque en Europa confluyen dos corrientes contrapuestas: por una parte, la integradora y pluricultural representada por la Unión Europea; y, por otra, las tendencias disgregadoras, con partidos abiertamente a la derecha (Salvino en Italia, Le Pen en Francia), marxistas primitivos («Podemos» en España, «Syriza» en Grecia) y localismos regionales (italianos en Padania, belgas en Flandes, españoles en Cataluña, suizos en Jura y otros no menos exóticos e ilusorios).
Renitor La protesta tumultuaria e irracional que incendió algunas calles de Barcelona en octubre de 2018 tiene como protagonistas principales a pandilleros y automaginados sociales, ejemplo típico de la fatal combinación de «fuerzas desintegradoras» (secesionistas) y «propaganda negra» (Rusia), esto es, estupidez y mentira. |
La «quinta columna» española. En España, como en cualquier otro territorio de la Unión Europea, la propaganda rusa tiene como principio fundamental el saber utilizar en provecho propio los problemas domésticos del adversario, esto es, hacer que reviertan sobre España sus propias fuerzas desintegradoras y sin adscribirse a un partido en particular. Así, en la década de 2010 aparece en España una versión europea del chavismo venezolano («Podemos») y de la derecha más conservadora («Vox»). El primero se relaciona estrechamente con Venezuela y en ambos partidos aparece, siquiera por diferentes razones, una financiación iraní. Detrás de Venezuela e Irán está Rusia.
Por las mismas fechas sucede el auge del secesionismo catalán, falso telón de fondo para disfrazar una obscura cadena de delitos económicos a gran escala, que pronto inició una íntima colaboración con Rusia, lo que puso de manifiesto un tercer factor de las fuerzas desintegradoras —el secesionismo— (véase «Cataluña: la sombra del fascismo»). Desde entonces, especialmente 2017, se observó un flujo de noticias falsas con origen geográfico en Rusia, cuyo volumen había sorprendido a los expertos en estos asuntos, con la difusión de patrañas encaminadas a promover un juicio positivo sobre este y otros movimientos regionalistas en Europa. Al mismo tiempo aparecen en Barcelona agentes de la Dirección de los Servicios de Información Militar rusa (GRU), como Denis Serguéyev, y otros personajes relacionados con el asesinato de disidentes, dentro y fuera de las fronteras de Rusia.
Fundamentan esta injerencia rusa en la política doméstica española un informe de Mira Milosevich (Real Instituto Elcano) en 2017, la denuncia formal del presidente Rajoy Brei ante el Parlamento europeo en ese mismo año y otro informe del Instituto Español de Estudios Estratégicos (Ministerio de Defensa), publicado en enero de 2018.
Prospectiva. Son muchos quienes estiman que el éxito ruso en Reino Unido no se repitió en España. No es cierto. Desde junio de 2018, el socialista radical Pedro Sánchez, con una mayoría muy exigua, viene gobernando en coalición con el grupo más extremista, en el que figuran residuos terroristas («Bildu») y «Podemos». Sus ataques a la monarquía no están justificados, especialmente perjudiciales en la esfera económica, y al llevar el revanchismo personal a la palestra política dividen España en dos mitades irreconciliables. Preparada la mecha, la chispa podría saltar por un nuevo envite de las mencionadas fuerzas desintegradoras y populistas, incitadas o secundadas, otra vez, por el aparato mediático del Kremlin.